Prologo:
Eran las 8 am, Karina se había preparado para su día de trabajo, la galería donde trabajaba vendiendo ropa, en plena peatonal de la ciudad, abría a las 9 am, por lo que tenía que salir como una hora antes porque la mayoría de los locales de la ciudad abren a la misma hora y toda la gente sube a los mismos micros y si se llena, a esperar y rogar que el de atrás no venga lleno. siempre que le tocó atender a un porteño tienen la misma charla, de porque abren muy tarde o porque no atienden a la siesta, y ella siempre responde de la misma forma, “tenemos una vida”.
Karina salió de su casa siendo las 8 y 30, solo medía hora para volver a su rutina, era un día lunes, así que recién comenzaría la semana.
En la parada del micro escuchaba a un par de señoras hablar sobre el clima.
- Hoy dicen que hará mucho más calor
- Está pronosticado 42 grados
- Nos vamos a asar vivos
- Pobre los que trabajan en construcción
Karina siempre se reía de esas jubiladas que decían eso, mientras que llegaban a sus casas y encendían el aire acondicionado con sus heladeras llenas, pero si en algo coincidían era sobre los pobres albañiles que trabajan en estas fechas de calor, dentro de todo ella estaba en la sombra de un local que tenía unos ventiladores grandes que, en lugar de echar aire, solo hacían un ruido como helicóptero.
El micro estaba llegando, al parecer viajarían parados, pero peor es nada, pensó.
- ¿Viste el caso del nieto de Marta?
- No, ¿Qué le paso?
- Se lo llevo la policía porque mordió al hermanito y a los padres
- Ya decía yo que se drogaba, tiene pinta
- Encima les arrancó pedazos y los comía
- Ay Dios santo, ¡qué horror!
- Están todos locos, que juventud podrida
Karina tomó aire para no decirle “yo soy de la juventud y no estoy podrida” pero consideró mejor no empezar una pelea, no al menos al inició del día.
El micro llego y estaba hasta el pecho, el chofer les hizo seña para que pasaran la sube y entraran por la puerta trasera, adelante no había lugar.
Las abuelas con la pasta del mundo pasaban y ponían su sube.
“Saldo restante: $140”
“Saldo restante: $96”
Karina miraba la pantalla y deseaba que se les perdiera la sube a esas abuelas, y obviamente encontrarse con una de esas. En su mente mientras subía rezaba, “por favor que tenga saldo, por favor” al momento de pasar la tarjeta, la maquina indicó un pitido y seguido unas letras.
“saldo insuficiente”
- ¡Mierda! – dijo entre dientes
Procedió a bajarse, para colmo para cargar la sube tenía que caminar como 3 cuadras más, hasta eso iba a llegar tardísimo al trabajo, pero una voz le salvó el día.
- Subí flaca, te presto la mía
Karina se dio vuelta y un chico, capaz que de su misma edad le extendía la mano dentro de la multitud para prestarle la sube, la tomó y cuando la pasó salto una marca en verde, por los menos ya podía llegar a su trabajo.
Le extendió la mano y devolvió la tarjeta con una sonrisa y unas tímidas palabras
- Gracias…
El chico, un poco robusto y alto tomó su sube y le devolvió la sonrisa.
En ese momento el micro arrancó y por poco Karina no se cae por la puerta delantera, el chofer, un hombre de edad con una cara de orto, cerro la puerta y empezó el viaje, Karina alzó la mirada para la parte de atrás del micro y estaba llenísimo, había un olor a pata que mataba, y por lo que escuchaba, uno se encontraba mal. Casi llegando a su trabajo una voz del fondo dio un grito.
- ¡Chofer paré un chico no tiene pulsó!
El chofer, con su cara de pocos amigos, estaciono el micro a la derecha de la Calle vicario segura, una muy transitada, estaban exactamente a una cuadra de la terminal de ómnibus.
- ¡hagan lugar! – dijo el chofer mientras se levantaba de su asiento.
La gente comenzó a apretarse, muchos se quejaban y entre tanto uno que otra aprovechaba para manosear a las minitas que subían, otros ya toqueteaban las carteras en busca de plata o celulares.
Karina se puso en las escaleras para subir al micro, era un lugar un poco más espacioso, por frente llego el chico que le prestó la sube.
- Que día de mierda no
- Olvídate, encima el calor no se va a aguantar hoy
Trataban de conversar, para distraerse un poco, Karina miró el reloj de su muñeca y eran las 8 y 57, ya iba a llegar tarde.
- Para colmo voy a llegar tarde al laburo – dijo mirando al costado
- Estamos igual, seguro el viejo pelotudo me caga a pedos hoy
- ¿de que laburas? – le preguntó ella
- Seguridad, tengo que cubrir a un flaco que dice que tiene internada la madre porque la mordieron o no sé que
- Uh, si en mi barrio son puros perros nomas
- Nah, no fueron perros, un vecino anoche la mordió dice
- Uh, tan re locos esos
- Y la droga, cualquier gilada se meten hoy
- seguro
Karina giró su mirada hasta la esquina y vio como un grupo de personas comenzaba a surgir y corriendo.
- ¿Qué pasará? – preguntó el joven mirando a la misma dirección.
- Y…capaz que algún corte de ruta
- No parece, pero bueno
Seguían mirando fijamente hasta que un grito ensordecedor salió del fondo del micro.
- ¡¡¡AHHHGH MI BRAZO!!!!
La voz del chofer del micro resonó, la gente comenzó a moverse frenética tratando de alejarse, se chocaban los unos a los otros mientras los comentarios decían.
- Mira le arrancó un pedazo del brazo
- No chabón que asco
- No te acerques gil
Los comentarios eran los mismos, los gritos de dolor del chofer no cesaban.
- Que mierda pasa – dijo Karina parándose sobre un escalón.
La imagen era terrible, la gente formaba un circulo alrededor de un chico, de aparentemente 15 años que le faltaba un pedazo de la pantorrilla, sus ojos blancos miraban a sus manos, manos que empujaban un ultimo pedazo de carne con piel, miró un poco más y el chofer, sin darse cuenta se había callado, estaba tirado cerca y de su brazo salía ríos de sangre, al parecer una vena o algo fue cortado.
El joven, de apariencia negruzca con sangre por todo su cuerpo y una cucaracha negruzca como peluda caminaba por su cuerpo hasta meterse en la boca, terminó de engullir el ultimo pedazo de carne, la gente paralizada por lo que miraba estaban en silencio, aterrados, cuando el joven se puso de pie y se abalanzó hacía una chica, fue cuando el silencio acabo.
Mordió el cuello de la muchacha y de un tirón le arrancó todo lo que sus dientes atraparon, la chica en desesperación trató de cubrir su gran herida, pero a los segundos cayó desplomada sobre unos brazos que la sostenían.
El joven atacó a otro, y a otro, nadie se percató de que el chofer se encontraba curvado en el suelo, pero sin avisar se abalanzó a los pies de un señor cercano, mordiendo su pantorrilla.
Aquel micro se inundó en sangre y gritos, la gente en desesperación se empujaba los unos a los otros, algunos abrieron las ventanillas del micro para salir por ellas y otros pretendían romperla.
Karina se subió un poco más y la escena era terrorífica, como sacada de una película de terror que ella tanto odiaba.
En ese momento de gritos y llantos desgarradores de dolor, un viento sacudió el fleco de su frente, la puerta había sido abierta.
- ¡Salgamos Flaca Dale! – gritó el chico que hasta hace un momento estaba a su lado.
Karina bajo las escaleras y esperó al desconocido que había abierto las puertas, la gente comenzó a bajar a empujones, aquella escena era sin dudas la peor que ella (hasta el momento) había visto.
Las ventanillas chorreadas de sangre, la gente peleándose una a la otra, atacándose con mordidas las unas a las otras, los jóvenes saliendo y chocando a las ancianas y todo lo que encontraran, era inhumano.
El chico desconocido descendió del micro, por detrás un señor un tanto gordo con traje quiso bajar, pero dos chicos ensangrentados se tiraron sobre él, haciendo que callera de cara al pavimento, los chicos mordieron los hombros y todo lo que esté a su alcance.
Salió una piba por detrás, le faltaba una oreja y parte de sus pechos, una pata peluda salía de donde debería estar la oreja, Karina petrificada miraba hacía ella, la joven comenzó a trotar con sus blancos ojos mirándola y extendiendo sus manos con un gemir alto, tan solo cinco pasos la separaban
Cuatro pasos…
Tres pasos…
Dos pasos…
Las manos de la adolescente casi tocaban la remera de Karina, pero un empujón hizo que Karina callera hacía un costado, la adolescente siguió con la mirada a su presa que estaba en el suelo, pero unas manos fornidas pasaron por su cuello y otra por debajo de su axila, las mismas comenzaron a apretar.
Karina vio que era el chico desconocido, sujetaba a la adolescente en una típica técnica de reducción, debería ahogarla, asfixiarla, pero no pasaba nada.
- ¡mierda no respira!
Aquellas palabras hicieron dudar a Karina sobre la realidad, sobre la vida.
El joven no tuvo elección más que deslizar su mano hasta su quijada y girarla con fuerza hacía la derecha, un crujido en el cuello indicó que algo se había roto, pronto la soltó y lanzó el cuerpo a otro lado, extendió la mano y levantó a una Karina incrédula por lo que miraba, no reaccionaba.
- ¡Flaca, Mírame!, ¡Flaca!
Karina reaccionó y miró al rostro del joven.
- ¡Salgamos de aquí, rajemos!
El muchacho tiró de la mano de Karina llevándosela de esa macabra escena, mientras corrían hacía algún lado, Karina devolvió la mirada hacia atrás mirando como la joven, que se suponía que estaba con el cuello roto se ponía nuevamente de pie y se agachaba de costado para morder el cuerpo de un señor que casi ya no gritaba, sus cuerdas vocales quizás se abrían roto de tanto gritar por las mordeduras.
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Argentina Zombie
Kinh dịla historia de una joven en el comienzo de un apocalípsis zombie