-独特の-

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No sería la primera vez que pasa que dos amigas aparecen un día como novias. Tras años de conocerse, compartir palabras, risas y lágrimas no es nada sorprendente, sabes que la persona de la que te enamoras te conoce como nadie, que te quiere en alguno de los sentidos, ¿que mejor que compartir un poco más de aquellas vivencias? Pero esta vez, con más confianza, más sentimiento y... ¿pasión?

Algún beso que otro ya había ocurrido, sutiles e inocentes caricias que no pasaban a más que esas dos cosas, pero nunca se negaron a experimentar un poco más, y cruzar la barrera de lo prohibido. 


Aquella nublada tarde se reunieron entre todos los amigos, a pasear y divertirse, y el tiempo que no parecía querer esta de su bando no se lo iban a impedir. Finalmente acabaron en una de las casas, ya la noche era próxima así que se quedaron conversando ahí. Sonreían felices de poder estar todos juntos.

-Ven, siéntate.- dijo Anna, una chica de cabellos largos y rizados, de un color moreno oscuro, palmeando sus piernas en dirección a Erika, pelinegra y algo más pálida, que negó con su cabeza al respecto. La castaña tan solo obvió su reacción, y sujetándola de las caderas la atrajo hasta sentarla en sus muslos, causando un leve tono rosado en las mejillas de la pelinegra, dejando un cálido beso en su mejilla. Era imposible no escuchar el "awww" que salió de los labios de sus amigas al ver aquello, algo ya normalizado ente ellas, era lo habitual.

-¿Deberíamos dejaros algo de intimidad?- rió con una sonrisa divertida Sara, una chica de largos cabellos castaños, dando un pequeño golpe con el codo a Aroa, su mejor amiga.

-Creo que los que sobramos aquí somos nosotros, "el rincón lesbico" no nos acepta.- haciendo una actitud ofendida, llevando su mano a su pecho simulando dolor había un chico que cabellos rubios y cortos.

-Sabes que si aceptaras tu relación con Óscar...

-¡QUE NO SOY GAY!- gritó interrumpiendo las palabras de Anna.

-Ya ya, lo que tu digas.- dijo Aroa.

Las horas transcurrían, cuando se percataron de lo tarde que era, y que el sol ya había caído sin la noción de ello. 

-Nos tenemos que ir ya.- dijo en un suspiro Sara.

-Yo me quiero quedar...- el labio inferior de Erika se abultó, siendo sorprendida cuando Anna dejó un pico en ellos para devolverlos a la normalidad.

-Quédate entonces.- algo sonrojada Erika asintió.

-JAJAJAJA Bueno nosotros nos vamos ya, no hagáis nada indebido.- guiñó un ojo Aroa, saliendo con los demás de la casa, dejando a ambas solas. Los pasos lentamente se alejaban, hasta que se dejaron de oír, y ese fue el momento en el que Anna se giró a ver a Erika, llevando su mano hasta la mejilla de esta, acercarla y juntar sus labios en un beso que fue rápidamente correspondido, muy distinto a los leves picos que se daban frente a los demás, como una simple amistad, este era más duradero, lento y suave, hasta que se separaron conectando sus miradas cómplices.

-Cuando tu me digas entro.- susurró Anna dejando ir a la menor hasta la habitación y cerrarse ahí. Tras unos minutos en los que solo se oían sus pasos, la puerta se abrió muy poco, quedando un leve rayo de luz en el pasillo, señal de que ya estaba lista. Los pies de la morena se movieron solos hasta la habitación, abriendo la puerta y topándose con una imagen ya muy conocida, y que a pesar de ello, seguía despertando miles de sensaciones en su interior. 

Tendida sobre la cama, con unas medias color blanco que llegaban hasta sus rodillas, finalizando en un pequeño lazo rosa pastel, una amplia camisa blanca cubriendo su torso, con los primeros botones sin hacer y dejando su clavícula a la vista estaba la menor completamente sonrojada. Podían haber hecho esto cientos de veces, pero siempre se sentiría como la primera en su rostro. 

Amigas Con Derecho A Roce. || O.S.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora