Quiero besarte

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"Quiero besarte".
Fue lo que apenas escuchaste salir de sus labios, tan tenue y casi imperceptible, sobresaliendo de la comodidad del sonido de la lluvia, interrumpiendo tus pensamientos y rompiendo la atmósfera tranquila de la habitación.

Estaba lloviendo afuera, por lo que el aroma a tierra mojada inundaba tus fosas nasales. No se podría decir que fuera una tormenta, pero por la ventana se apreciaban las perezosas gotas de lluvia cayendo una a una produciendo sonidos relajantes, el cielo era completamente de un gris oscuro, pero al aún ser de tarde, la escasa luz que tocaba el interior era suficiente para ustedes, por lo que no había otra clase de iluminación además de la ventana. Tú te encontrabas haciendo nada, sentado con las piernas contra tu pecho, en el otro extremo de la habitación en la que estaban.

Pensaste que habría sido tu imaginación, porque, ¿quién en su sano juicio querría besarte? Es decir, por alguna razón no habías sido besado en toda tu vida. Y además, ¿por qué demonios Karamatsu querría besarte? Porque la probable voz que habías escuchado en tus pensamientos era de él y eso te aterró de cierta forma.

Pero entonces, lo volviste a escuchar, sus palabras, su voz gruesa por sobre el sonido de la lluvia te erizaron la piel y esta vez le dedicaste tu mirada confundida para estar completamente seguro de que lo que habías escuchado era real y que no eran las desagradables invenciones de tu mente.
Y lo viste observándote con seriedad, con sus pupilas dilatadas, seguro de lo que pedía y el ceño ligeramente fruncido, pero con un casi imperceptible sonrojo rosado en sus mejillas que incluso lo hacía ver hasta inocente en su petición. Como un niño pequeño pidiendo un dulce, de hecho, estabas casi seguro de recordar que esa era su expresión cuando pedían dulces al ser más niños.

Y lo viste mover los labios, probablemente formando las mismas palabras de antes, pero esta vez no lo escuchaste. Y esta vez no lo escuchaste porque definitivamente algo estaba mal contigo. Definitivamente estabas escuchando mal. Definitivamente estabas equivocado. No obstante, te congelaste cuando él se movió para postrarse frente a ti, apoyado en sus rodillas viéndote fijo y pensante.

Tú estabas sentado recargado contra la pared, por lo que prácticamente te había acorralado indirectamente. Y ya estabas pensando en golpearlo para apartarlo de ti, pues tu nerviosismo por alucinar cosas se estaba saliendo de tú control, pero su mirada te detuvo. Y fue extraño, porque su mirada era extraña, casi parecía que te veía con cariño, ¿amor? Y no era como si nunca te viera con ese sentimiento, sólo que nunca había sido tan profundo como ahora, o de lo contrario, no lo recordabas.

Luego, tus brazos fueron sostenidos por los de él y enrojeciste mientras se inclinaba hacia ti y lo veías confundido, arqueando una ceja. Demonios, Ichimatsu, controla tu respiración, controla tu pulso y deja de sudar, lo estás haciendo incómodo.

Pero entonces, él lo dijo por cuarta vez, genial, ese era tú número de la suerte. Y esta vez estaba frente a ti y lo dijo tan claro que te sentiste temblar entre sus brazos, y esta vez ya no hubo dudas ni pudiste poner excusas para distorsionar lo que realmente estabas escuchando.

—Ichimatsu, quiero besarte—. Los vellos en tu nuca se erizaron y de un momento a otro las palmas de tus manos se sintieron tan frías cuando acercó su rostro al tuyo con los ojos cerrados y los labios fruncidos, los latidos de tu corazón se volvieron tan furiosos haciéndote sentir mareado y quizá por tu impresión inicial casi fuiste incapaz de reaccionar. Sí, casi.

—¿Qué demonios, Kusomatsu?— Fue vergonzoso el pánico que se escuchó en tu voz cuando volteaste el rostro a un lado para evitar el beso, asustado, con la cara enrojecida y una gota de sudor recorriendo tú sien.

Y es que estaban tan cerca, pero ¿quién necesita respetar el espacio personal cuando lo que se quiere es un beso? Esperen. Un beso. Sí Ichimatsu, habías escuchado bien. Un beso, tu hermano mayor quería besarte. Habías acertado desde la primera vez que lo escuchaste, pero tus inseguridades te hicieron negarlo, incapaz de aceptarlo; ahora no había escape a lo que estaba pasando.

Quiero besarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora