-¿Cuántas veces tengo que decirte que lo siento para que aunque sea no rompas medio mobiliario de tu habitación?- dijo mi madre, apoyada sobre el marco de la puerta de mi habitación, que ya no sería más mía, por supuesto, eran mis últimos momentos en ella y lo único que quería hacer era destruirla para que nadie más pudiera habitarla-
-Te faltan un billón más para lograr convencerme- respondí sin dirigirle la mirada, estaba enfadada con el mundo, con la vida, con mi suerte-
-Hija, dale un intento, no te vas al otro lado del país, solo un poco lejos de la ciudad- añadió y tomo asiento a mi lado-
-Y me alejo de mi vida, y mis amigos, y mi ciudad, mi Manhattan, no entiendo cómo puedes hacerme esto- dije mirándola a los ojos-
-No puedo permitir que sigamos aquí, sabes que no puedo costear este apartamento por mi cuenta y no aceptare un céntimo de tu padre- añadió en su posición de feminista tan natural que había adoptado desde el divorcio-
-Lo sé, pero no quiero aceptar abandonar este lugar- añadí echándole un vistazo a mi habitación, era linda, tan agradable, la había decorado con tanto cariño, tenía una mezcla de colores retro, discos y cuadros de fotos con mis amigos, no podía convencerme de que abandonar este lugar sería una buena idea-
-Lamento tener que cambiar las cosas de esta manera, y lo sabes, pero es necesario- dijo mi madre levantándose y caminando hacia la puerta- el camión de mudanzas pasa en unas horas, será mejor que tengas todo listo- termino antes de dejarme sola con medio armario por empacar-
-No prometo nada querida madre- añadí para luego poner algo de música, bueno, esto tomara un rato, me repetí una vez que empecé a ordenar mis cosas-
Connecticut, Connecticut, ese nombre estaba torturando mi mente hacía ya tiempo, como se supone que puedo irme de Manhattan a los suburbios así como si nada hubiera pasado, no podía, me era imposible imaginarme en otro lugar que no fuera esta ciudad, yo pertenecía aquí, era mi lugar en el mundo y no podía imaginarme en otro.
Luego de empacar y tomar algo de café ya era mi hora de despedirme, sabía que no era un adiós completo, pero no volvería a la ciudad por un tiempo y eso sí que lo tenía por seguro. Ya había tenido tiempo para despedirme de mis amigos y suerte que había sido antes porque estaba segura que cuanto menos faltaba para irme, más real se iba volviendo mi situación y más ganas tenía de sentarme en un rincón a llorar.
Luego de un viaje corto que pareció durar una eternidad para mi, llegamos a nuestra nueva casa. Tenia que admitir que a pesar de todo era mucho más grande y espaciosa que nuestro apartamento en Manhattan. Mi habitación en el segundo piso era muy bonita y tenía un closet de infierno, comenzaba a tomarle gusto a este lugar.
Un par de horas más tarde desempacando y acomodando lo que faltaba agradecí al cielo tener unos minutos para descansar. Sentada con mi madre en la cocina tuve un tiempo para reflexionar, tal vez había sido muy ruda y exagerada, Conneticut se encontraba solo a dos horas de distancia de Manhattan lo cual significaba que podía seguir yendo cuando se me plazca, exceptuando la parte de mi padre y su patética novia que parecía de plástico, podría sobrevivir.
-Ma, voy a dar una vuelta, ya no quiero saber nada de cajas - dije a mi madre saliendo de la casa-
-Está bien, pero de esta no te liberas Rose- logre a escuchar luego de salir-
El día estaba bastante bonito, el clima era parcial, ni mucho calor, ni mucho frío, tome mi celular y luego de ponerme mis audífonos, me perdí en una larga caminata. Vivíamos en un barrio privado llamado Lenhentwood, no era feo, pero era sencillo, llegue a una plaza y luego de estar sentada en una banca un largo rato decidí emprender la vuelta.
Iba bailando por las calles escuchando una de mis canciones movidas preferidas cuando de repente sentí mi cuerpo chocar contra la acera, no entendía que estaba sucediendo, pero rápidamente me saque los audífonos para establecer contacto con el mundo real, me pare torpemente para encontrarme con un chico alto y de cabello castaño, me miraba extraño.
-Oye, puedes fijarte donde caminas- dije sacando el polvo de la acera que se había impregnado en mi ropa dando palmaditas-
-¿Disculpa?- continúo mirándome extrañamente-
-Aceptada- dije antes que pudiera seguir hablando y continúe con mi caminata, solo que sin música-
-Escucha nena de ciudad, fuiste tú quien se chocó conmigo, así que fíjate por donde caminas y sácate esas malditas cosas de los oídos- dijo aumentando el nivel de su voz-
''Nena de ciudad'' ¿Era eso lo que mis oídos acababan de escuchar? Me di vuelta hecha una furia y apuntándolo con el dedo le respondí.
-Escucha idiota, ni se te ocurra volver a llamarme así y me importa un bledo si tú estabas parado en medio de la vereda sin dejar pasar a los demás, así que, tú te fijas que haces-
-Oh, lo lamento, debería haberlo pensado dos veces antes de insultar a la descendiente de Hulk- dijo en tono burlón, lo ignore controlando mi ira al máximo.
Me di vuelta rogando no verlo nunca más, pero para mi suerte y poca orientación, con solo dar unos pasos ya me encontraba en la puerta de mi nueva casa.
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Bueno, primer capítulo, no tengo mucho que decir, simplemente lean. Se viene una historia interesante! Hazme saber que leíste y déjame un voto, te lo agradecería un montón.
Hasta acá por hoy. Saludos. -B
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Entre dos mundos.
Teen FictionRose Gardner, de 17 años vive un completo cambio en su vida cuando sus padres se separan y tiene que abandonar la ciudad Manhattan con su madre para ir a vivir a los suburbios. ¿Que nuevas aventuras la acompañaran en este nuevo comienzo? ¿Amor? ¿Ami...