Hace dos años aproximadamente, hubo un suceso que marcó la vida de la familia Fozworth para siempre. Sandy la pequeña, e hija única de la familia, correteaba por las habitaciones de su nueva casa, en Michigan, observando con mucho detalle cada uno de sus rincones, muy contenta por lo que veía. Sus padres le habían construido un pequeño parque en la parte trasera de la casa, a petición del sexto cumpleaños de Sandy, que había sido varios días atrás.
-¡Mamá, me voy al parque!-gritó la pequeña soltando todas sus maletas en el suelo de su habitación y precipitándose hacia las escaleras.
-Está bien cariño, ven cuándo tengas hambre, te dejaré la merienda en la mesa del salón.
-¡Valeee!-gritó antes de salir por la puerta trasera hacia el jardín. Aún no lo sabía visto, su curiosidad era inmensa, anhelaba mucho un regalo propuesto por ella, sin que fuera una sorpresa, cómo sus padres, normalmente, se los hacían.
Se quedó maravillada con su nuevo lugar de juegos. Era un parque hermoso, había una fuente con dos ángeles en la parte de arriba que soltaban agua hacia abajo en forma de cascada, a su alrededor, un camino de tierra, rodeado de verde y espesa hierva que no superaría los cinco centímetros de alto. El camino llevaba a la entrada del parque, vallado con tablas blancas. Dentro del parque había tres balancines, un columpio, un tobogán, una pequeña fuente en una esquina para beber agua y un pequeño armario en el que se guardaban innumerables bolsas de patatas fritas, frutos secos, palomitas, gusanitos… La niña recorrió el lugar maravillada por lo que sus padres le habían construido. Jugó en él por varias horas, pero se empezaba a aburrir… Sin un amigo con el que jugar se solía cansar muy rápido de las cosas, por suerte, en dos días iba a comenzar a ir al colegio y pronto haría muchos con los que compartir su jardín. Corrió hacia la cocina a por su merienda, jugar tanto le había dado hambre. A lo lejos vio un gato y frenó en seco, era alérgica a los gatos, si se le acercaban mucho se ponía muy mal, y por ello, sus padres la habían enseñado a no acercárseles. El gato se le acercó poco a poco, maullando y ronroneando con ternura. Sandy comenzó a retroceder poco a poco.
-No te me acerques gatito…-dijo temblorosa, la última vez que se había acercado a uno de ellos había acabado en el hospital. El gato se le seguía acercando y Sandy se estaba empezando a desesperar-¡Vete!-gritó en un intento de ahuyentarlo, pero en vez de eso, el gato comenzó a acercársele más rápidamente. Sandy dio un grito ahogado y empezó a retroceder más rápido, con la mala suerte de que su pié quedó enganchado en un agujero. Dio un prolongado chillido de dolor, se le había torcido y le dolía mucho pero el gato seguía acercándosele.
Sus padres, al oírla gritar corrieron al jardín. Al verla allí, llorando y diciéndole a un gato negro que se alejase de ella. Albert (su padre) ahuyentó al gato en menos de un segundo y corrió hacia Sandy que seguía llorando por el dolor y el miedo.
-Tranquila cariño-la intentó tranquilizar mientras le daba un cálido abrazo. Le aterraba que a su hija le pudiese pasar algo alguna vez, ella lo era todo para él.
-¡¡Albert!!-gritó Jessie (su madre) que se acercaba a una velocidad increíble-¡saca a la niña de ahí! ¿Es qué no ves que tiene el pié dentro de un agujero? ¡Sácala, que a lo mejor se ha hecho daño!-se acercó a su hija y la agarró por uno de sus brazos, preparada para sacarla de ahí. La niña gritó al posar el pié en el suelo nuevamente.
-¿Te duele mucho princesa?-preguntó su padre cogiéndola en brazos.
-Sí, papi…-sollozó en el hombre de Albert que miraba a su mujer preguntándole con la mirada que debían hacer.
-Lo mejor será, ir adentro a ponerle hielo. Seguro que se lo ha torcido, si para mañana le sigue doliendo la llevamos al hospital de urgencias-contestó su mujer con semblante preocupado y sin apartar los ojos de la pequeña.
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El Alma De La Niña
HorrorHISTORIA CORTA: Una niña espera tranquila y pacientemente a alguien en las penumbras de una casa...