Es increíble como todo en esta vida tiene un por qué, pensar que si tan solo una pequeña cosa hubiese sido diferente, no te habría conocido. Si me hubiese quedado desde el inicio en medicina, si hubiese aplicado para otro trabajo o incluso si hubiese entrado antes o hubiese llegado tarde ese día que te vi por primera vez; sentado en la sala de espera, solo. Solos tu y yo en una habitación por primera vez, coincidiendo en la vida. O tal vez no, tal vez ya habíamos pasado el uno junto del otro en alguna fiesta, o en el centro comercial, o haciendo el súper o caminando por la calle, pero todavía no era el momento correcto para encontrarnos. Primero teníamos que pasar por varias desilusiones, traiciones y corazones rotos para no estropear todo al momento de que nuestros caminos se entrecruzasen.
Había algo en ti, algo que no tenía ninguno de los demás que estaban con nosotros en el grupo, tenias algo especial y que destacaba del resto y me atrapó desde que mi mirada se cruzó con la tuya. Varias veces me he preguntado: ¿Tú qué pensaste de mí? ¿Sentiste lo mismo? ¿Qué pensabas cuando te unías tímidamente a la conversación? ¿Qué sentiste la primera vez que tomaste mi mano mientras estaba al teléfono? Son muchas las preguntas que pasan por mi mente y son muchas las sensaciones que siento al estar contigo. Puede que le esté dando muchas vueltas al asunto y en realidad todo sea una coincidencia; un juego de azar y no el destino, pero, de ser así, eres una de las coincidencias más lindas que pudieron haber venido a mi vida. Eres todo. Eres todo lo que venia buscando, eres las piezas que me faltaban, eres todo lo que podría pedir y más. Eres todo eso; eres coincidencia y eres destino. Te quiero por siempre conmigo.
