El Cadáver De Méndez.

La visita.

Estaba recostada sobre mi cama la cual se encontraba cubierta por un montón de cobijas, estamos en invierno y para tener una noche confortable es necesario estar cubierto por montañas de gruesas y suaves telas.
Suena de fondo una canción un tanto alegre, estoy en paz, disfrutando de las figuras que se forman después de pasar más de 15 minutos observando el techo de mi habitación, verás, tiene muchas grietas y mientras más miras, encuentras vida en ellas, es como observar las nubes, alguna forma interesante has de encontrar y también un par de goteras...

Son las 11:45 de la mañana, y yo tan tranquila, no tengo nada que hacer para hoy, debería estar en clases, debería no estar aquí justo ahora, de hecho, debería no haber sido yo, maldita sea. Ya irán entendiendo.

Tan en calma estaba, que parecía estar prestando más atención a esa vibración que uno percibe cuando está en silencio, podía incluso escucharla más fuerte que la música, mi tranquilidad era tal que dejé de mirar figuras entre las grietas con moho de mi habitación, dejé de oler ese petricor que entraba por mi ventana, dejé de sentir el aire que rozaba mis labios al entrar y salir por mi nariz, me sentí como nunca en mi vida me volvería a sentir, quizá así se sienten aquellos que están en su lecho de muerte. No lo sé. Ojalá hubiese disfrutado más aquel momento, no sabía en qué lío iba a meterme una vez más y por última ocasión.

El rechinar que produjo el empujar la puerta de mi habitación, me expulsó abruptamente de mi zona de confort. Mi corazón dió un brinquito, mi cuerpo se acalambró y mis piernas empezaron a temblar tanto, que al ponerme de pie, caí inmediata y torpemente al piso, imaginé la escena y me reí llamándome "imbécil" mientras me levantaba entre quejidos, con una mano en la cintura y otra apoyándose sobre la cama. Ví a Méndez, el chico que vive al lado, yacía de pie en la entrada de mi habitación con un saco enorme y manchado con sangre...