Capitulo II: las melodías del piano

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Lugar: castillo.

Zona: cuarto de música.

Wolf caminó junto a ella, y denotó su vestimenta blanca como el marfil de los pilares del cuarto, mientras estaba a oscuras, podía escuchar pisadas en el fondo de la habitación, que le dejaba una sensación algo incomoda. Entonces, sintió como si le revisaran lo bolsillos—. Debes tener algunos fósforos —aseguró Delie, metiendo la mano en sus pantalones de cuero rustico.

—Delie ¿¡Qué estás haciendo!? —le preguntó, al sentir como lo pellizcaba en la espalda, que le hacía poner los ojos como platos—. ¡Eso duele! —tenía la nariz enrojecida como un tomate, mientras se tocaba la espalda—. ¡Princesa no toques eso!

—Perdón... Sabía que tendrías cerillas, y unos... —Delie al pisarle el pie con rabia—. ¿Estás bromeando? ¿¡Como puedes tener algo así!? —Le regañó, mostrándole la caja de cigarros que estaban abiertos, por eso se podía percibir su horrible aroma.

Wolf estaba asustado con una sonrisa incomoda—. Pero... pero... —Comentó con nervios, sintiendo su mirada de enfado—. No son míos.

Por otro lado, Delie resonó el piso del cuarto, y le aclaró en voz alta—: ¡enserio! ¡te destrozas los pulmones con esto! —se los mostró con el puño cerrado—. ¡Esto es malo!

—Esos no son míos —lo dijo como escusa, mientras ella le daba los fósforos con un pequeño empujón—. ¡En fin! Solo usa las venditas cerillas —replicó Delie con voz amarga, fijando la mirada en sus ojos azules.

—Ya voy —le dejó en claro, intentando no chocar con los instrumentos o las columnas de la habitación—. Sabes que es difícil buscar en plena oscuridad, ¿cierto? —preguntó Wolf, observando la sombra de un antiguo escritorio, donde reposaba una especie de velón blancuzco—. ¡Eso está mejor! —terminó de encender los demás velones con los cerillos.

—Si, está mejor —le comentó Delie, mirando la esperma blanca, que parecía petrificada por el tiempo—. Ahora faltan las de los pilares junto al piano —aseguró, denotando el blanco marfil de aquel instrumento, que brillaba como sus ojos verdes.

Wolf encendió los demás velones, y en pocos segundos; la habitación se ilumino casi por completo, donde denotó los grandes ventalles en el fondo, recubierto por cortinas rojizas; que se movían por las corrientes de viento. Hasta en el suelo se veían los alfombrados, que relucía con aquellos patrones de rosas, blancas como el vestido de la princesa—. Este lugar es muy bonito —aclaró ella, al sentarse sobre el piano de marfil.

—Debe ser uno de los mejores del cuarto —comentó Wolf, al mirar sus ojos color esmeralda, que deslumbraban como estrellas—. Pero no es el mejor que he visto. —Solo observó sus teclas llenas de polvo y suciedad.

—¿Cómo? —dijo con voz preguntona, al verlo apoyarse en la cabecera del piano—. ¿Hay otro mejor? —Levantó la mirada con intriga, al sentir como encimaba su mano. Pero Wolf se la quitó rápidamente, mientras le contó con inseguridad—: en el templo donde vivo, mi padre solía tocar un piano muy grande, llamado órgano, pero nunca me dijo donde esta. —Se le aguaron las iris de tristeza.

—No llores, lobito. —Le comentó Delie, al secarle las lágrimas con sus manos que, al mismo tiempo, le hacía contacto visual con sus ojos verdes—. Estoy seguro que tuvo una razón.

—Gracias, por hacerme sentir mejor —aclaró Wolf, al levantarse con un suspiro del piano—. Te prometo que cuando lo encuentre, voy a invitarte al templo. —Sujetó su mano con delicadeza.

—Hablando de promesa, tengo que mostrarte el instrumento nuevo de mi padre —aseguró ella, mientras jugaba con su cabellera negra, que resplandecían con la luz de las velas—. Debe estar en el último cajón del escritorio.

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⏰ Última actualización: Jul 11, 2019 ⏰

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