Desde muy chiquita me enseñaron cientos de valores, ideales, estereotipos y leyes que eran indiscutibles. Nunca tuve el valor de contradecir estos esquemas, nunca me había dado una oportunidad de cuestionarme si esto era correcto o no, si era lo que yo quería en mi vida, si valía la pena seguir todas las reglas que una sociedad esquematizada e hipócrita sentenciaba.
Sé que muchos de nosotros que estamos hoy en día existiendo entre todo este caos, nos crearon una caja de cristal en la mente, nos clasificaron, nos empacaron y nos enviaron al mundo de la realidad desnudos y, con muchos errores y fallos en nuestro disco duro.
A menudo escuchaba la frase "todo pasa por algo", a veces ese "algo" tiene nombre, tiene sentido y tiene un fin crucial. Ese "algo" que de repente llega a modificar y romper todas las barreras. Una revolución implacable que no deja una mente sin cuestionar. Esa revolución un día normal y corriente apareció frente a mí y logró derrumbar todo lo que alguna vez metieron inválidamente en mi tarjeta de memoria y que ahora reinicié por completo.
La mayoría de los niños y jóvenes crecemos rodeados de estereotipos inútiles, prejuicios que terminamos llevando a cabo sobre otras personas, realidades alternas y esquemas cuadrados sin sentido. Muchas veces algunas personas no logran terminar abrir sus mentes para ejecutar una mejor calidad de vida, para que nuestra sociedad llegue a progresar... Siempre sostuve que en esta problemática no son ellos los culpables, sino sus formadores.
¿Cuántas veces hemos escuchado a una madre decirle a su hija mujer que no debe jugar con un auto de juguete? ¿Cuántas veces vimos como un padre humillaba a su hijo por llorar "como una niña"? ¿Por qué mamá me cuestiona juntarme con mis amigos hombres? ¿Por qué el padre de mi amigo lo felicita por llevar a casa a una mujer diferente cada mes y a mí no me dejan verme con ningún chico?
Hablamos de discriminar cuando existe un trato diferente o perjudicial a otro individuo cuestionando sus creencias, costumbres, forma de vida, gustos, religión, etc... pero ¿por qué no nos damos cuenta que tal acto lo venimos sufriendo desde el día que nacimos?
Que si no uso faldas, soy un hombrecito. Que si no me siento con las piernas cruzadas, soy una desubicada. Que si me gusta quedarme en mi casa los viernes, soy una rarita. Que si no voy a juntadas, soy una antisocial. Si voy a misa, soy una hipócrita. Que si me gusta tomar alcohol, soy una mala influencia. Si disfruto de tener relaciones sexuales, soy una puta. Si insulto, soy una maleducada. Que tenga cuidado con mi forma de actuar en público, no vayan a pensar que soy una cualquiera. Si me vi con alguien por primera vez y disfrutamos, soy una regalada, una fácil. Vivo, viven y viviremos a base de todo este sufrimiento.
¿Por qué piensan que esto no influye? ¿Qué si tengo un carácter fuerte todos estos insultos no me lastiman? Obviamente no es así, pero prefiero amoldar mi vida a lo que la sociedad pide a hacer lo que me gusta y recibir kilos de segregación.
Desde mi punto de vista me parece algo inhumano dejar que el resto de las personas decidan sobre mí, sobre todos nosotros y nosotras. ¿En serio preferimos callarnos a ser juzgados? ¿Las mujeres realmente se tienen que aguantar años y años de abusos y maltratos por miedo a denunciar? ¿Los hombres homosexuales realmente son echados de bares por amarse en público? ¿En serio tenemos que dejar que la iglesia, el estado y miles de personas sin argumentos coherentes decidan sobre nuestra maternidad? ¿Por qué estamos obligadas las mujeres a salir a la calle temblando y rogando llegar vivas a nuestro destino? ¿Por qué nos obligan a ser producto de consumición para los hombres? ¿Por qué todo es así?
Los jóvenes estamos muy asustados, aterrados observando cómo nos está consumiendo la locura de este mundo, como nadie hace nada apara poner el caos en su lugar, vemos a diario como el poder está gobernado por gente inútil, como los educadores confunden valores y normalizan la discriminación y como nuestros padres nos enseñan a tener cuidado en vez de educar al malo.
Los prejuicios que más nos afectan son los que vienen por parte de los mayores. Por parte de los que no les cabe en la cabeza ver como gritamos por nuestros derechos, como protestamos por un bien común, como no dejamos que el abuso de poder nos intimide, los que dicen que todo lo que hacemos es por fama. Pero lo que no entienden es que no es una moda ser feminista, no es una moda apoyar a la comunidad LGBT, no nos estamos haciendo ver por ser homosexuales, no somos exageradas por gritar que nos están matando, no somos unas perseguidas por temer de los hombres y mirar hacia todos lados cuando caminamos solas por la calle, nadie exagera cuando dice que la sociedad está arruinada.
Cuando yo logré abrir los ojos frente a todas estas problemáticas me di cuenta que nadie está a salvo. Ni por ser hombre, ni por ser mujer, ni por ser nadie vivimos en tranquilidad. Si sos hombre te van a juzgar por lo que hagas y/o dejes de hacer, si sos mujer van a pasarte por encima y no respetaran tus derechos. Nadie logra tener seguridad, algunos están más propensos a otros. Las mujeres estamos más expuestas a la discriminación y los abusos lamentablemente.
Los avances son casi inexistentes. Las personas mayores están cada vez más convencidas de que estas temáticas son solo exageraciones y les quitan importancia.
Diariamente cuando salgo a la calle me entristezco de ver tantos hombres abusando de la libertad y tranquilidad que las mujeres merecen. Gritos, silbidos, manos, palabras innecesarias y cientos de aprovechamientos que afectan la parte psicológica y moral de todas nosotras.
Me pongo a meditar y sigo sin poder comprender como llegamos a semejante nivel de diferencia entre un género y otro. Como nos han llevado a ser un objeto de comercio ante el sexo masculino. ¿Por qué nuestro único deber es satisfacerlos? ¿Por qué siguen comprando una industria donde normalizan las violaciones en sus videos?, donde el miembro del hombre es el centro de atención y donde la mujer es una fuente de deseos a la cual solo piden y piden y nunca devuelven. Ver industria porno donde las mujeres son abusadas, maltratadas, violadas y hasta asesinadas ya no es una locura para muchos, es una fuente de excitación, es algo normal. Eso lleva a que miles de niños que están entrando en la edad del deseo consuman eso y comiencen a crear una imagen de las relaciones sexuales muy distorsionada y equivocada. Donde vean que golpear una mujer es excitante, que no preguntar lo que desean es bueno, que lo único importantes es finalizar. La normalización de todo esto sintetiza todo, las mujeres ya no somos una persona, sino un objeto en todo sentido, sin dimensión de todo lo que sentirse así conlleva.
Siempre volvemos a lo mismo, la mal formación. La oportunidad casi inexistente que los padres les dan a sus hijos de abrir los ojos y caer en que lo más importante es saber sobre estos temas , saber reconocerlos, dominarlos y tener la valentía de pararlo. La cantidad de veces que vemos como normalizan los actos de exclusión, burla, machismo, homofobia, o cualquier tipo de discriminación los educadores en nuestros colegios, clubes, grupos, etc. Las veces que estamos comiendo en familia y dejamos que existan comentarios o actitudes donde el patriarcado domina o las fobias hacia lo "anormal" actúan, (sabiendo que la normalidad no existe).
Hoy en día donde discriminación ya no es una palabra, sino un estilo de vida, una costumbre que vemos como "normal" en nuestras vidas diarias, y que la única esperanza que le podemos dar es educar, formar y corregir esas tarjetas de memorias dañadas. No importa la edad, el sexo, el ámbito o el poder adquisitivo, la discriminación existe en todos lados y lo único que queremos es erradicarla para poder respirar tranquilos y tranquilas.
Dejemos de ver como revolucionarios, violentos, amenazantes y alocados a todos esos grupos que quieren cambiar la realidad. Dejemos de oponernos a todo lo nuevo y apoyémoslo. Dejemos de dividirnos en "en contra de" o "a favor de". Cortemos con las rivalidades entre lo que es preferible o no. Cuando las personas logremos entender que no es estar de un lado o del otro y logremos proponer un fin común, las realidades comenzaran a ser iluminadas.
Pongámonos un segundo en los zapatos del discriminado. Observemos como lo miran, lo que dicen de él o ella, como llora cuando esta solo/a, como tiembla cuando se siente amenazado/a, cuanto desea terminar con todo es dolor y tristeza, lo que daría por despertar un día y ser todo lo que nosotros queremos ver, como se siente acorralado entre seguir o renunciar, los traumas que carga por lo que ha vivido, como toma la peor decisión de su vida por escapar de todo lo que le ocasionamos... Ahora en vez de seguir mirando, tomemos la iniciativa de cortar con todo eso. Cambiemos nuestras costumbres y miremos al que tenemos al lado. Pensar que con solo una actitud tan pequeña cambiamos su perspectiva. Terminemos con toda esta locura, enseñemos y corrijamos al que se equivoca; y al dañado démosle la mano. Poco a poco la realidad se ira aclarando, solo queda cambiar nuestra mente. Reiniciemos nuestro disco duro y modifiquemos al mundo.