Muy pocas veces se había sentido de esa manera, incluso le parecía una mierda formar parte de las filas de las personas que no podían tener una vida privada. Lo único que quería era embriagar el cuerpo para adormecer el dolor que inundaba cada partícula de su ser. Había caminado por horas, incluso comenzaba a obscurecer, llegó a una calle estrecha llena de tabernas de esas que llaman "de mala muerte" empezó mentalmente a leer sus nombres, entre ellas y en letras casi ilegibles "el corazón roto" exactamente como el se sentía en ese preciso momento. Dudó un minuto y pensó: ¿y si alguien me reconoce? ¿Y si me sacan fotos? ¿En que estúpido momento decidí ser actor? ¿Porque no me quede estudiando geofísica en la habana? No, definitivamente no era buena idea que lo vieran en ese estado.
Todo eso pareció restar importancia cuando escuchó la música deprimente salir de una vieja rocola. Su alma se quebró un poco más y se dispuso a entrar a ese obscuro lugar. Era pequeño, discreto y para su suerte poco concurrido, solo cuarto o cinco individuos que sin conocerlos sabía perfectamente que se encontraban en la miseria emocional, eso se respiraba en el aire, exactamente como él se sentía. Exhaló todo el aire que sus pulmones habían retenido y se sentó en la barra, rápidamente se acercó el cantinero, un señor de entrada edad y no es que él fuese un joven puberto, ni mucho menos.
Le calculaba unos setenta y cinco años, su cabello totalmente nevado y una cara adornada de varias arrugas y una enorme nariz que le quedaban bastante bien a su rostro, tenía un Aura que emitía sabiduría pareciera que este hombre tenía todas las respuestas a los enigmas de la vida.
Con un tono muy amable le dijo:
- por su apariencia y semblante me atreveré a decir: ¿Ron o tequila?
- Tequila doble por favor - contesto Cesar sin dudarlo, eso si con un tono de voz demasiado ronca. Como reteniendo un inmenso dolor que amenazaba con salir.
-El corazón está muy herido hoy eh- Cesar no atinó a contestar nada, sentía que si lo hacía rompería en llanto, y vamos había una pizca de dignidad que todo ser humano debe guardar. Sólo se limitó a mover la cabeza en son de afirmación.
- No se preocupe amigo, después de la tormenta siempre viene la calma. No existe nada que no tenga solución. Solo la muerte.
Del otro extremo de la barra se escuchó a un hombre de mediana edad gritarle al cantinero:
-Otra cerveza para este maldito mal de amores... Debiste ponerle así a este agujero Salas.
El cantinero le sirvió su trago a César, este lo tomó de golpe sin pensarlo, el cantinero sonrió discretamente y le contestó al sujeto que le exigía otra cerveza:
-Pero... ¿por qué mal de amores? El amor no es ningún mal, al contrario siempre es un bien José.
-Y si es un maldito bien ¿por qué me duele? ¿Por qué quiero morirme? ¿Por qué quiero tirar todo el mundo al averno?
-bueno, bueno, nadie dijo que tenía que ser fácil. Para que algo te sepa bien necesitas sufrirlo, no sabríamos de felicidad sin tristeza hombre. Anda, aquí está tu cerveza.
Se acerca con cesar -¿otro mi amigo?-
-por favor- contesto César pensativo -y de una vez deje la botella, esta noche quiero olvidarla-
-como usted ordene- le contestó el cantinero - solo recuerde que el alcohol en lugar de hacerle olvidar hace que uno recuerde con mayor fuerza y nitidez- dejando una botella de Don Julio en la barra.
César tomo la botella y se retiró a la mesa que se encontraba más alejada de la entrada, se sentó y se sirvió otro tequila tomándolo tan rápidamente como si la vida de todo humano dependiese de ello. Observó un poco el lugar y se percató que la cerveza que tenía en sus manos aquel hombre con el corazón roto llamado José, era una Victoria. La vida, destino, dios o quien fuese el encomendado de todo, se encargaba, otra vez, de abofetearlo con recuerdos.
-Victoria, mi Victoria- cerró los ojos y reprimió un grito de dolor. Los abrió nuevamente y sirvió otro tequila, tomándolo, otra vez, de golpe. Se encontraba sirviéndose ya el décimo trago cuando otro hombre se le acercó y le pregunto por la fecha de ese día. Parecía que llevaba días en un estado bastante lamentable, pero tentador para nuestro doliente de amor.
- nueve de marzo - contestó con un evidente teje de molestia.
- Odio todo este mes - dijo el ebrio y camino hacia la puerta, saliendo tambaleante de la taberna.
- Nueve de marzo- se repitió César.
Y no es que él odiase el mes completo, solo ese día. Ya que le recordada que la mujer que amaba no podía estar con él en todo los sentidos. Exactamente hoy, ella cumplía dieciocho años de estar a lado de un hombre que no era él. Se sentía un completa basura consigo mismo, más por el hecho de que al igual que ella, él, también tenía un matrimonio de muchos años a cuestas. Todo era tan confuso y cada año pasaba lo mismo, en estas fechas, se reprochaba estar con ella, de ser tan cobarde y no dejar a su esposa, se embriagaba hasta quedar inerte, pero este año se sentía más vulnerable que de costumbre, ya que tenía semanas alejado del amor de su vida, no porque quisiera, trabajos y compromisos de ambos se lo impedían, su corazón estaba herido y destrozándose a cada segundo que pasaba. El imaginar que las miradas de su amor estaban en otro, que sus sonrisas eran dedicadas a alguien más, que su piel seria erizada por manos ajenas. Simplemente le hacia sobrepasar sus límites, le enfermaba. Dió un gran sorbo, ahora de la botella directamente, ¿para qué molestarse en usar un ridículo caballito? Ese pequeño recipiente le quedaba pequeño a su dolido ser.
Empezó a tomar conciencia de la letra de la canción que la rocola reproducía.... "Y no es por eso, que haya dejado de quererte un solo día, estoy contigo, aunque estés lejos de mi vida, por tu felicidad a costa de la mía"...
Es impresionante como todo confabula en contra tuya cuando estás herido.
-¡salud mi vida!... ¡salud por tu aniversario! ¡Salud por tu felicidad a costa de la mía! - pronunció César más fuerte de lo que él hubiese querido, y dió un largo trago a la botella que ya no le faltaba mucho para agotarse.
" ...pero si ahora tienes, tan solo la mitad, del gran amor que aun te tengo, puedes jurar que al que te quiere lo bendigo, quiero que seas feliz... aunque no sea conmigo"
-¡salud por ti omar! - dijo con desprecio. Y culminó con el último sorbo de tequila que restaba en la botella.
-Quizás sea el momento de dejar todo este amor que siento por ti mi amor, mi chula preciosa, mi Vicky, mi Victoria. Y dejarte ser feliz.- se limpio una lágrima que caía por su mejilla y levantó la mano llamando al cantinero pidiendo otra botella.
-mi amigo, es evidente que no está bien, pero, es mi deber preguntarle si le puedo ayudar en algo, ¿puedo?
-ojalá pudiera- sonrío César forzadamente -ojalá pudiera, si no le molesta, necesito estar solo por un rato más, quizás por todo lo que me resta de vida-
El cantinero asintió con la cabeza y se retiró.
-¡por dios! ¡otra vez la misma canción! -grito César al cuerpo apenas con vida posado en la rocola, este por supuesto ni cuenta se dió, se encontraba absorto en sus propios problemas.
"A placer, puedes tomarte el tiempo necesario, que por mi parte yo estaré esperando, el día en que te decidas a volver y a ser feliz como antes fuimos"
-jodeeeeeeeeeer- gritó cesar, llevando sus manos al rostro con la intención de ocultar las lágrimas evidentes que le traían esas palabras.
...."se muy bien, que como yo estarás sufriendo a diario, la soledad de dos amantes que al dejarse...."
Sintió vibrar insistentemente algo en el bolsillo izquierdo de su pantalón, sacó el celular y leyó en la pantalla el nombre de su esposa:
-por favor, lo que me faltaba, vivian- desvío la llamada y cerró los ojos con fuerza. De pronto volvió a sentir las vibraciones de su móvil -¡pero qué demonios! si que es insistente- abrió los ojos con la intención de apagar el dispositivo cuando leyó en la pantalla ese nombre que hacía que en su rostro se le pintara una sonrisa tonta -Victoria- dijo en un susurro. Rápidamente y sin pensarlo deslizó el dedo para contestar -¿bueno?- dijo con un hilo de voz, como si temiera lo peor -¿César? ¿Estás bien?- dijo la voz femenina del otro lado de la bocina. Se había percatado con esa sola palabra pronunciada que algo andaba mal. -no, sí, bueno... estoy, que eso es lo que cuenta por ahora- dijo y luego trago en seco. - Mi amor ¿dónde estás? Se escucha mucho ruido- dijo en un tono preocupado Victoria.
-en el corazón roto- dijo César con un tono de ironía- es una taberna que encontré mientras caminaba. Victoria ¿puedo preguntarte algo?
-dime- suspiró ella, sabía que él estaba muy bebido y dolido.
-¿Omar te ama la mitad de lo que yo te amo?- dijo con la voz entrecortada - porque si esto es así, créeme que soy capaz de sacrificar mi amor por tu tranquilidad- dijo sollozando, ya que en su interior sabía que Victoria no podía ser enteramente feliz alejado de él, pero su rival de amores le podía dar algo que él no, o no por ahora, estabilidad, rutina, tranquilidad.
-¿Pero qué dices? Mi amor estás muy bebido-
-contéstame Victoria, ¿tu lo amas a él? ¿Lo amas más que a mi?- dijo eso mientras las lágrimas corrían por todo su rostro y daba un largo trago a la botella que estaba en su otra mano.
-César ¿dónde estas? Dime y voy por ti en este momento.
-no creo que debas o puedas- tomo otro largo trago de tequila
-está en la celebración de su aniversario de bodas señora Ruffo-
-mi vida ¿con qué ese es ese él problema?- Soltó una pequeña risilla, risa que no le pareció adecuada a César quien terminó colgándole y apagando el celular. -le da gracia tú dolor César, si que estás en el infierno- se levantó para dirigirse al baño, una vez dentro, vió su reflejo en el espejo, si que estaba para dar lastima, sus ojos inflamados por el llanto, su barba descuidada, la ropa desalineada y lo peor, el corazón roto. Se lavó las manos y las pasó por su rostro para sentir el fresco que había dejado el agua. Tomó camino para su mesa y se sentó de nueva cuenta. El tequila comenzaba a surtir efecto en su cuerpo, se sentía adomersido, pero lamentablemente no así su cabeza, corazón y alma. De esa forma pasaron alrededor de cincuenta minutos y se levantó decidido ir a algún lugar a dormir o por lo menos intentarlo. Estaba pagando la cuenta y peleando con el cantinero quien no quería recibir la obscena propina que este le ofrecía:
-no amigo gracias, aquí estamos para ayudarnos unos a otros, para hacer del "corazón roto" un refugio mientras pasa el dolor- le decía el cantinero
-hace mucho tiempo que no me sentía así, tan libre, que no podía desahogarme en otro lugar que no fuera mi casa, solo y desesperado, aquí me sentí acompañado y comprendido, déjame recomensarte por ello- dijo César sin recibir ninguna respuesta, así que levantó la mirada y la dirijo hacia donde el cantinero observaba sin entender lo que veía en la puerta de entrada.