11. Will

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Déjame ser el lobo que entra
en la noche de tu cuerpo
con pasos húmedos, titubeantes,
por tu bosque incierto, para tocar adentro
la luna creciente de tu sonrisa.

Alberto Ruy Sánchez

No imaginé que tener sexo fuera una tarea difícil

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No imaginé que tener sexo fuera una tarea difícil. Tampoco que se podía ser malo en el sexo. Hasta que me tocó experimentarlo. Estaba tan completamente perdido en cada aspecto que todavía siento vergüenza. Nico quiso ser bueno al decirme que no lo hacía tan mal, pero él ni siquiera llegó al orgasmo la primera vez. Claro que con práctica fui aprendiendo. Lenta y torpemente, fui aprendiendo. Actualmente llevamos consumando el acto al menos cinco veces. Aquí mencionaré algunas de las cosas que sucedieron mientras aprendía.

El primer fin de semana, cuando podía salir de la universidad con más tranquilidad, Nico me llevó a un motel para ilustrarme en el tema, emocionado por la idea

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El primer fin de semana, cuando podía salir de la universidad con más tranquilidad, Nico me llevó a un motel para ilustrarme en el tema, emocionado por la idea. Debo confesar que me sentí hecho un manojo de nervios mientras aseguraba la puerta y me miraba con lujuria, mordiéndose el labio inferior.

—Es fácil excitarse contigo —me dijo.

—Eh... ¿gracias? —respondí. Debí decirle que también era fácil excitarse con él, o soltarle algún tipo de piropo. Algo sexy. Pero no. Solo dije «gracias».

Nico decidió no darle cuerda al asunto, aunque noté cierta decepción y un repentino brote de inseguridad en su semblante. Quizá mi ausencia de réplica le llevó a considerarse menos. Claro que Nico me excitaba. Y mucho. Por algo había inducido a mis pensamientos a una fantasía erótica que me produjo una erección, solo con estar de pie frente a mí.

En todo caso, Nico comenzó a acercarse, poco a poco, mientras yo iba retrocediendo, hasta que me topé con la cama y me vi obligado a detenerme. Nico se pegó tanto que podía sentir su frecuencia cardiaca elevada escapando de su pecho en contacto con el mío y el aroma especiado de su perfume. Aproximó sus labios a mi oído y susurró, mientras yo me estremecía.

—¿Tampoco habías besado nunca a nadie antes que mí?

Me avergoncé respondiendo.

—No. ¿Lo hice muy mal ese día en el cubículo del baño?

Enséñame algo másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora