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Zapatos de charol
Pilar Bouton
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© 2011 Bubok Publishing S.L.
1ª edición
ISBN:
DL:
Impreso en España / Printed in Spain
Impreso por Bubok
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Yo, cuando la mayor parte de mi vida ha transcurrido
volcada ante mis inquietudes intelectuales, en la práctica del
ejercicio del arte pictórico, siento el impulso de exteriorizar los
hechos de mi infancia y juventud, que continuamente me
asaltan.
Capítulo I
Papá era un hombre muy guapo, alto, distinguido. Todas
las mujeres le miraban. Mamá era menudita, dulce; tenía los
ojos verdes rasgados, los labios finos, la nariz afilada y tocaba
muy bien el piano. Pronto se enamoraron, se casaron y se
fueron a París en viaje de novios. Allí permanecieron durante
un año, a causa del trabajo de mi padre. A la vuelta se
instalaron en una casa en la calle Fernando el Católico en
Madrid, que pertenecía a mi abuela Juana. Allí nació mi
hermano Ernestito y, en la misma casa, tres años después, nací
yo. Cuando ya tenía tres años, toda la familia se trasladó a
Córdoba, a un piso encima del consulado italiano, con un
portal muy regio que daba a la calle Mármol de Buñuelo y
haciendo esquina con la calle de la Plata.
Mi hermano Ernesto era un niño muy sensible y bueno,
con sus pantalones bombachos y peinado con un poco de
flequillo hacia un lado. Solo tenía la mala costumbre de
chivarse a mi padre de las cosas que a mí me pasaban. Yo tenía
muy mala suerte: si me subía a una silla y tocaba un calendario,
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se le caían las hojas: yo no tenía la culpa, pero sabía que me
esperaba una buena regañina. Cuando oía la puerta de casa y
mi hermano Ernestito iba a recibir a mi padre, me iba corriendo
con mi madre, que estaba en la cocina, y me metía entre sus
faldas: allí me sentía segura. Mi padre, enfadado, me llamaba y
me reñía, pero el primer momento del enfado ya había pasado:
papá era muy severo; por eso yo me sentía más cerca de mi
madre.
Cuando tenía cinco años nos fuimos a veranear a
Torremolinos. La modista me hizo unos vestidos blancos