- P R Ó L O G O -

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Sabes que una historia será muy buena y un éxito total cuando te atrapa desde la primera palabra, la primera frase o el primer párrafo. Por eso, hay que ser muy astuto cuando vayas a hacerlo; así que espero mi comienzo sea de tu agrado. Si no... Ah, bueno, lo intenté. No me culpes, la escritura no es mi fuerte.

Voy a omitir todo lo obvio: despertar, asearte y comer, ¿por qué? Sencillamente me da demasiada pereza narrarlo —ya ven porqué no se me da para nada esto de escribir— así que lamento derrumbar tus esperanzas de toparte con una historia que describa el día a día de una persona. Además, ¿para qué contar y describir acciones que realizas tú todos los días? Flojera. Aburrido. Así que mejor voy al grano —como me encanta— y provoco que te caigas de culo de tu silla o de la cama con lo que leerás, tal cual como me pasó a mí cuando lo viví.

Porque sí, esto no es un cuento ni vida paralela que se me haya ocurrido en una noche de insomnio. Yo viví este infierno en carne propia. 

Entonces, ¿estás listo? Como no puedo leer tu mente, asumiré que sí. Me importa un comino si dijiste que no. 

Okey, okey, estoy dándole muchas vueltas por lo que estarás pensando que te estoy tomando el pelo, pero no. Todo a su tiempo, ¿vale? Así que bueno, voy al grano.

Para colocarte en contexto: era Julio y mi promoción de secundaria nos estábamos graduando. Hasta ahí todo bien y todo bonito, ¿verdad? Y es que no les miento, lo fue. Era un día perfecto, incluso di el discurso final porque fui la estudiante con mayor promedio y todo el protocolo, pero algo no andaba bien. Así que el día dejó de ser catalogado como perfecto instantáneamente.

Ahora, ese algo vamos a cambiarlo por alguien, sí. Mi novio.

Okey, Dorek no era el mejor ejemplo a seguir en términos de puntualidad, en realidad era todo lo contrario. Siempre le encantó eso de llegar tarde a lugares y salirse con la suya en cada situación que la vida le deparase. Incumplía leyes, se fugaba de la correccional y la escuela lo expulsó unas dos veces en los últimos tres años. Sin embargo —y creo que ahora entiendo— terminaba volviendo. Siempre, siempre ganaba. Y ni hablar de mi familia, mi muy juzgativa y ricachona familia. Lo detestaban a muerte y es que, ¿cómo no? Era un fugitivo de la justicia de baja clase que corrompió a su hijita. Aunque lo importante era que yo lo amaba y todo el cuento de hadas, así que me valía tres hectáreas de mierda lo que ellos y la sociedad pensaban de nuestra relación. Volviendo, la ecuación matemática de la graduación estaba incompleta: faltaba él entre los graduandos.

Así que yo misma denominé a Dorek como la variable independiente.

¿Lo peor de todo? Fui tan patéticamente ingenua —estúpida en realidad— que pensé en cualquier ridiculez menos en la tremenda metida de pata que ese renacuajo me hizo. Supuse que se había enfermado por tanto licor que habíamos bebido la noche anterior; o tal vez no estaba de buen humor para soportar los comentarios sarcásticos de mis padres con respecto a las pocas oportunidades de un futuro estable para su hija. No me creerán pero, ¡hasta pensé que literalmente le había caído un rayo encima! Se los juro, cuando se trataba de Dorek... Todo, todo era posible.

En serio, lo llegué a creer. Es que ¿quién en su sano juicio faltaba a su acto de graduación luego de tanta guerra con la escuela? Era el momento preciso para demostrarle no solo a la sociedad sino a él mismo, lo grande y exitoso que podría llegar a ser. Mi muchacho tenía un ingenio sobrenatural, muchas ideas innovadoras que, si se hubiese puesto las pilas, hasta Harvard lo hubiese llamado. Pero como le fascinaba saltarse clases y leer sobre física cuántica en mi habitación luego de hacer el amor... Sus oportunidades se redujeron mucho. 

Cenizas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora