CAPÍTULO 1

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No abras los ojos.
He repetido esa frase tantas veces… y la he cumplido tan pocas que cada vez que los abro un dolor recorre todo mi pecho y se extiende hasta la cabeza, donde una voz que susurra dice su nombre una y otra vez,  Mark… Mark… Mark…
Le echo tanto de menos, a veces por las noches sueño que estoy en el parque, de repente una voz detrás de mí dice mi nombre. Me giro y allí está él, con su típica sonrisa pícara, el pelo medio rubio medio castaño claro peinado con un pequeño tupé y tan alto y delgado como siempre.
No sé qué decir, creía que jamás le volvería a ver, de repente noto que los ojos se me humedecen y no puedo evitar que un par de lágrimas me resbalen por las mejillas. Está claro que Mark entiende el motivo de mi tristeza.
- No te preocupes Payt, no fue culpa tuya. Tienes que dejar de pensar en eso y seguir adelante.
- ¡ Pero no puedo! como voy a olvidar algo así yo… yo… te echo de menos, no estás aquí por mi culpa.
En cuanto solté esa frase, el peso de aquel recuerdo cayó sobre mí y no pude soportarlo más, dejé de intentar esconder mis lágrimas y permití que todo mi cuerpo se desahogara por un momento.
Como había hecho Mark, cada vez que sufría un bajón emocional se acercó a mí y me rodeó con sus brazos. Yo apoyé la cabeza sobre su hombro y respiré aquel olor que tanto le caracterizaba, era difícil describirlo, simplemente recuerda a la persona que más quieres en el mundo, seguro que tiene un olor especial .
Aquel momento era perfecto, ojalá se congelara el tiempo y pudiera quedarme allí para siempre, abrazada junto a Mark, sabiendo que no le volvería a perder. Pero por desgracia eso era imposible, todo lo bueno acaba en algún momento.
Después de estar un buen rato abrazados  Mark acercó la cabeza hacia mi oído y me susurró una única frase: No abras los ojos.



Me desperté en medio de la noche, estaba sudando, como cada vez desde que le perdí. Desde entonces siempre tenía el mismo sueño, y siempre me despertaba en el mismo momento. Me levanté de la cama y fui al baño, pues sabía que me volvería a pasar la noche en vela. Me acerqué al espejo y miré mi reflejo. Era la misma Peyton de ayer, normal y corriente, como cualquier chica adolescente de 16 años, con el pelo marrón y largo, los ojos verdes y grandes, unos labios finos y unas marcadas ojeras debido a la cantidad de noches que había pasado sin poder dormir. Me concentré en mi reflejo, el último día que había pasado con Mark había empezado de la misma manera, con ellos dos mirándose fijamente en el pequeño espejo. Sabía que no podría volver a ese lugar ni a ningún otro después de todo por lo que habían pasado la última vez.
Al de pensármelo dos veces decidí volver a la cama. Me eché y me quedé mirando el techo durante horas y horas, con los recuerdos volviendo a mi memoria como dagas, haciendo cada vez la herida que se había formado en mi interior más grande y profunda,  haciendo que el pecho se me acelerara y las lágrimas volvieran a brotar de nuevo, pero no iba a ocultarlas más, estaba harta, ya no me daba miedo llorar, que la gente creyera que era débil, nadie podría entender mi dolor. Lo último que pensé antes de quedarme dormida fue: Por favor no sueñes, por favor solo déjame cerrar los ojos.

CIERRA LOS OJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora