El abuelo (por no decir viejo porque no tiene descendencia, no tiene ese mod de Minecraft) comenzó su camino en busca de alimentos de formas alargadas de pequeño tamaño. Suena pederasta, pero era pepinillos lo que quería.
Él no sabía donde comprar los pepinillos. En una verdulería hubiera estado bien comprarlos, pero la última de la ciudad fue sustituida por una tienda de preservativos con sabores frutales. En Mercadona estaría todo cultivado con abonos artificiales, pesticidas, tendría conservantes, ázucar y marihuana. Finalmente, recordó que tenía un bote de pepinillos caseros de su abuela Aurelia en su casa. La casa estaba lejos porque se había pegado un buen paseo, pero estaba demasiado cansado para deshacer el recorrido.
Montó en un autobús público, algo bueno para la naturaleza, excepto porque era el único que estaba ah. Tenía que pagar 2€ al final del trayecto, en frente de su casa. Él sólo tenía un billete de 500€ que cogió prestadillo en el banco. Como era la única manera de pagarle, pero no podía ser de esa, el conductor se lo llevó de la ciudad a un pueblo lejano y lo dejó allí.
***
El viejo, ahora perdido, buscó si había un lugar donde vendieran pepinillos artesanos.
Encontró una fábrica de pepinillos. Quiso comprar algunos allí, pero por alguna razón eran azules antes de tirarlos a una gran piscina con un líquido verde que emanaba olor a pintura y a vegano. Le dijeron que era colorante alimenticio. El viejo no se fió y se fue; pero se fue porque sólo podías comprar a escala mayorista. Él podría haberlo hecho, eran baratos, pero cuando miró en su bolsillo sólo había 2€ y una nota del conductor del autobús en la que ponía ";)".
Encontró una tienda de desodorantes. No tenían olor a pepinillos, aunque el dependiente, entre sus manos sostenía un bote de lo que parecían pepinillos, de esos amarronados crujientes como las croquetas de pollito picado del McDonalds. Se acercó y habló un rato con él. Seguidamente, le pidió un pepinillo de su bote. El dependiente muy callado le miró angustiado. El viejo observó de nuevo los pepinillos y consiguió reconocer entre el líquido verdoso lo que parecía una uña. Eso no eran pepinillos.
Encontró una biblioteca. En uno de los ordenadores entró en Amazon para comprar pepinillos online. El problema era que no era una biblioteca, sino una tienda de ordenadores y libros. Le echaron cual refugiado en Alemania y terminó por buscarlo en su iPhone. Lo compró nuevo de última generación tres días antes y la obsolescencia programada ya no le dejaba entrar en ningún navegador, a no ser que utilizara Explorer, pero esa búsqueda terminaría con sus últimos años de vida.
Encontró, por último, un puticlub. Entró porque servían algunas copas con pepinillos de aperitivo. Entró diciendo que quería pepinillos. Una mujer con sujetador de color carne (quitando la parte del sujetador) le preguntó que si de verdad los quería. Con toda su alma los quería. Como si hubiera recibido una orden, la mujer de vestimentas demasiado humildes se alejó y le dijo algo a un hombre que parecía trabajar en ese lugar. Este se le acercó al viejo y le dijo que le daría sus pepinillos y se lo llevó a una sala privada.
El viejo tuvo claro en ese momento lo muy heterosexual que quería ser.
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El viejo que comía pepinillos en una esquina.
Ngẫu nhiênEl esporádico viejo desgraciado que se va a una esquina a comer pepinillos, se va a comer pepinillos pasando por una electrizante historia.