Capítulo 6

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Francisca entró a la casa y lo vio acostado en el sillón, completamente borracho con la mano derecha ensangrentada. Sangre, como odiaba esa sustancia viscosa de color rojo, que con solo verla, unas ganas de vomitar la atormentaron.

Respiro profundo y se acercó a Antonio cuidadosamente, impidiendo que las emociones del momento, le jugaran una mala pasada. Federico, a su lado, tocó primero al joven.

-Entré con la llave de repuesto, y lo encontré así, lo moví y no me contestó.

La joven lo escuchaba atentamente, su cuerpo temblaba de nervios, hace meses que no estaba frente a ese hombre, y de solo verlo, su cuerpo reaccionó.

-Su mano- susurró.

Federico tomó la mano de Antonio y suspiró.

-Tiene vidrios enterrados aún...-tomó un frasco entre sus manos- ¡mierda!... Fran mezcló medicamentos para dormir con alcohol, debemos llevarlo a un hospital...

La joven asintió, y se acercó más al joven, tocando delicadamente su rostro. Se veía pálido, ojeroso y se notaba que no se había bañado en algunos días. Un nudo se formó en su garganta, quería llorar, nunca se imaginó ver a Antonio en esas condiciones.

Federico al ver que la joven tampoco reaccionaba, se alejó a buscar el auto.

-Quédate aquí, iré a por el auto- ella no lo escuchó, su mirada estaba fija en Antonio.

Se agachó, quedando a la altura de su rostro, y lloró en silencio. Le dolía ver como estaba, le dolía el solo pensar que una noche de fiesta lo dejó en esas condiciones, le dolía pensar que algo malo podría pasarle. Quería tener el valor de irse, de dejarlo y que Federico se preocupase por él, pero no podía, su mente y su corazón no le permitirían dejarlo, hasta no saber que estaba bien.

Federico entró nuevamente en la casa y con ayuda de ella, cargaron a Antonio a los asientos traseros del auto, dejándolo completamente acostado. Francisca volvió por su billetera y el frasco de pastillas que Fede había encontrado. Y se sentó atrás junto al chico, colocando su cabeza sobre sus piernas. No podías manejar, así que su amigo los llevó al hospital.

Llegaron rápido y un enfermo los ayudó a sacar a Antonio del auto, colocándolo en una camilla para hacer su ingreso a urgencias.

-Deben hacer su ingreso en el mesón de la derecha- les comentó el señor.

Francisca corrió al mesón, y detalló cada dato del joven, desde el nombre, a si era alérgico a algún medicamento. Los hicieron esperar en la sala de urgencias. Y ahí, Federico llamó a Josefa, la hermana del joven, indicándole lo ocurrido.

La espera se hizo larga, nadie salía a informarles nada, y lo único que ella hacia era pasearse por ese angosto pasillo, derramando gruesas lágrimas. Hasta que sintió el gritó de Josefa, que corrió a su encuentro.

-¿Fran qué pasó?, ¿Cómo está mi hermano?

La joven sólo la abrazó y lloró con más ganas.

-Aún no sabemos nada... y... no sé qué pasó... yo sólo le pedí a Fede que le entregase unas cosas que tenía de él, y Fede lo encontró así, y sólo...- sollozó- lo trajimos aquí.

-Pero qué pasa en la cabeza de mi hermano, hace días que no sabía nada de él, pero nunca pensé que podía pasarle algo malo...-Josefa también lloraba. Nuevamente las mujeres se abrazaron- no sé qué haría si le pasa algo a mi hermano.

-Sh... tranquila... verás que se pondrá bien...

Josefa, tomó la mano de Francisca y se la acarició en forma de agradecimiento.

-Fran... yo... gra...- la joven la interrumpió y movió su cabeza, dándole a entender que no era necesario. Jose le devolvió una sonrisa.

Se mantuvieron en la sala, esperando noticias. Según el último reporte del enfermo, el doctor a cargo saldría en unos minutos a dar el informe médico.

-¿Qué hace esta mujer aquí?- irrumpió en el lugar la voz del padre de Antonio.

Francisca sólo alcanzó a levantarse antes de que él se plantara frente a ella a gritarle.

-¡Quiero que te vayas de aquí! Es tú culpa – la apuntó- de que mi hijo este así... no te bastó con arruinarle la vida.

La joven no cabía de la impresión. No entendía que estaba pasando, su cuerpo y su mente no respondían ante esa acusación, sólo se mantenía temblorosa ante cada palabra de ese hombre.

-¡Vete!- la tomó fuertemente de su brazo, y la empujó.

La joven, que aún no tenía el control total de su cuerpo, resbaló y cayó de rodillas al suelo.

-¡Déjela!- gritó Federico, mientras ayudaba a su amiga a levantarse.

-¿Qué te pasa?- hablo Josefa, empujándolo hacia atrás- Roberto que estupidez estás haciendo – le gritó a su padre- ¿Por qué la has tratado así? ¡Ella salvó a tu hijo de morir de una intoxicación!- la joven dejó caer sus lágrimas.

Francisca por su parte, con ayuda de Federico, se levantó del suelo, con el rostro empapado de lágrimas, recién comprendió lo que había ocurrido y una rabia incrementó en su cuerpo. Se soltó del muchacho, y se acercó a Roberto, para darle una bofeteada en su mejilla.

-No me vuelvas a tocar en tu vida.

-Mocosa insolente- intentó nuevamente agarrarla del brazo, pero Josefa se interpuso.

-Déjala, no vuelvas a molestarla, no te das cuenta en el lugar en el que estamos...

-No me importa...- la interrumpió- bien hice en que mi hijo se diese cuenta la mujer que eras...- Francisca lo miró con odio- nunca conseguirás aprovecharte de mi hijo...

-¿Qué le pasa?- exclamó dolida la joven- usted sabe que yo nunca he engañado a Antonio, que nunca le haría daño – sollozó, y Federico la abrazó - ¿Por qué nos hizo eso?, no se da cuenta que nos dañó...

-Conseguí que se diera cuenta de que lo estabas utilizando... engañando... por siempre serás una zor...

-Cállese- lo interrumpió- déjeme en paz- el aire comenzó a faltarle, no podía estar más ahí, la joven trató de soltarse del agarre de Federico, pero su cuerpo se tambaleó, y la presión del momento, le ocasionó un mareo, escuchó el grito de Josefa, y todo se volvió negro.



Abrió sus ojos, y observó el lugar en el que estaba. No era su casa, el último lugar en el que estuvo, era su casa, pero... ¡oh no! ¿Qué mierda me pasó?

Observó los cables conectado a sus brazos, su mano derecha vendada y comprendió que estaba en el hospital, a su lado, descansaba su hermana, movió lentamente su mano, y toca el rostro de Josefa. La joven despertó sobresaltada y una sonrisa se formó en sus labios.

-Despertaste- sollozó- Antonio no sabes cuan asustada estaba.

Se acercó a su hermano y lo abrazó.

-Jose ¿Qué me pasó?... ¿Qué hago aquí?...

La joven lo observó triste.

-¿No recuerdas qué pasó?- él negó- Te encontraron desmayado en tu casa, te trajeron al hospital y te habías intoxicado, habías ingerido pastillas para dormir con alcohol... tuvieron... tuvieron que hacerte un lavado de estómago... si ellos no hubiesen llegado a tiempo... tú Antonio... tu podrías haber...- la joven explotó en llanto.

-Tranquila Jose... yo no sé... que me pasó... pero te juro que no lo hice consiente.

-¿Qué pasa contigo? ¿Necesitas ayuda?, si es así, debes pedirla... - lo retó- no puedes dejarme...

-Lo sé y lo siento... pero ¿cómo me encontraste?...

Josefa lo miró fijamente y resopló.

-No fui yo quien te encontré- Antonio la miró dudoso.

-¿Quién fue?

-Fue Francisca y Federico. 

Culpable o noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora