Estaba regando las plantas mientras miraba a su chata. No hacía mucho calor, pero a las 7 de la tarde, como todos los días, una alarma en su interior, lo hacía levantarse del sillón para abandonar durante lo que durara la publicidad de esa serie que repetían tres veces a la semana y caminar hasta su jardín. Mientras rociaba agua en los plantines de albaca, escuchó el rugido del Chevrolet del vecino que llegaba a casa. Deteniéndose 10 segunos más de lo habitual, recordó cuántas veces él mismo, habría llegado a esa hora a su casa, esperando a que uete de cigarrillos abierto, porque le había sacado uno al jefe? Sin embargo, pese a toda ecuación, la volvió a ver. Y ese día, no se hechó atrás. La miró, ella le sonrió y no necesitó más.
Él trata de mirarla por la luz que reflejan las velas. ¿Cuándo fué que esas arrugas empezaron a ensombrecer su rostro? ¿En qué momento, sus ojos dejaron de irradiar ese brillo cuando lo miraba?. Quizás, fueron las noches en que ella se daba vuelta, cansada de sacarle charla, mientras él se debatía entre lo poco que había traído hoy a casa y el capítulo de su serie favorita, que tuvo que cambiar porque Berta quería ver otra cosa. Quizás, fue ese día, cuando ella dejó de abrirle la reja cada vez que él llegaba a casa. Quizás, fue cuando él, quejándose por sus ronquidos, se fue a dormir a la otra habitación. Quizás, fue cuando ella, nunca le pidió que vuelva a su cama.
Pero habían tenido sus momentos. Todavía se acordaba de la mezcla de orgullo y temor que sus ojos despedían, al ver a su hijo por primera vez, y del roce de sus manos enlazadas, disfrutando de su creación. Quizás todo empezó, cuando el vacío de la habitacón contigua, les recordaba que apartir de ahora, iban a estar siempre los dos, solos. ¿Qué estaban haciendo con sus vidas?
El mate se estaba enfriando, mientras su mente luchaba entre volver a su sillón o ir a la mesa cerca de Berta.
¿Qué clase de monstruo había arrasado con todas sus esperanzas de un "felices para siempre" y los había convertido en máquinas rutinarias? ¿Cuándo dejó de latirle el corazón más fuerte, cuando ella lo acariciaba? Ojalá los años sólo fueran canas, arrugas y nietos. El tiempo era una ola gigante, dispuesta a destruir todo a su paso, dejando solo los restos de lo que algún día fue. ¿Qué hicimos con nuestro sueño de la casita en San Luis y vivir jubilados en las montañas? ¿En qué convertimos a la palabra "nosotros", Berta?
En estado inconsciente se acerca a la mesa, corre la silla y respira. ¿Y si pudiésemos volver todo atrás? ¿Hubiésemos cambiado algo? La única certeza que tengo es que la rutina nos destruyó, nos fue deborando lentamente. Nos sacó todo lo que algún día soñamos, se instaló en el espacio que dejé en tu cama, para irse desplazando por toda la casa. Ya ni nos miramos, Berta.
Ella, le grita -¿vas a tomar el mate?.
Y él, despertandose del eco oxidado de esos 40 años, la mira a los ojos y le responde:- Berta, ¿y si le hacemos unos kilómetros a la chata?
FIN