Creo fielmente que los momentos son efímeros pero infinitos, no recuerdo con certeza la última vez que le dije «Te amo» a mi padre, el tiempo es tan lento otros días varía y es fugaz; como el corazón, amar lento y disfrutando puede ser algo que se disfrute demasiado, pero siempre está esa necesidad de chispa de volver a sentir esa euforia, esa incertidumbre del mañana, de anhelar cosas, de no poder conciliar el sueño, el reencontrar ese impulso que te haga despegar, que te haga sentir, que te haga vivir.Tan sutil y cabrona es la vida que cambia de rosado a violeta, de alegría a una tristeza violenta, de juguetes a vicios, y en los casos más desafortunados de carcajadas a disparos.
Lo vacío que uno se puede sentir en un instante es impresionante, es como un violín sin cuerdas o un poeta sin letras. Será correcto la vida sin cambios, ¿será que debo menguar mi amor para que la tristeza me traiga cosas mejores? ¿debo pasar el otoño para disfrutar de la primavera? Pero qué podría hacer si me agrada más el otoño, ¿acaso no puede haber espacio para lo menos indicado? ¿o es que me he acostumbrado a mis propias estaciones? Quizá debo emprender mi viaje en un reencuentro conmigo mismo, hacía el pasado o hacía el futuro, ¿qué será más difícil de mirar? No estoy entre la espada y la pared, estoy en un ahogo en el cual debo tomar un camino que me ayude a respirar, a vivir de nuevo, a conocerme, pues de lo tosco ya ni me reconozco.
Desde cuándo al mirarme al espejo en las mañanas me preguntó si me veo bien, desde cuándo he empezado a preocuparme por eso... Pero la verdad es que no me puedo preguntar, pues nunca he dejado ese miedo, quizá por eso deba mirar al pasado rápidamente para afrontar el duro invierno del futuro para volver a mi primavera llena de lo que llamamos felicidad.