Domingo por la mañana, un rayo de sol danza sobre mi cara, viene sigiloso desde un pequeño espacio entre la cortina y la pared. Baila caprichoso con la brisa que ligera se desplaza desde más allá de la ventana.
Estiro mis músculos, rozo tu cabello, tu aroma inunda mis fosas nasales, abro los ojos y te miro. Mis manos te acarician, dejo resbalar tu pelo entre mis dedos, su suavidad me embarga, te oigo suspirar, te veo sonreír entre sueños, eres feliz.
Giras lentamente hacia mí, estiras tu brazo y lo posas sobre mi abdomen, me acercas a ti. Tu cabeza se apoya en mi pecho, cierro los ojos y suspiro yo también… No puedo imaginar nada más perfecto.
Tus dedos van acariciando suavemente mi cintura, mientras noto tu respiración acelerarse al compás de la mía. Acaricio tus hombros, bajo por tu espalda, suavemente mis uñas arañan tu piel, noto como tus músculos se van tensando anticipando por donde voy a pasar, muevo mi cabeza y beso tu sien, mi pelo roza tu oreja, un escalofrío te recorre hasta los pies.
Te retuerces como un gato para llegar a mis labios, ronroneas en mi cuello, tu respiración me hace cosquillas, mordisqueas mi barbilla mientras tus manos recorren mis costados.
Te incorporas ágilmente, me sujetas las muñecas por encima de mi cabeza, me miras traviesamente con una sonrisa ladeada, veo el brillo en tus ojos….
Mi piel resplandece con el sudor, el calor me asfixia y necesito respirar. De un salto salgo corriendo, riendo… me miras mientras apoyas tu cabeza en tu mano, entro al baño, comienzo a llenar la bañera, el vapor me envuelve mientras deslizo suavemente mi ropa interior hacia el suelo…
Asomo mi cabeza por la puerta, sigues en la misma posición, te guiño un ojo y con un ligero movimiento de cabeza te indico que te espero. Arqueas tus cejas, como sorprendido, y muy lentamente comienzas a acercarte a mí.
Tus cuerpo desnudo aparece entre el vaho, me buscas con tu mirada, me encuentras sumergida con la espuma colocada en lugares estratégicos, recorres todo mi cuerpo con tus ojos, desde los pies hasta mi cara. Te sientas en el borde y empiezas a hacer el mismo recorrido con tus dedos sobre mi piel mojada.
Te detienes brevemente en las rodillas, sabes hacia donde caminas, el agua está caliente pero consigues que un escalofrío me recorra, me sonríes cuando lo notas, tu venganza se ha cumplido.
Sin aviso te deslizas dentro del agua, noto tu calor y prendes la llama en mi interior.
Se lo que deseas, no es difícil de adivinar, mis deseos corren parejos a los tuyos. Por un brevísimo instante nos miramos a los ojos, no hay nada que decir, ellos hablan por nosotros, nos recuerdan lo que somos, quienes somos….
El agua se está enfriando, nuestros cuerpos no, nos ponemos de pie lentamente nuestras manos unidas, no se distinguir que dedos me pertenecen y cuáles no, y me sorprendo pensando que no quiero distinguirlos.
Coges una toalla, me envuelves con ella desde la espalda, tus brazos se cruzan sobre mi pecho mientras sujetas las puntas. Tu cuerpo pegado al mío, solo separados por la fina capa de algodón, me estremezco entre tus brazos, me aprietas más contra ti, apoyas tu barbilla en mi hombro, tu mejilla contra la mía, recuesto mi cabeza contra ti y suspiramos a la vez.
Te yergues separándote de mí, coges la toalla y lentamente vas secando mi cuerpo, con una mirada me avisas: no vayas a moverte, es mi momento, es tu momento.
Me dejo llevar por las caricias que la yema de tus dedos que no se si eres consciente escapan de la toalla para rozarme sutilmente.
Coges mis cabellos, mechón a mechón vas deslizando el cepillo con suavidad, lo dejas a un lado y utilizas tus dedos como un peine, esa sensación me hace desear tener tus manos por todo mi cuerpo, no puedo respirar, me giro para mirarte, bajas tus manos a mis hombros y me das un beso en la nariz, una sonrisa aparece en mi boca, no lo puedo evitar, eres tan dulce…
Apoyo mis palmas en tu torso, te retiro un paso de mí, parece que sabes lo que te quiero decir: ahora me toca a mí. Cojo la toalla y empiezo a pasarla por tu piel tostada, el tono se confunde con la toalla que elegí, no sé dónde empiezas tú, sonríes pícaramente al notar mis manos secando sin pensar sintiendo sin pesar. Acaricio tus cabellos lisos como el mar, me embriago de ti con solo verte respirar.
Das un paso hacia mí, me acaricias la mejilla con un dedo sin dejarme de mirar. Impulsivamente me cargas, mis piernas rodean tu cintura mientras giras sin parar.
Arqueo mi espalda hacia atrás, no puedo evitar reír, tú ríes conmigo y no sabemos cómo parar.
De repente paras, me miras fijamente, con una intensidad que me atraviesa el alma, esa mirada profunda, oscura, que sale de muy dentro de ti. Me siento transportada a otros mundos, a tu mundo, un mundo que aún no conozco, pero que sé que me mostrarás.
Me pierdo en tus ojos mientras noto la fuerza de tu deseo erguirse junto a mí, me aprietas contra tu pecho con miedo, con pasión, con entrega total. Me dejo llevar por mi fantasía, donde mi imaginación se confunde con la tuya en una entrega total.
Empiezas a avanzar lentamente, sin separar tus ojos de los míos, me acaricias suavemente mi columna vertebral, deslizas tu mano desde mi cuello, vas bajando sin prisa apenas rozando mi piel, provocando que todas las terminaciones nerviosas se ericen con tu contacto sobre mi cuerpo. La otra mano permanece firmemente asentada bajo mis glúteos, manteniendo un equilibrio que como un barco bajo la tormenta en breve zozobrará, al igual que nuestra cordura que a duras penas mantenemos.
Tus pies nos acercan al tálamo que hace apenas unos minutos hemos abandonado, suavemente dejo resbalar mis piernas por tus caderas hasta tocar con mis pies el frio suelo, nuestros muslos siguen juntos, no quieren separarse, me vas empujando suavemente, paso a paso hasta que mis piernas chocan con el borde del colchón.
Te sigues acercando a mí, haciendo que el límite de la cama me obligue a caer y tu sobre mí.
Durante un segundo el tiempo se para a nuestro alrededor, no somos capaces de respirar. Tu boca se acerca lentamente a la mía, anticipo el momento y empiezo a temblar. Suavemente posas tus labios sobre los míos haciéndome vibrar como si fuera una guitarra sacando de mi alma los sonidos de una melodía que sólo tú puedes escuchar y tocar.
Noto como tus labios también vibran al compás, mientras pides permiso para poder entrar. Gustosa te dejo pasar, tu lengua recorre mi boca mientras la mía pelea por llegar a la tuya que es como un manantial donde saciar mi sed.
Hace rato ya que mis ojos se cerraron, solo pensaba en disfrutar, una pizca de cordura me obliga a abrirlos, veo los tuyos cerrados y una sonrisa se insinúa en mis labios. Tus ojos se entreabren me miras sonreír, sonríes. Me vuelves a besar y sin separar tus labios de los míos me subes hasta apoyar mi cabeza en la almohada.
Te deslizas a mi lado, dejando un reguero de besos desde mi boca hasta mi hombro mientras con tus manos recorres mi clavícula haciendo círculos. Me miras a los ojos y de tu boca salen las palabras que no hemos dicho en todo este tiempo: NOS AMAMOS.