Capítulo 2

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—¡Ay, Dios mío! ¡Estoy en América! ¿Viste, Sonya? ¡América!

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—¡Ay, Dios mío! ¡Estoy en América! ¿Viste, Sonya? ¡América!

Admito que no pude contener la risa. La energía de Jules era súper contagiosa, no les pienso mentir. Bob, Lynn y yo sonreíamos ante la inocencia plasmada en el rostro de mi adorado novio; al tiempo que el Jet aterrizaba en el aeropuerto de Nueva York finalmente.

Y no lo culpo por su emoción. Esta ciudad atrae mucho a los turistas y Jules tenía visa americana sin estrenar. Tanta felicidad en él me hacía olvidarme a ratos de los recuerdos lúgubres que me traían estos viejos lugares a mi corazón. Enfrentarme a la tumba de mis padres, el apartamento y el fantasma de Dorek... Todo eso me cansaba mentalmente, por lo que dejaba que Jules liderase el grupo y por ende mi estado de ánimo.

—Te llevaré a mis lugares favoritos. ¿Cierto, Bob?

Él asintió.

Luego de bajarnos del avión, ya nos encontrábamos con las maletas y el papeleo para hospedarnos en algún hotel. Una camioneta de último modelo manejada por Bob y con Lynn de copiloto, nos dirigió a nuestra primera parada turística: El Central Park.

Jules se bajó de primero mientras le hice la seña de que iría al cabo de realizar una llamada. Necesitaba reservar la mejor habitación del Hilton porque mi novio se merecía la mejor comodidad. No obstante, Bob arrugó la frente al verme marcarle al gerente de tan prestigioso hotel.

—¿No quedaste en que te traías a Lynn para ayudarte con el aseo del apartamento, Sonya?

Uhm, me cachó.

Es verdad, sé que había cuadrado ese detalle. Sin embargo, era muy difícil para mí entrar nuevamente a ese lugar. El recuerdo vivo de mis padres caminando de arriba a abajo por todo el pent house, mis pijamadas improvisadas con mis mejores amigas que perdí gracias a la manipulación de Dorek y nuestras escapadas a medianoche para fumar hierba y reunirnos con la pandilla... Era demasiado. 

A lo mejor aún habían cosas que me recordarían a la vieja Sonya perdiendo la inocencia.

Suspiré pesadamente.

—Necesito tiempo. Primero quisiera que ustedes se queden allí para llenar la despensa de comida y luego ir con Jules. Bob, ¿me entiendes? No puedo.

—Retrasar la realidad solo prolonga el dolor.

Vaya, sabias palabras.

—Necesito que sea así, y así será. 

Bob negó con la cabeza, sin estar muy convencido de mi decisión. Lynn cruzó su mirada con la mía a través del retrovisor, para finalmente voltearse y hablarme directamente. Era la primera vez que hacía algo así, por lo general siempre estaba con la cabeza gacha y se limitaba a hacer uso de monosílabos o anunciaba novedades en mis quehaceres diarios.

Su gesto me hizo sentir tan pequeña, cuando mamá y papá seguían vivos y manejaban por las calles de Manhattan, ya fuese para llevarme a la escuela o dirigirse a su trabajo. Sonreí con nostalgia, despejando aquellos recuerdos y enfocándome en Lynn y su actitud normal por primera vez desde que la contraté como mi ama de llaves.

Cenizas del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora