Seleccionado por el destino

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13 Primavera del año de dos lunas.

Recuerdo la primera vez que empecé a escribir esto.

Tenía creo... Que 12 años. Era divertido, porque a esa edad, te forman como un Cazador, un guerrero, un escudero o un protector de dragones...

Yo siempre había querido ser un guerrero. Pero en fin...

Recuerdo que mi madre llegó a mi habitación. Era una de las más bellas mujeres en la tribu. Mi padre era un gran guerrero, pero en esa época un Troll gigante había jugado sus cartas contra él.

Los sabios del "monasterio" o como le llamaban a donde se ponían a rezar los mayores, decidían lo que se convertirían los niños mediante una pequeña prueba. Dependiendo de si el huevo de piedra de un Dragón, reaccionaba al tacto, se decidía.

Mi madre, traía ese huevo. Uno de los sabios se lo había dado. Mi madre quería hacerlo privado. No quería gran multitud, a pesar de ser muy querida... ¿Mi hermana? Bueno, ella era ya una Gran Cazadora. Y tenía dotes de Guerrera... Era bastante pesada y se llevaba más como los chicos que con las chicas.

Suspiré pesadamente y me volví a mi madre. Tenía libros abiertos. Siempre me había gustado leer, o dibujar. Sé que no tenía el gran talento, pero lo hacía. Ella solo sonrió y colocó en mi pequeña mesa de madera la base con el huevo. Se sentó y me miró curiosa, con esos hermosos ojos azules, y jugando con la larga trenza que le colgaba de lado. Rubia como todo su cabello.

Sinceramente no pensaba que sería un protector de Dragones... Dicen que es el rango de más excelencia. Y muy pocos pueden tener una conexión con un Dragón... Deben de ser hechiceros o magos... Magia negra o blanca... A mí siempre me había asustado.

Temeroso me acerqué al huevo. Era de color grisáceo con algunas líneas negras, parecía petrificado. ¿Qué pasaba si no reaccionaba a mí? Eso significaría que tendría que ir con los sabios a pasar otras pruebas... No me molestaría. Mordí mi labio inferior cuando las yemas de mis dedos a penas si tocaron la piedra. No pasó nada...

Miré a mi mamá, y ella hizo una señal con su mano, debía tomarlo bien, con ambas. Así que lo hice... De pronto, el huevo comenzó a calentarse...Más no me dañaba.

El cascarón comenzó a romperse poco a poco. Pequeñas alas comenzaban a salir. ¿En verdad? ¿Esto estaba pasando de verdad? Miré como mi madre se levantaba de la cama, con la boca abierta. Ella veía algo en mí... Especial que no veía en mi hermana... Ni en mi padre. Solo en mí.

El pequeño dragón salió de entre los restos de lo que quedaba de su pequeña madriguera que yacía ahora rota en el suelo y me miró. Tenía unos profundos ojos verde-agua. Diferentes a todos los dragones que solía ver en el campo de Dragones Oficial.

"Feiniel"... Le llamé. Me miró curioso, pero se acurrucó en mis manos. Entonces, entendí que le había gustado el nombre.

Pasaron unos cuantos meses, Fei, Como le llamaba. Era negro como la noche. Era difícil encontrarlo cuando salíamos a jugar en las noches. A mi madre no le gustaba que lo hiciera, pero Fei siempre me cuidaba, no podía pasarme nada malo.

Comencé a leer sobre la magia. No podía perder ni un solo momento para enseñar y que me enseñara mi dragón. Supe de un hechizo, que hacía que tu dragón, se volviera un humano por momentos. Solo a voluntad suya, si quería ser humano, podía serlo. Entonces cuando cumplió un año de edad, que en Edad Dragón ya eran 11. Lo comencé a invocar.

Una luz cegadora, como un rayo, bajó del cielo hasta nosotros. Y entre el humo del polvo que habían levantado, una forma humana se levantaba del suelo. Era él. Tenía la piel blanca como la nieve, y unos chinos negros en su cabeza. Los ojos no habían cambiado, y sus orejas eran puntiagudas como las tenía antes de dragón. Intentó hablarme, pero no sabía hacerlo. Se Frustró y se sacudió el cabello con ambas manos... Yo reí.

Mi madre estaba orgullosa de mí. Y mi hermana, bueno... Ella seguía en sus asuntos.

Al cumplir legalmente los 15 años, cuando ya podía entrar en la "Academia" Para chicos con dragones como yo. Mi dragón ya era bastante grande. No como un adulto, no... Pero era más imponente e inteligente que los demás. Le encantaba encontrar cosas, detalles que otros dragones no hacían. Y me protegía de cualquiera que intentaba tocarme...

En mi clase había un chico. Uno con un Dragón rubio. Era bastante tosco, pero se notaba que tenían una conexión profunda. A veces, cuando Fei estaba en estado Humano, también el del otro chico. Era Rubio, y tenía bastantes cicatrices... Ese niño y su Dragón, no me daban buena espina.

Llegué a mi casa, y de pronto estaba este libro, con páginas en blanco sobre mi cama... Era de pasta vino, con adornos dorados. Mi Madre lo había hecho con una nota en ella. "De ahora en adelante, como un protector de Dragones, tienes que escribir todas tus aventuras, para que dentro e mucho tiempo. Esto llegue a quedar en la historia."

Y así lo hice...

"Todo comenzó un..."

Una conexión más allá del tiempo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora