Prólogo.

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Outer Space Awards 2019 — Participante número treinta y seis. 



—Fecha: 31 de Octubre del 1999. 

—Hora: 12:01 am.

—Lugar: Ottawa, Canadá.


—Es una dulce niña, Zira. Nuestra pequeña. —habló aquel gran hombre con los ojos llenos de lagrimas e ilusión al ver como su pequeña al fin nacía. La emoción era indescriptible para todos ahí, excepto para la madre.

     Esta última no mostraba signos de emoción, solo mantenía una sonrisa indescifrable, la tomo en brazos cuando el médico encargado se la extendió y la miro logrando soltar una dura y fría lagrima.

— ¿Cómo la llamaremos? ¡Dios! Como no pensamos en eso, cariño. —exclamó el padre divertido, acercándose para acariciar la diminuta mano de la infante.

"Lo prometiste, Tzira. Cumple o m..."

—Se llamara Hela Jezabel. Ese será su nombre. —habló con tanta rapidez que incluso logro sorprender al médico que se encargaba de limpiar todo lo que rodeaba a la mujer y a su bebé. —Es un nombre bíblico. Es perfecto para ella. —susurró justo cuando la niña comenzaba un llanto, no uno de alegría al saber que estaba en un nuevo mundo con los que eran sus padres, era un llanto de terror, un llanto que te erizaba la piel. —Lo siento tanto... —esto fue un susurró que solo ella y la nena escucharían, nadie más. Beso su frente y la devolvió a la enfermera que la solicitaba.

...

—Señora Lavoie, puede ir a la zona infantil para ver a su pequeña.

     Se levanto asintiendo a la nada pues dicha mujer había desaparecido, en cuanto sus pies tocaron el suelo fue como si una corriente eléctrica pasara por todo su cuerpo, erizando su piel por completo. Haciendo caso omiso a esa sensación, termino de acomodarse y salió de aquella habitación. Los pasillos estaban solitarios, cosa rara, solo escuchaban algunas máquinas, el aire acondicionado e incluso podían escucharse el golpeteo que provocaban las gotas de agua al caer por la ventilación, o quizás solo era su imaginación.

     Al llegar al gran cubículo donde estaban todos los bebes recién nacidos, visualizo a su pequeña, ya vestida con una muy dulce pijama rosa, estaba plácidamente dormida, al verla no pudo evitar soltar un par de lagrimas más, acaricio su pequeño rostro, manos e incluso piececitos.

—No despiertes pequeña Hela, no vengas a sufrir en este mundo tan cruel. Lleno de criaturas malvadas, ve a un mejor lugar. —pronunció cada palabra mientras se arrodillaba ante la incubadora. Subió sus manos al cuello que no media más de diez centímetros de la niña y lo rodeo con tan solo su dedo pulgar e índice y comenzó hacer presión soltando a cantidades descomunales lagrimas. Lagrimas que quemaban y se convertían en sollozos. —Adiós, mi amor. Descansa en... —no pudo terminar la oración porque la mano que asfixiaba a la pequeña fue arrebatada por un viento extremadamente fuerte, que ardió.

     Sabía que habían llegado, se quedo arrodillada y tomó con su mano libre su mano contraria que ahora se encontraba herida. Le había provocado un corte de quizás unos cinco centímetros.

—Tzira, Tzira. ¿Qué pensabas hacer? ¿Matar a tu bebé? Por los ángeles, ¿eres tan macabra? —esa voz. Esa voz tan benevolente que le había arrebatado hacia tantos años el alma.

— ¿Por qué ella? Sé que me quieres a mí. Llévame, déjala vivir en paz. —se dio vuelta para poder encarar a las dos personas más despiadadas que alguna vez alguien podría conocer.

—Oh, ya no te quiero, no me sirves, eres basura, eres tan inservible como tu primer marido. Y la única razón por la que no te mato en este instante, es porque necesito que seas tú quien la enseñe, y en su momento, me la entregues. —habló tan segura de sí, meneando su largo y cresposo cabello rojizo, tan rojo como la sangre. —Ese es su destino. No morirás hasta cumplirlo.

—Eres tan... tan... —las palabras no salían de sus cuerdas vocales, siquiera podía mirarla a los ojos. Pero algo le extraño, su acompañante había desaparecido desde el principio, juraba haberlo visto, eso no pintaba bien.

— ¿Tan despiadada? ¿Malvada? ¿Maldita? Lo sé. Ahora, te haré un regalo, no, me retracto, este sucio mundo de mortales me hace tan compasiva. Esto es una advertencia para que mantengas tal cual a Hela. —y terminado su discurso, apareció su acompañante, lanzando a su pasar el cuerpo sin vida de su marido y padre de la niña. —Más te vale conseguir otro, sabes, no queremos que esa dulce bebé crezca sin un... hombre ¿no? Sería un pecado una mujer viuda con una pequeña para tu religión.

— ¡Maldita seas! ¡Dios te reprenderá! —aquello que gritó fue suficiente para que una bofetada de parte de la espeluznante mujer le dejara una gran marca en su rostro, una permanente.

—Nos vemos pronto, Tzira. Que tu Dios te cuide de lo que se aproxima. O que mejor lo haga Hela.




Disparador: Categoría de vampiros y suspenso.

[780 palabras.]

Hela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora