"Cuentan los druidas más antiguos, que el Dagda, Padre de todas las cosas y todos los seres, líder de la Quinta Orden de habitantes de Éire, los Tuatha Dé Danann, puso en el vientre de la fértil Madre Boann una semilla prohibida a espaldas de su legítima esposa. Y el Dagda, que todo lo ve y todo lo comprende, decidió que su criatura crecería para convertirse en el reflejo del mismo sol que nutre y da vida. Ordenó entonces al Señor de los Cielos, que durante los nueve meses que durase el embarazo, el sol no bajará ni una sola vez a esconderse. Y así fue: la luz intensa protegió el vientre hinchado de la Madre, quien entonces concibió y dio a luz a su hijo en el mismo día.
El Dagda vio al fruto de quien había sido su mujer por una noche, y anunció la celebración que duraría tres días y tres noches, porque los besos de su hijo se convertían en pájaros que hechizaban a todo quien oyera su canto, anunciando que estaba destinado a reinar los corazones de los jóvenes incautos. Porque la Madre Boann que hace correr los ríos y nutre la tierra con sus aguas, había nacido al Dios del Amor, y sería criado allí, en Brug na Boinne."
Despierta con una fina capa de sudor helado cubriéndole el rostro. Mira a su alrededor una, dos y tres veces, como si intentase buscar respuestas en las paredes igualmente frías. Asume que sigue en su habitación, aunque bien podría encontrarse en una copia exacta de su entorno diario y la misma despersonalización que le sacude el cuerpo se encargaría de hacer que todo le parezca ajeno. Una vez más, ha vuelto a soñar con él. Ya ha perdido la cuenta de todas las noches que ha encontrado su rostro cuando cierra los ojos, de día, de noche, en cualquier momento.
Se permite alejarse de la realidad un poco más, concentrándose en la imagen difusa que su subconsciente le regala por unos minutos tras despertar. Estaba allí, justo a su lado, sentado con delicadeza mientras sus manos de dedos largos, delicados, tocando una delicada arpa de plata, casi como si acariciara sus cuerdas, o incluso como si el instrumento fuese una extensión más de su grácil cuerpo.
Cuando intenta concentrarse en la dulce melodía de la música en su paraíso onírico, o incluso en la piel que se siente desesperado por acariciar, la carroza da un salto al pasar sobre una roca, y se ve casi catapultado a la lucidez una vez más. Se encuentra recostado sobre las piernas de su madre, quien le acaricia el cabello mientras observa con ojos ausentes el paisaje que se mueve por la pequeña ventana a la altura de su rostro. Decide incorporarse lentamente, pero al hacerlo, una puñalada de dolor parece perforarle el cráneo. Suelta un ronco quejido, que alerta a su madre en seguida.
— YiFan, — le dice con dulzura, sintiendo su temperatura con el dorso de su mano, siempre fresca como un arroyo. — ya sabes que no deberías moverte tan bruscamente.
Él solo puede asentir y volver a entrecerrar sus párpados, aunque siga completamente despierto. Sabe que su aspecto es patético, porque ha sido de este modo por dos años seguidos. Los labios resecos y rotos, la piel tan pálida que parece la de un cadáver, ojeras profundas enmarcando un par de ojos grises desprovistos de toda luz. Dos años lleva casi sin comer, porque su cuerpo rechaza todo lo que sobrepase un poco de agua y fruta fresca. Dos años en los que su cabeza le atormenta con dolores intermitentes e intensos, con cada fibra muscular ardiendo. YiFan está enfermo, y no ha habido un druida en todos los dominios de su padre que logre aliviar sus síntomas. Meses pasaron antes de que relacionarse su condición con la única constante en su día a día: ver el rostro misterioso de un muchacho sentado a su lado cada vez que lograba conciliar el sueño.
En primera instancia, sólo era un dulce rostro observándole, como si una de las Faeries más antiguas le cuidara desde el mundo de los sueños. Y eso pensaba su madre cuando le contó sobre sus sueños recurrentes, pero él sabía que no, que era algo totalmente distinto. Lo entendió pronto y lo tiene más que claro, desde que identifica el dolor abrasador en su alma cada vez que despierta y se ve una vez más envuelto en cualquier sentimiento que no sean los brazos etéreos de aquel chico.
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Samhain > KrisHan
Fanfiction"Cuentan los druidas más antiguos, que el Dagda, Padre de todas las cosas y todos los seres, líder de la Quinta Orden de habitantes de Éire, los Tuatha Dé Danann, puso en el vientre de la fértil Madre Boann una semilla prohibida a espaldas de su leg...