La acera de las ideas

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Escribí este fanfic para un concurso de fanfics fantásticos y salí en 2do lugar. La verdad es que fue en lo único que pude pensar cuando dijeron fantasía y como soy estudiante de Ciencias Sociales, aún más. Espero les guste.

Arte de dancingwithdinosaur (Tumbrl)

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La primera vez que vi pelear a Simon Snow fue cuando teníamos trece años. Yo estaba odiado con el mundo (nada nuevo) y como siempre, me rehusaba a aceptarlo como compañero de cuarto. Ya se sabía que el niño era el elegido, que había llegado de la mano del Hechicero y que se suponía que salvaría al mundo mágico, pero yo no veía nada de especial en él. Era torpe, no podía hacer ni un solo conjuro bien y ni siquiera sabía comportarse en sociedad. Sabíamos que Simon Snow había vivido la mayor parte de su vida hasta ese momento en el mundo humano, sin entender la magia y sin ser completamente de ninguna parte. No me sorprendía que no supiera cómo moverse en un sitio donde todo el mundo era mucho más habilidoso que él. Esperaba que sus peleas fueran un fracaso, que no pudiera dar dos pasos sin tropezar con sus cordones y caer de cara al piso. Porque así de idiota parecía.

Lo importante es que yo lo odiaba, porque no lo entendía y porque me daba miedo que algún día aprendiera a usar sus poderes. No voy a mentir, también me desesperaba su carácter de niño bueno, sus discursos de "hacer lo correcto" que no pegaban con la figura revolucionaria del Hechicero.

Y yo quería odiarlo, verlo fracasar, tanto al torpe de Snow, como al Hechicero por desplazar a mi familia en la conducción de Watford, pero no podía del todo. No lo había entendido hasta ese momento. Ese día que me hizo ver a Simon de una forma diferente.

Como siempre, Snow se había escapado de nuestra habitación compartida para seguirme. Porque había decidido que simplemente no podía confiar en mí y sospechaba de mis desapariciones nocturnas. Conocía sus razones para desconfiar, yo era un niño pálido hasta la médula que salía en las noches y volvía con las uñas manchadas de rojo, porque aún no sabía como chupar sangre de las ratas sin ensuciarme. Simon no era diestro con la magia, pero su capacidad de elucubrar conspiraciones era increíble. Dedujo que era un vampiro. Y estaba en lo cierto.

Había ido a las Catacumbas para mi cuota de sangre mínima cuando escuché ruidos en las afueras. No me era difícil adivinar que Simon me había seguido. El chico no podía ni disimular sus pisadas. Pero cuando salí, dispuesto a empezar una nueva disputa y con un comentario mordaz en la boca, no vi a Snow intentando ser silencioso. Lo que vi fue un panorama muy distinto.

Al principio pensé que un centauro estaba atacando a un estudiante de Watford, alguien que había visto vagamente en los pasillos, y que Snow estaba ahí intentando calmar el asunto como un mediador. Sin embargo la situación fue adquiriendo un cariz distinto a medida que avanzaba, pisando lo más silenciosamente posible las hojas del suelo para no hacerme notar.

El centauro tenía libros en los brazos, de magia y otras asignaturas de clases. Deduje que había salido a estudiar o que volvía de la biblioteca. El chico del otro lado apuntaba su varita mágica hacia adelante, pero su postura no parecía de defensa, sino todo lo contrario.

—Watford se va a volver mediocre si sigue dejando entrar a esta caterva de criaturas inferiores —lo escuché decir, casi como si mordiera las palabras.

Reconocí su discurso al instante. Era lo que yo mismo venía pensando durante años, lo que mi familia pensaba. Cuando la conducción de la escuela pasó al Hechicero cambió totalmente el paradigma de gobierno de mi familia. Abrió las puertas a miles de criaturas y magos de poca monta que antes no podían entrar. A nosotros, las Familias Antiguas, nos disgustó mucho eso. Watford era un lugar de elite, y sólo los mejores podían entrar. ¡Estábamos despreciándonos a nosotros mismos si dejábamos que unos cualquiera pudieran estudiar! Aunque el Hechicero hizo una feroz campaña contra nuestras ideas, nosotros vaticinamos que habría combates entre estas criaturas, que no estaban a nuestra altura, y los estudiantes reales de Watford.

La acera de las ideasWhere stories live. Discover now