En otra vida

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*Escrito para Nari Chan como parte de las actividades del grupo "Shhh... SasuNaru NaruSasu".


*****

Sarah Rogers trabajaba como empleada doméstica en la Mansión Stark y cuando quedó viuda con un hijo pequeño a cuestas, Howard y María Stark le propusieron que se mudara a la mansión con el niño y continuara así su trabajo. De esa manera Steven G. Rogers comenzó su vida ahí. Trataba de ayudar en lo que pudiera dentro del lugar a pesar de los constantes comentarios de Howard sobre que debería enfocarse en estudiar. El hombre podía parecer estricto a veces, pero se preocupaba mucho por Steve cuando éste enfermaba (no gozaba de muy buena salud) e incluso contrató a un tutor privado para que no perdiera tantas clases.

El escuálido Steve tenía diez años cuando nació Anthony E. Stark, el heredero de toda la fortuna familiar. María y Sarah sonrieron cuando el rubio cargó al bebé por primera vez, ya que había estado asustado ante la idea de que pudiera lastimarlo. Lo más gracioso fue que Howard parecía más aterrado que el propio joven cuando colocaban al pequeño en sus brazos.

-¡Steve!

Con apenas tres años, Tony corría de inmediato hacia el chico cuando lo veía regresar de la escuela. Steve siempre sonreía y lo recibía gustoso. Combinaba sus deberes con cuidar del niño a pesar de que sus padres lo regañaban por querer toda la atención de Steve, ya que con él Tony en realidad se portaba bien y no le hacía travesuras como a las numerosas niñeras que ya habían renunciado a cuidarlo.

-Comamos algo y luego podremos jugar un rato, ¿de acuerdo, Tony?
-¡Sí!

Steve Rogers tenía catorce años cuando su madre falleció. Estaba muy agradecido con los señores Stark por hacerse cargo de los gastos médicos y funerarios. Ellos siempre habían sido buenos con él y su madre, pero no podía pedirles nada más.

-Ni hablar –protestó Howard Stark cuando el chico terminó de hablar-. No voy a permitir que seas llevado a algún orfanato o un hogar sustituto.

-Pero señor...

-Hablamos con Sarah y ella aceptó dejarnos tu custodia, Steve –dijo María en tono conciliador-. Tú y tu madre han sido parte de nuestra familia desde hace años y no vamos a arrojarte a la calle ahora que ella ya no está.

-No me sentiría cómodo permitiendo que me mantengan. Puedo salir adelante solo, en serio.

Desafortunadamente sus palabras no causaron impacto porque comenzó a toser, su asma se había agravado un poco durante los últimos días de su mamá. Howard se le acercó de inmediato y le tendió un inhalador.

-Sabíamos que dirías algo así, de modo que te propongo un trato: puedes ayudar a Jarvis con la mansión y cuidar de Tony, así que ya no pienses que serás una carga para nosotros, ¿de acuerdo?

-... Está bien, señor Stark.

El rubio podía afirmar que durante esa época tan dura salió adelante debido a la alegría y cariño de Tony. El niño no entendía del todo la muerte, pero no le gustaba ver a Steve triste y por eso buscaba la manera de animarlo. Gracias a esto Steve descubrió que Tony era un genio, ya que el pequeño de cuatro años le construyó una especie de robot con partes que encontró en el laboratorio de su padre. En sí era solo un muñeco que no hacía nada, pero el adolescente agradeció tanto el gesto que prometió conservarlo siempre.

Desafortunadamente la salud del joven Rogers comenzó a empeorar cuando tenía diecisiete años. Todas las enfermedades que lo habían aquejado desde su nacimiento parecían estar cobrando factura y los médicos no encontraban cómo curarlo.

-Steve va estar bien, ¿verdad? –sollozaba Tony a su mamá mientras sujetaba la mano del rubio

-No lo sé, cariño, pero haremos todo lo posible –respondió ella, no queriendo mentirle con promesas que no sabía si podrían cumplir

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