𝟏. 𝑻𝒉𝒆 𝒎𝒐𝒓𝒕𝒂𝒍 𝒄𝒖𝒑

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parte 1.

❝La verdad duele, cuando descubrimos la mentira en la que hemos vivido

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❝La verdad duele, cuando descubrimos la mentira en la que hemos vivido.❞



SU MIRADA SE ENCONTRABA PERDIDA ENTRE las luces de aquel club que se ubicaba frente suya.

―¿Me quieres decir porque estamos aquí, en vez de estar allí dentro?―preguntó la pelirroja.

―¡Ay Rose!―exclamó la mayor mientras terminaba de darle unos retoques al grafitti que acababa de dibujar en la camioneta―No empieces, porfavor.

―Ni impicis pirfivir.

Con ustedes, Roseanne St. Clair, la representación de la Impaciencia y descontrol en vida.

―¿Qué es eso?―preguntó un pelinegro detrás suya.

―¡Simón!―chilló la menor llevando una mano a su pecho, su corazón se había acelerado notablemente a causa del susto. El pelinegro soltó una leve carcajada y pasó su brazo por los hombros de la menor.

―Que raro, no quise dibujar eso―dijo la pelinaranja, mirando ahora el fruto de su imaginación, un extraño simbolo se encontraba justo encima del nombre de la banda de su amigo, Simón―Hoy es la segunda vez―agregó la mayor entregándole la pintura en aerosol al pelinegro.

―Han confirmado casos de personas que despiertan hablando francés y sin siquiera haber estudiado el idioma―hablo Maureen, mirando a la pelinaranja.

―¿Crees que sea una especie de idioma?

―Tal vez es sánscrito.

La menor miró nuevamente aquel símbolo, había pasado la semana entera dibujando aquel símbolo junto a otros más y ahora que su amiga, Clary, también lo dibujara no era una simple coincidencia.

Al volver su mirada hacia su amiga pudo ver como un rubio chocaba con ella, esta volteó rápidamente y le habló.

―Oye, cuidado por dónde vas.

El rubio volteó a verla confundido, la menor decidió acercarse y se colocó junto a la pelinaranja, le dedicó una mirada intentando intimidarlo.

―¿Puedes verme?―preguntó mirando a Clary para luego reparar su mirada en la menor de cabellos rojizos.

―Si, ese es el punto pero obviamente no me viste a mi.

―Tienes la visión―dijo el chico―tienen―se corrigió.

―¿La que?―preguntó ahora la menor.

Silverhood | Alec Lightwood Donde viven las historias. Descúbrelo ahora