Aiden encabezaba la marcha con paso seguro, pero en la dirección equivocada. Shawn, que lo seguía apresuradamente por entre el gentío, esquivó por poco a una mujer que llevaba una cesta llena de relucientes pescados.
El hedor lo cubrió como un nubarrón, hasta que cambió el rumbo y lo dejó atrás al atravesar una arcada de piedra.
-Aiden, estamos...
El doblaba la esquina y cruzaba Helstustrat a la carrera, cortando el paso a una pareja de ponis alazán es que tiraban de una carreta cargada de barriles. Shawn se detuvo y, de un salto, se hizo a un lado para que pasarán, tras lo cual se lanzó hacia su hermano gemelo.
-¡Aiden!
Lo había oído:lo supo al ver la mueca que le dirigió por encima del hombro. Pero no aminoró la marcha y siguió su camino.
Shawn se esforzó por no perderlo de vista. Siempre ocurría lo mismo.-Aiden... -repitió en un último intento, justo cuando terminaban de doblar la esquina y alcanzaban a ver la calle cortada por un grupo de guardias embutidos en sus uniformes de lana gris.
Sin detener el paso, Aiden giró sobre sí mismo, agarró a Shawn del brazo y lo arrastró consigo hasta ocultarse tras la esquina. Salvado por los pelos...
Con el corazón a mil, Shawn se dejó caer contra la fría pared de piedra.-Guardias--dijo Aiden, aliándose el abrigo.
-Lo sé. Están por todas las calles del norte de la ciudad-- le explicó Shawn--, revisan a cualquiera que pase.Aiden echó una rápida mirada desde la esquina.
-¿Se han visto más dragones últimamente? ¿O esque han incrementado las patrullas antes de las Pruebas de Ulfar?
-Anoche vieron uno--respondió Shawn --. Oí que lo comentaban en la taberna, cuando bajamos del tejado, de madrugada. -- No recalcó que a Aiden se le había escapado aquel dato por haber estado entonces demasiado ocupado explicándole sus planes para el día --. Dijeron que lo habían visto escupir fuego y todo.
Aiden se quedó en silencio por un momento. Hacía diez años que los dragones se habían ido de Holbard, pero últimamente se los había visto de nuevo. O al menos eso afirmaban los rumores que surgían cada día, como el que aseguraba que habían quemando una granja la semana anterior, hasta los cimientos y con la familia del granjero dentro.
Seis meses atrás, ellos mismos habían avistado uno durante los festejos del equinoccio.
Lo vieron escupir largas lenguas de puro fuego blanco mientras sobrevolaba los cielos de la ciudad,para luego desvanecerse en la negrura de la noche. Una hora después, se declaró un incendio en unos establos del norte de la ciudad. Eran las feroces y fulgentes llamas del fuego de dragón, unas llamas que resultaban casi imposibles de apagar y que saltaban de un sitio a otro con más voracidad y fiereza que el fuego normal.
Para cuando lograron reducirlo a ascuas, el dragón ya había desaparecido, junto con dos de los niños de la familia que vivía encima de los establos. Era bien sabido que los dragones siempre se llevaban a los niños, en especial a los más débiles, enfermos e indefensos.
- Es posible que los guardias piensen que el dragón de anoche ande espiando por la ciudad, camuflado-- aventuró Shawn---, o que esté planeando provocar otro incendio.
Aiden bufó.
-¿Y qué esperan preguntando a la gente, que alguien vaya a admitir que sabe dónde se esconde el dragón, pero que prefiere no decírselo a nadie?
Shawn asintió, y cambió la voz para imitar a un ciudadano ejemplar.
-Por supuesto, agente. De echo oculto a dragones ardiente en mi tejado porque quiero que me calcinen y no me interesa la seguridad pública. Me siento un poco culpable por ello y hace tiempo que quiero confesárselo a alguien, pero no estaba seguro de quién querría saberlo.
-Al menos no pasará usted frío. --- Se rio Aiden, y le dio un puntapié a un montón de nieve a medio derretir.
La risa de su hermano tranquilizó a Shawn, que retomó su propia voz:
-No podrás saberlo hasta que lo preguntes.
Pese a que él también se había echado a reír, sintió que su espalda se ponía rígida con esas dos palabras:<<dragones ardientes>>. Aquello era algo que todos en Holbard sabían que había que temer.
-¿Cuánto tendremos que caminar hacia el sur para esquivar a los guardias? --- preguntó Aiden, arrancándolode sus pensamientos.
Ni que decir tenía que debían evitarlos, pues estos hacían preguntas como <<¿Dónde están vuestros padres? >>.
-Por lo menos diez manzanas--- contestó Shawn---.
Algunos de ellos se habían transformado en lobos y creo que pueden olfatear cuando estás preocupado.
-¡Díez manzanas! ¡Es el doble de la distancia hasta la plaza Trelling! Shawn, si sabías que estábamos yendo en dirección contraria, ¿por qué no me detuviste? --- Su expresión, con los brazos en jarra, era pura indignación.
-¡Oye, que yo...!--- Pero desistió enseguida. Quizá sí que debería haberle insistido. En cierto modo era culpa suya que hubieran andado tanto rato en la dirección errónea ---. Lo siento --- se limitó a decir, pero Aiden ya había retomado la marcha, esta vez en dirección sur.
---Iremos por los tejados.
Al ser él alto y desgarbado, y su hermano bajito y robusto, no parecían hermanos, aunque compartían el mismo peinado y la piel blanca como la nieve. Shawn lo aupó hasta que Aiden pudo agarrarse al canalón y encaramarse al tejado más cercano. Después trepó a gatas sobre un barrio y escaló tras ella.
Cuando se irguió, los tejados de Holbard mostraron sus praderas ante él. Cada cuadrícula de hierba abarcaba la superficie de una manzana entera, por lo menos veinte casa de ancho y otras veinte de largo, que ascendían y descendían con cada una de las aguas de los tejados.
Las azoteas estaban cubiertas de macizos de flores silvestres, desde flamboyantes blancos y amarillos mecidos por la brisa hasta los huertos, que aquellos con ventanas lo bastante anchas se podían permitir cuidar.
Gracias a los niños de las calles de Holbard, allí donde hubiera una callejuela entre dos bloques, en vez de una calle ancha, casi siempre había un tablón colocado modo de puente entre las dos azoteas. Uno podía recorrer así media ciudad sin pisar la calzada.
Shawn y Aiden echaron a correr por las praderas, coronando los empinados tejados. No tardaron en llegar a la plaza Trelling, que, pese a no ser tan imponente como las grandes plazas de los barrios más elegantes o de la zona portuaria, estaba como siempre atestada de gente que iba de compras.
En la plaza, cientos de personas, todas apretadas en torno a una veintena de puestos, compraban de todo: desde flores y huevos hasta ropa de segunda mano o bocadillos calientes de salchicha.
En el tejado del otro lado de la plaza vieron a Fudou. Era un conocido ratero que andaba siempre con dos compañeros suyos. Se quedó mirando durante un rato a Shawn y Aiden, y luego se dio la vuelta, confiando que los gemelos no fueran un problema.
En la plaza, un teatro de marionetas iba a empezar su última función antes de caer la tarde. Los titiriteros se daban prisa en montar el escenario de madera tras el cual iban a operar, mientras en la parte delantera una armónica autónoma aspiraba aire y expulsaba melodías. Se trataba de un artefacto---como se conoce a los artilugios que canalizan magia--- que probablemente valiera más que todo el teatro de marionetas.
Los gemelos se tumbaron en el suelo, con las barbilla sobre los codos, justo cuando la armónica dejó de sonar y el espectáculo dio comienzo. Desde donde estaban no llegaban a oír las voces de los actores, pero sabían de qué historia se trataba. Estaban representando la última gran batalla, cuando hacía diez años, siendo Shawn y Aiden aún bebés, los dragones atacaron Holbard por última vez y la Guardia de los Lobos defendió la ciudad. Un puñado de pequeños títeres aparecieron y comenzaron a moverse sobre el escenario, concentrados en sus quehaceres, completamente ajenos a lo que les esperaba. Eran preciosos, su madera alternaba desde un blanco cremoso a un caoba oscuro, y tan variados como los ciudadanos de Holbard que observaban el espectáculo.
Shawn oyó los gritos del público al ver aparecer el títere de un dragón rojo, que voló muy bajo por encima de las demás pequeñas marionetas. Los títeres se dispersaron correteando por el escenario, sacudidos de arriba a ajo sobre sus varillas. El dragón bajó en picado y atrapó al más pequeño. Había secuestrado a un niño.
-¿Como harán para...? --- preguntó Aiden, pero se detuvo.
Sin que supiese cómo, el títere comenzó a escupir fuego, no una casa cada de tela blanca y dorada, o cualquier otro pobre truco por el estilo, sino auténtico fuego. Las llamas engulle ron la tela de las marionetas, alcanzando cada costura y envolviéndolas hasta no dejar nada de ellas.
-¿Como consiguen que sea blanco? --- murmuró Aiden---. ¡Y encima con esas chispas doradas! Parece auténtico fuego de dragón.
-Creo que usan un tipo de sal--- le contestó Shawn en un susurro---. Y limaduras de hierro para las chispas. Me parece que este es el mejor espectáculo que hemos visto.
Los títeres pero aún no habían sido reducidos a cenizas comenzaron a correr por el escenario con más ímpetu. Shawn y Aiden se reclinar on expectantes sobre la cornisa del tejado. Una vez representando al ataque de una manada de dragones ardientes, llegó el turno a otra manada, la de los lobos del hielo, los héroes de la batalla.
Un nuevo grupo de títeres apareció en el escenario, todos ellos vestidos de gris.
-¡Mira, ahora viene la Guardia de los Lobos! --- señaló Aiden.
Bajo el escenario, los titiriteros, gracias a algún artificio, pusieron a las figuras de los guardias del revés. Ahora ya no eran guardias vestidos de gris, sino lobos que aullaban y creaban lanzas de hielo con las que expulsar a los dragones. Sus voces graves podían oírse por encima de los ahogados gritos de asombro del público.
-¡Vaya títeres más estupendos! ---dijo Shawn, mientras una pareja de guardias, de carne y hueso, uno como el títere de pino y el otro como el de caoba, cruzaban la plaza haciendo su ronda y asentían con aprobación mientras uno de los dragones se estrellaba derrotado contra el suelo.
El segundo dragón soltó a uno de los pequeños títeres que había secuestrado y Shawn se estremeció con una mueca de dolor. No estaba seguro de que conseguir que un dragón dejara caer desde las alturas a un niño contará como <<rescate>>, más bien parecía que no.
-Si, que son estupendos--- coincidió Aiden---, pero no nos van a dar de cenar.
Cuando Shawn se giró para miralo, su hermano había sacado una caña de pescar de su abrigo y estaba enrosca do cada una de las secciones hasta completar el mango, para tomar después posición al borde de la cornisa. Había un vendedor de salchichas debajo de ellos, un hombre mayor. Desde su punto de observación, Shawn sólo veía su pelo gris y su grueso abrigo verde. Aiden comenzó a bajar el anzuelo y, cuando el vendedor no miraba, le quitó una salchicha.
En la plaza, la gente aún seguía fascinada con el espectáculo, daba monedas de cobre a los artistas y discutía sobre cómo habían conseguido hacer que el dragón escupiera fuego.
Aiden recogió el sedal con rapidez y cuidado, balanceándolo hacia Shawn, quien desenchanchó la salchicha. Tumbando de espaldas, la movió de arriba abajo, como si se tratará de un pez recién pescado, o como una de los títeres.
-Deja de jugar con la comida--- dijo Aiden entre risas mientras bajaba la vista para comprobar si podía atrapar otra. Usar el sedal había sido una de sus mejores ideas, pues nadie miraba hacia arriba en busca de los ladrones.
Cierto era que, con tantos rumores sobre dragones en los cielos, había más gente observando el cielo que se costumbre, pero aun así era mejor que robar a ras de suelo, que era lo que tendrían que hacer si querían conseguir algunas monedas.
A Shawn siempre le preocupaba lo de tener que robar, pero a Aiden le quitaba importancia. <<No nos queda otra---solía decir mientras se encogía de hombros---. Nosotros cuidaremos de nosotros mismos, y ya pueden ellos cuidarse solos>>.
Aiden frunció el ceño al ver que el vendedor había despachado su última pieza a un cliente y comenzaba a desmontar el puesto, así que ella hizo lo propio con su caña...
-¡Oye! --- le susurró a Shawn un momento después con una seña para que se acercara---:Mira esa ventana.
Con apresión, Shawn se asomo para echar un vistazo. Abajo había una pequeña ventana entreabierta.
-¡Ni hablar, Aiden!--- trató de objetar.
-Venga, las piernas te llegan---dijo Aiden ---. Piensa en todo lo que puede haber dentro.
-¡Gente!--- exclamó Shawn---. Dentro puede haber gente.
Aiden rechazo la idea con un gesto de la mano.
-Es impossible que una ventana tan pequeña dé a una habitación principal. Será un cuarto de baño o una despensa. Nadie te verá.
Se le ocurrieron otra docena de razones para no hacerle caso, pero Shawn no se molestó en mencionarlas. Sabía muy bien cómo iba a acabar aquello, dijera lo que dijera.
Así pues, sin más protesta que un suspiro, le tendió su abrigo y se descolgó de la cornisa.
Acabó colgando de las manos, mientras buscaba el alféizar a tientas con los pies. No quería ni pensar en el dolor que sentiría si se caía contra el suelo. Era ya presa del pánico cuando por fin encontró un pequeño saliente sobre el que apoyó los pies. En precario equilibrio, fue bajando las manos, agarrando las piedras de la fachada, hasta quedar a la altura de la ventana y poder colarse por ella.
Aterrizó con suavidad, pero tuvo que hacer aspavientos con los brazos para mantenerme en pie sin volcar las estanterías que cubrían las paredes de la pequeña despensa.
Cuando por fin recuperó el equilibrio, suspiró aliviado.
Pero la tranquilidad le duró unos diez segundos, hasta oír que se habría la puerta de la calle. La corriente que se levantó recorrió las distintas habitaciones y, cuando llegó hasta Shawn en la despensa, cerró de golpe la pequeña ventana sobre su cabeza. Se giró con el corazón en un puño e intento volver a abrirla. Pero la ventana tenía cerradura, y no había llave a la vista.
Se quedó mutando horrorizado su frustrada vía de escape. ¿Por qué tenían que pasarle esas cosas a él?
Oyó unos pasos que se acercaban, así que buscó en el estrecho cuarto algún sitio donde esconderse. Tras unos segundos de desesperada indecisión, consiguió acurrucarse detrás de una inmensa tinaja de porcelana casi tan grande como él.
Retiró la tapa, sintiendo cómo el olor de la salmuera de las verduras encurtidos le cosquilleaba la nariz, y se la colocó sobre la cabeza. La despensa estaba a oscuras y, con suerte, su tez morena lo ocultaría si alguien echaba un vistazo rápido. Aunque, según su experiencia, era raro que él tuviera suerte.
Los pasos se detuvieron frente a la puerta de la despensa, que seguía entornada. A través de esta, pudo ver a una mujer que parecía querer destacar tanto como él pasar desapercibido. Llevaba puesto un magnífico sombrero, adornado de flores carísimas. Su traje era largo y morado, diseñado para ocupar mucho espacio, y se había maquillado con colorete del mismo color a juego. Claramente era rica, y mostraba una gran altivez al inclinarse sobre el espejo del salón para ajustarse el sombrero.
-Esa Dama Garro--- dijo para sí misma con indignación --- y esa Sama Chardi... Les voy a enseñar yo quién le quedan los pasteles desinflados. Ya veremos quién ríe la última en el próximo concurso.
Shawn se la quedó mirando. ¿Estaba hablando consigo misma? ¿Cuanto tiempo iba a quedarse allí? Y el, ¿como lograría salir de aquella situación? Si lo pillaba, lo denunciaría a la Guardia de los Lobos, eso seguro.
De repente, mientras intentaba concentrarse en respirar con lentitud, alguien llamó a la puerta principal.
Sus problemas aumentaban.
La mujer y su sombrero se apresuraron a ir a abrir; después oyó la alegre voz de Aiden, aunque no pudo entender lo que comentaba. Una cosa segura de Aiden era que él siempre se lanzaba de cabeza ante cualquier situación, tuviera o no un plan.
De pronto, la voz de la mujer volvió a acercarse.
-Ya te he dicho que no quiero...
Aiden no la dejó añadir una palabra, y Shawn se dio cuenta de que ya se había metido en la casa.
-Señora, estamos ofreciendo en cada casa una salchicha de degustacion. ¡Dama, preebe y se convencerá de que venderemos las mejores salchichas de Holbard! ¡Quizá de todo Vallen!
Voi cómo Aiden pasaba por delante de la puerta de la despensa, seguida de la señora, que claramente intentaba echarla de su casa. Por un momento, las dos se miraron, como si pudieran tener algo en común, como si a pesar del traje andrajoso de Aiden y las ropas caras de la mujer pudieran ser madre e hijo. Como si esa pudiera ser también la casa del chico.
Cuando se alejaron lo suficiente, Shawn dejó en el suelo la tapa que llevaba en la cabeza y salió de detrás de la tinaja.
Inspiró con fuerza, se apresuró a salir de la despensa de puntillas y fue derecho a la salida.
-¡Chico!--- La aguda voz de la mujer sonó a sus espaldas, y él, sin pensárselo dos veces, echó a correr hacia la puerta.
-¡Disfrute de su salchicha!--- exclamó Aiden, saliendo de la casa tras Shawn.
Le lanzó su abrigo mientras cruzaban la plaza a la carrera, escurriéndose por entre el gentío hasta llegar a un callejón en el lado opuesto. Para cuando la señora alcanzó la calle, ellos ya se habían esfumado.
-Buff---dijo Aiden---, por los pelos. A ver, ¿que has conseguido?
-¿Conseguido?--- repitió Shawn mientras se ponía el abrigo---.¿A qué te refieres?
-¿Como que a qué me refiero? Conseguido--- insistió Aiden---. Era la despensa, ¿no? ¿Qué comida has conseguido? Tuve que darle la salchicha para sacarte de allí. Y eso que era de las buenas.
-No..., no tengo nada. Estaba demasiado ocupado buscando dónde esconderme cuando se cerró la ventana-admitió.
Aiden se quedó un instante en silencio, pero luego, como hacía siempre que él metía la pata, le sonrío y le pasó el brazo por el hombro.
-No pasa nada--- dijo con alegría en la voz---. Hoy hemos visto una extraordinaria función de títeres.
Estaba oscureciendo y ambos sabían que llegaba la hora de buscar dónde pasar la noche. No era prudente que dos niños de doce años vagaran solos a esas horas. Así pues, volvieron a recorrer los tejados de Holbard hasta llegar a una taberna en el centro de la ciudad. El cartel de fuera ponía <<El Lobo Ladino>>. Como tenían que moverse por toda la ciudad para rapiña lo bastante para llenarse el estómago, no todas las noches lograban regresar al Lobo. Aunque lo hacían siempre que podían, pues El Lobo Ladino era especial.
La planta baja bullía de gente, con luces doradas encendiéndosede una en una y un alboroto que se extendía hasta la calle. Además de tener dos plantas más, cosa poco común en Holbard, estaba situada sobre una colina.
Subieron juntos hasta el tejado y levantaron una trampilla recubierta de hierba que habían encontrado años atrás. Debajo había una pequeña buhardilla, auque más que una buhardilla era un hueco entre los faldones cubiertos de hierva y la techumbre interior, al que no había forma de acceder desde la segunda planta. No era lo bastante alto como para que un adulto pudiera sentarse erguido, pero si para que los gemelos pudieran acurrucarse y entrar en calor.
A Shawn le parecía que recogerse en el tejado de El Lobo Ladino era lo más parecido que tenían a volver a casa. Era su refugio especial, su secreto.
Aiden se escurrió primero, mientras Shawn de detenía a medio camino para contemplar el horizonte y empaparse de las vistas, que comenzaban a desaparecer bajo el manto de la noche. Holbard estaba rodeada por unas gruesas murallas, y más allá de ellas los pastos y montes habían quedado completamente sumidos en la negrura.
Los prados de los tejados se extendían en todas direcciones. Al este se vislumbraba el reflejo del mar y los mástiles de los barcos en el puerto.
Justo antes de cerrar la trampilla tras él, oyó un suave maullido. Aguardó un instante y, de pronto, una oscura sombra con brillantes ojos amarillos surgió de la nada y fue a acurrucarse junto a Aiden. Se trataba de Kess, una gata que a veces pasaba la noche con ellos para entrar en calor.
Shawn cerró la trampilla y Aiden extendió una manta para taparlo, con Kess enroscándose a sus pies. El estómago de Shawn rugía de hambre y estaba seguro de que el de su hermano también, pero ninguno mencionó la salchicha perdida, tampoco el hecho de que, rodeado de comida, no se le hubiera ocurrido llenarse los bolsillos. Al amparo de su cobijo secreto, la noche no parecía tan lúgubre. Pese a ello, Shawn sintió que debía decir algo.
-Gracias por venir a rescatarme--- susurró
-No seas tonto--- respondió Aiden en voz baja---. ¿Que otra cosa iba a hacer? Somos un equipo. ---Sacó una mano de debajo de la manta y lo acarició---Shawn, siempre estaremos juntos. Siempre nos guardaremos las espaldas, te lo prometo, ¿vale?
-Yo también te lo prometo--- respondió, y sabía que era cierto.
Pero a medida que se sumía en el sueño, arropado por la oscuridad, una idea seguía rondándole: Aiden nunca llegaría a necesitarlo tanto como él lo necesitaba.
ESTÁS LEYENDO
Inazuma Eleven {Los Lobos del Hielo} (Pausada)
FanfictionUn año más Aiden y Shawn, hermanos mellizos de doce años, se disponen a ver la Prueba del Báculo. De ella saldrán los nuevos reemplazos para la Academia Ulfar, aquellos que se encargarán de defender el Vallen de los terribles dragones. Todo parece i...