La noche poco a poco se cernía sobre el tranquilo y progresivo poblado de Asshia, un prometedor pueblo que pronto sería capaz de convertirse en una ciudad debido a sus fructíferos resultados. Una economía envidiable, trabajo en abundancia, sin duda el sueño de cualquiera que buscara mejorar sus condiciones de vida.
— ¿Escucharon eso?
— Sí, no deben estar muy lejos. ¡Oye, Lewin! ¿Qué rayos estás haciendo? ¡Apresúrate!
— Ya voy, pero primero debemos ir por nuestro Jefe de zona ¿No?
— ¡Entonces muévete y apúrate, maldita sea! Esos demonios podrían acercarse demasiado al pueblo.
Claro, a excepción de un pequeño detalle: Los peligros que acechaban a aquel sitio tan codiciado y ansiado. La constante y mortal presencia de los demonios que residían en el bosque más temido de la región, Gehena, hacía desistir a los que no poseían la suficiente osadía o estupidez para embarcarse en ese peligroso viaje.
Mientras los Cazadores de la Orden de la Verdadera Cruz se movilizaban por las calles, reuniéndose y alistando las municiones o provisiones que necesitarían, los civiles se mantenían encerrados en sus hogares con la esperanza de pasar una noche tranquila y a salvo. Se mantenían con el temor de que su deseo fuese ignorado.
Poco a poco, uno a uno, los aullidos iban plagando la noche con rapidez. Los niños hacía mucho habían sido obligados a recluirse en sus habitaciones, siendo enviados a dormir con historias de lo que podría sucederles si se atrevían a salir. Desde temprana edad, se les inculcaba con miedo las precauciones que debían tener, y los horrores que tendrían que pasar si desobedecían.
— ¿¡Por qué no!? ¡Ya tengo la edad suficiente!
— ¡No seguiré discutiendo esto contigo! Guarda silencio, come tu cena y después vete a dormir. No puedo perder más el tiempo, Rin. Debo irme de una vez.
— ¡Quiero ir!
— ¡¡No, no lo harás!!
Elevó el tono de su voz de forma inconsciente, demostrando su enojo y lo mucho que estaba en desacuerdo. El menor frunció el ceño y apretó los puños, no le molestaba que su padre lo subestimara, sino que dudara de él y sus capacidades. Lentamente, aquella pelea, iba creando una mella entre ellos.
— ¿Por qué...? ¡Dime porque!
El mayor, el único adulto en la habitación, se sobó el tabique nasal y suspiró con fastidio. Ya sabía él que tendría algún día aquella discusión con el mayor de sus hijos, sin embargo, no pensó que sería demasiado terco y cabeza hueca. Creyó que podría hacer el intento de razonar sus acciones y comprenderlo.
— Eres un mocoso inmaduro ¡Todavía un niño!
— ¡Ya tengo 15 años! ¡Ya no soy un niño!
— ¡Para mi todavía lo eres! Soy tu padre, y como tal no permitiré que te arriesgues en vano, siempre y cuando yo pueda protegerte no tienes necesidad alguna de ir y pedirle a esas bestias que te maten.
Escuchar aquellas palabras, cuando era un infante, le causaban un mohín y el hacer un juramento sobre ser más fuerte al crecer. No obstante, en aquellos momentos lo llenaron de rabia e ira.
— ¿¡Entonces por qué maldita sea llevas a ese cuatro ojos contigo!? ¡Él es incluso menor que yo! ¡Todos los chicos de mi edad están convocados a ir! ¿¡Por qué soy el único que no puede ir!?
Shiro Fujimoto, su padre y también el Jefe de zona de Asshia, se quedó mudo por unos cortos instantes antes de rascarse la nuca y desesperar al menor con ese gesto. El hombre miró a verlo a los ojos y, a empujones, lo guió a su habitación. Cuando el joven puso resistencia, al peli-gris no le quedó más remedio que enfrentarlo de una vez.
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Luna Azul [Amaimon X Rin]
FanfictionSon seres viles, traicioneros y no dudarán ni un sólo mísero segundo en ir directo por tu cuello: Esa es una definición que Amaimon debe soportar. Y los huargos son la peor amenaza con la que el progresivo pueblo de Asshia tiene que lidiar. Acechan...