Capítulo I

25 6 6
                                    

La primera vez que vi aquella nota no le di importancia alguna, era una simple hoja de cuaderno sucia y pintarrajeada. En aquel entonces yo tendría unos trece años, no me acuerdo bien, pero lo que sí recuerdo es el impacto que me causaron los garabatos de aquel papel de forma inconsciente. Sí, aquellos dibujos me obsesionaron descontroladamente sin saber cómo ni por qué... Recuerdo que iba corriendo por el patio de recreo, estaría jugando al fútbol o a algo por el estilo con otros chavales y fue entonces cuando vi fugazmente ese pedazo de basura tirado en el suelo. Debí de mirarlo durante un segundo nada más, sin detenerme a prestarle mayor atención. Sin duda fue tan solo un instante, pero bastó para que esa misma noche me decidiera a regresar de nuevo al patio para recoger la enigmática nota.

Me desperté de repente con una extraña sensación en el pecho que no sabría describir muy bien. Salí de mi habitación procurando no despertar a mis compañeros, violando el toque de queda y arriesgándome a recibir unos azotes por parte del padre Sam si me pillaban. Pero, ¿por qué lo hice...? Creo que no sabía realmente la respuesta a esta pregunta y sólo actuaba de manera impulsiva con la imagen de aquel dibujo grabada en mi cabeza. Busqué por todo el patio sin más ayuda que la luz de la linterna de emergencias, hasta que finalmente lo encontré. Agarré el papel con los dedos helados y volví rápidamente a la habitación con los demás. Luego, sólo recuerdo que me pasé el resto de la noche oculto bajo mis sábanas a modo de búnker, observando aquella figura mal dibujada bajo la luz de mi linterna.

Desde entonces, guardé esa hoja como si fuera uno de mis mayores tesoros. De vez en cuando, me gustaba desenterrarlo de entre mis prendas íntimas —sin duda, el mejor escondite—, porque necesitaba volver a mirarlo durante un buen rato, siempre a escondidas por supuesto. Y es que había algo en esa figura negra y delgada de rostro blanco que me intrigaba enormemente. Corrijo, no solo me intrigaba... me fascinaba, al igual que las palabras escritas encima y debajo de la extraña criatura, con unas letras grandes y toscas que decían "DÉJAME EN PAZ". No hacía más que preguntarme quién o qué era esa cosa y también quién sería el autor del dibujo, el cual se parecía más una petición de piedad dirigida a algún matón —un matón flacucho y pálido por lo visto—. Por suerte para mí, no tardaría demasiado tiempo en averiguar las respuestas que buscaba.

Unos meses después, descubrí un hecho muy interesante que me hizo obsesionarme todavía más con la figura desconocida. Había un siniestro rumor que circulaba sólo por los oídos de los chicos más espabilados del orfanato, según el cual algunas de las adopciones gestionadas por el padre Sam habían sido falsificadas. Se decía que Hugo Bellamy, un chico que nunca destacó por ser alguien demasiado sociable, en realidad no había sido acogido por una familia deseosa de darle cariño y un nuevo hogar, sino que más bien se decía... que había desaparecido. De todas formas, acoger a un chaval de quince años tan rarito —porque verdaderamente era un bicho raro—, resulta extremadamente complicado cuando tienes a tantos otros niños monos haciéndote la competencia. No soy un experto en estadística, pero la última niña que se marchó de la mano de su nueva madre se llamaba Mei Ling y tenía cuatro inocentes primaveras. En resumen, la idea de que Hugo había desaparecido no era para nada descabellada, así que pensé: ¿y si de alguna manera este suceso tuviera relación con el dibujo que encontré...? O mejor dicho, con el ser representado en dicho dibujo...

Cuando pensaba en la criatura humanoide negra y larguirucha, en el siniestro mensaje escrito en la nota y en mi excompañero Hugo, algo en mi interior despertaba y me sacudía. Puede que fuera mi intuición, o un buen presentimiento, llámalo como quieras; pero todo encajaba cuando pensaba en los extraños comportamientos que había tenido Hugo semanas antes de que no volviéramos a verle el pelo nunca más. Al principio era un chico normal y corriente, pero con el tiempo empezó a volverse un tío solitario, reservado y, como ya he mencionado anteriormente, jodidamente raro; por no hablar de la cara de pirado que ponía a veces cuando miraba hacia la nada. A veces parecía murmurar cosas para sí, como si hablara solo, lo cual causaba un rechazo abismal al resto de los chicos, quienes empezaron a tratarle de loco. Incluso su novia acabó dándole de lado. Sin duda, ese chaval era un espécimen único y, analizándolo bien, Hugo tenía el tipo de perfil psicológico que encajaba perfectamente como posible autor de la nota misteriosa.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 11, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El rostro vacío [Una historia sobre Slenderman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora