Yunho

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Quizá fue a los quince años cuando decidí que quería estudiar botánica. Todo por aquella flor que significaba tanto para mí. Abrí el ordenador para empezar a buscar algo que desde los cinco años y hasta ese momento no había querido descubrir.

Sentía como mi corazón se contraía en el interior de mi pecho, a cada segundo se hacía peor, cada segundo parecía un día entero, cada hora una vida llena de sufrimiento constante.

Tenía ganas de gritar y de llorar como un niño pequeño, solo quería refugiarme en los brazos de Mingi como cuando éramos más niños a pesar de ser yo el mayor. La ansiedad nunca había sido un problema porque él siempre había estado conmigo en todas las etapas de mi vida, pero el solo pensamiento de que podía llegar a perderlo había hecho que esa opresión que sentía por haber dejado a mi mejor amigo de lado aumentase.

No había sido queriendo, por supuesto que no, pero el tiempo pasaba más rápido de lo esperado y casi no me di cuenta de que pasaba más tiempo con mi novia que con él, algo que lógicamente, él había disimulado que no lo hería por mucho que yo supiera que no era así.

-¿Familiares de Song Mingi?- Me levanté al instante de la silla de la sala de espera en la que me encontraba cuando oí decir aquello.

-¿Está bien, doctor?- Pregunté abriendo los ojos irritados de tanto llorar.

-Se podría decir que está estable... Soy el doctor Park Seonghwa y seré quién lleve su caso.

-¿Su caso? ¿A qué se refiere?- Titubee nervioso.

-Mira...

-Yunho.

-Mira Yunho, realmente no puedo hacer mucho por él, su enfermedad solo puede curarse de dos maneras y por el estado en que se encuentra solo una de ellas es viable pero se ha negado completamente a la operación.

-¿Qué? ¿Qué es lo que tiene?- Contesté alarmado. ¿Cómo que no quiere curarse?

El hombre me miró de manera seria y quizá con algo de compasión en sus ojos, compasión que no predecía nada bueno. Me hizo un gesto para que lo siguiera y a pesar de la rigidez de mis movimientos por haber estado tanto tiempo esperando noticias de Mingi, caminé tras él hasta una pequeña oficina o despacho que se hallaba en la esquina del mismo pasillo en el que estaba la sala de espera.

Cuando entramos al cuarto él se sentó tras el escritorio y me ofreció asiento delante de él.

-Verás... La enfermedad de Song no es muy común que digamos. Solo ciertas personas lo padecen, muy pocas de hecho...- Me miró brevemente a los ojos y después fijó su vista en sus manos entrelazadas.

No pude evitar ponerme aún más nervioso. Si su enfermedad era tan poco corriente como él había dicho eso significaba que no tendría una cura realmente eficiente.

-¿Cómo se llama?

La ventana del buscador estaba abierta y cuando puse el nombre de la flor en este las ansias crecieron en mi interior como raíces en la tierra.

-Lo llaman el síndrome de Hanahaki o simplemente la enfermedad del amor no correspondido.

-¿C-como ha dicho?- Sentía mi corazón latir con velocidad y como la tensión era mayor en la habitación.

-Voy a contarte lo que le sucede y de qué trata esta enfermedad pero necesito que te lo tomes con la máxima seriedad y confidencialidad, porque el gobierno no quiere que nadie sepa acerca de esto... A ver... Hay una leyenda japonesa que narra la historia de un joven llamado Kaoru, un aldeano que había ido al bosque a recoger flores porque su madre había muerto aquella mañana y quería al menos decorar su tumba, debido a que no tenía nada. El muchacho encontró un prado lleno de flores en medio del bosque y cuando se acercó a este vio una figura femenina agazapada mientras tarareaba. La muchacha en cuestión se llamaba Aika y era la guardiana de aquellas preciosas flores. Ambos se enamoraron al instante y Aika, como el alma libre que era le dijo que se quedara con ella para siempre y que así pasarían la inmortalidad juntos. No obstante, Kaoru se negó e hizo el amago de coger las flores que había ido a buscar para su madre. Ella no pudo soportarlo, aquello era una doble traición, por un lado sabía que si él se iba nunca volvería a verlo y comprendió que su amor por él no era lo suficientemente correspondido y por otro lado le dolió que intentara arrebatarle aquello por lo que vivía, su preciado mar de flores. Kaoru regresó a su aldea y enterró a su madre con muchas de las flores que había cogido del bosque. Sin embargo Aika no padeció la misma suerte. El dolor fue tan grande, tanto por su amor no correspondido como por el hecho de que le habían arrancado una parte de su ser, aquellas flores que durante toda una eternidad había protegido y que como acto de amor había entregado a Kaoru, que las mismas flores empezaron a crecer dentro de ella, llenándola, ahogandola y finalmente matándola a pesar de ser un ente inmortal. Fue el padre de aquella inocente ninfa del bosque quien como acto de venganza decidió que todo aquel que amara realmente y no fuera correspondido moriría de la misma manera que su preciada hija. Flores nacerían desde lo más profundo de su ser, echando raíces en sus pulmones y asfixiando con estas al corazón hasta que sus latidos cesaran... Solo me queda una cosa que añadir, todo tiene un significado, y por lo tanto el nombre de ellos también. Kaoru significa aroma en japonés mientras que Aika significa flor de amor.

Say my name | Yungi (1° Hanahaki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora