Deméter

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Toda su vida ha sentido vivir la vida de otra persona.

Se miraba en el espejo del tocador mientras todos sus miedos la consumían. 

Deméter, seguía mirando su reflejo, sus ojos tan verdes parecidos al oscuro bosque, con un deje de tristeza en ellos, labios carnosos, nariz bulbosa y un poco respingada, rostro rectangular, su cabello rubio con algunos tonos marrones caía libremente sobre sus pechos mientras ella lo cepillaba.

Trato de sonreír frente al espejo pero parecía más una mueca que una sonrisa verdadera. Se quedó observando su piel pálida, tan suave como la porcelana mientras su mirada viajaba hacia su omóplato derecho, tenía una marca parecida a un ave ardiendo en fuego, poseía unos tonos anaranjados ascendiendo a rojo intenso; podría pasar fácilmente por un tatuaje pero no lo era.

Examino su habitación observando cada detalle, las cortinas que cubrían el hermoso ventanal que daba vista al tupido follaje del bosque, a pesar de estar cerradas, la habitación lucia alumbrada por la luz exterior, su cama pulcramente tendida con aquel edredón bicolor, azul y verde que parecía que ambos colores se fundían, era bonita, su madre se la había obsequiado el invierno pasado. En ese entonces decidió pintar ella misma las paredes de su espaciosa habitación. Cada pared la pintó con las características de las cuatro estaciones del año.Siempre había sentido una extraña conexión con la naturaleza, con la vida que fluía en cada partícula existente que era casi imposible obviar. Al lado del ventanal había un pequeño y cómodo sillón morrón en el cual se sentaba a leer todas las tardes. El inmenso librero se encontraba incrustado en la pared a su lado derecho. Se puso de pie observando su ropa, ya casi era hora de ir a la escuela. Era su ultimo.

Todos los recuerdos evocados de su infancia le parecían una mentira.

Ella los amaba a pesar de todo, siempre han estado ahí para ella. Hace dos días sus padres le narraron la historia de como la encontraron en medio del bosque dormida en una pequeña canasta tejida a mano; y como regresaron todos los días al mismo lugar con el propósito de encontrar a alguien buscándola, un indicio o señal de la persona que dejo a tan preciosa bebe sola en ese inmenso bosque.


Era casi el final de su último año escolar, prontamente su cumpleaños número dieciocho Hace dos días, quienes ella creyó que eran sus padres le contaron que la acogieron después de encontrarla en medio del bosque dormida en una pequeña cesta de metal. Sentía una extraña conexión con la naturaleza, con la vida que fluía en cada partícula existente que era imposible obviar.

 Miró alrededor de su habitación observando cada detalle, las cortinas que cubrían el hermoso ventanal que daba vista al tupido follaje del bosque, a pesar de estar cerradas la habitación lucia alumbrada por la luz exterior


— ¡Deméter! El desayuno está listo, baja mi niña por favor.—  Vio su rostro por última vez en el espejo y bajó corriendo por las escaleras. Nora estaba sirviendo los panqueques cuando ella se sentó en el desayunador.

Su madre Nora tenía un hermoso cabello castaño y lindos ojos color miel, con su piel bronceada, cuerpo curvilíneo y pocos indicios de arrugas en su rostro.

Su madre la miró con tristeza, sintiendo culpa por ver tan inmensa tristeza incrustada en esos bellos ojitos. Nunca dejaría de ser su niña.

—¿Dónde está papá? —Preguntó de pronto. No lo había visto desde la noche anterior, no cenó con ellos, no se sentía bien del todo.

—Se fue al trabajo temprano, le avisaron por correo que ya habían llegado los materiales para hacer unos planos para la reestructuración del edificio que está remodelando. — Su padre era un excelente arquitecto y le encantaban todos los trabajos referentes a lo que era la reestructuración de edificios antiguos.

Ha vivido toda su vida en Asturias, una comunidad autónoma uniprovincial del noroeste de España.

Su padre construyó para su madre Nora una hermosa casa adentrada en el bosque Muniellos. En la casa donde vivía hasta hace dos días felizmente ignorando su verdadera realidad.

Su madre le decía siempre que su llegada había iluminado su vida. Ambos le reiteraban innumerables veces que la amaban; aun así, Deméter sentía que le faltaba algo.

Viendo su reloj tomó la tostada que su madre le había preparado y bebió un sorbo de jugo de naranjas; saliendo de prisa, Deméter se despidió de su madre. Tenía que llegar a la escuela, eran los exámenes finales, ya pronto iniciaran las vacaciones de verano. Se despidió de su madre, Nora.

Emprendió su viaje hasta la escuela con su mochila en la espalda. Mientras atravesaba el bosque Muniellos; podía sentir el viento rozar su cara en una leve caricia. Sentía la vida fluir en ese lugar que era desde mucho tiempo atrás parte de ella. Los altos árboles rodeando todo el lugar, todos en diferentes tonos de verde y otros colores que le daba vida al paisaje, el agua cristalina del pequeño arroyo que tenía que atravesar para poner salir de tan mullido bosque. Siguió caminando mirando hacia todas partes. Por alguna razón siempre se sentía observada, la vitalidad del lugar la hacía ser consciente de todo lo que le rodeaba. Empezó a correr sintiendo el aire húmedo de la mañana. Agarrando los lazos de su mochila para equilibrar el peso de esta, corría más deprisa esquivando como de costumbres las raíces que sobresalían por el pequeño sendero hasta llegar a la parada del autobús escolar más cercana. diez minutos después el autobús hizo su parada. Subió mientras las puertas amarillas se separaban para dejarla entrar. Saludo a la señora que conducía con una sonrisa y cambió el gesto mientras empezaba a mirar los rostros de algunos de sus compañeros.

La única persona con la que podía contar era con Daisha; la conocía desde el jardín de niños.

Conoció a Daisha su primer día en el jardín de niños. Ese mismo día, Daisha observó a Deméter tocar una gardenia roja marchita, esta resurgió de la muerte ocasional en la que se encontraba solo con su toque. Cuando le pregunto que había hecho, Deméter solo contesto:

— Son mis favoritas—mientras encogía sus hombros. Hacían ya de eso doce años y para Deméter era imposible recordar ese episodio de su vida por mas intentos que su amiga hiciera para que lo recordara, aun así, evita por todos los medios tener contacto con los árboles y plantas; las prefiere pintadas en las paredes de su habitación.

Con el paso del tiempo se hicieron buenas amigas.

La buscó con la mirada hasta que la vio sentada en el último haciendo a su derecha; Daisha gesticuló con la mano para que se acercara, caminó por el estrecho pasillo del autobús hasta sentarse a su lado.

Daisha era hermosa, a su manera, poseía unos expresivos ojos almendrados, cabello castaño, boca en forma corazón y unos divertidos hoyuelos en sus mejillas; y poseía  contextura física normal.

Deméter emprendió su camino por el estrecho pasillo del autobús hasta sentarse al lado de Daisha. Gesticulo un saludo para su amiga y ambas permanecieron en silencio escuchando el bullicio en el autobús. 

 — Te estuve llamando toda la noche, nunca respondiste a mis llamadas. ¿Qué pasó, tu celular está averiado?

Sintió deseos de mentir desganadamente pero no se sentía lo suficientemente fuerte para hacer lo mismo que sus padres, ocultar cosas; así que por el momento dijo una verdad a medias.

— Tuve una reunión familiar, ya sabes, de esas que tenemos cada cierto tiempo para contar cosas que al final terminan hiriendo a mis padres o a mí, como esa vez que les conté que quiera tomar clases de ballet pero ellos decidieron por mi y al final me inscribieron  esas tontas clases de defensa personal.

 — Entiendo. Puede que sean un poco insistentes pero por lo menos se preocupan por ti, a mis padres ni siquiera les importa a donde donde voy o que hago en mi tiempo libre, considérate afortunada. Podría durar perdida mas de veinte cuatro horas y no se darían por aludidos.

 — Lo siento, te contare los detalles después. Estoy harta de mentiras y de que me oculten cosas.

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⏰ Última actualización: May 09, 2020 ⏰

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