"No estoy segura" fue lo último que le contesté a Magui el día anterior. No soy una persona muy deportista y la idea de salir a andar en bicicleta a las seis de la mañana, en plena vacaciones de verano, no me motivaban para nada. Al contrario, lo único que deseaba era dormir hasta pasar las doce y encerrarme bajo llave con el aire acondicionado a veinte. Magui se había vuelto insoportable con la idea de ir a la Boca del Río en la venzo que había logrado comprar hacía poco, mientras en mi caso sólo pediría una prestada a mi hermano con el propósito de acompañarla.
Costó levantarme ese día, madrugar no es mi pasión. A las seis en punto los perros ladraron luego de escuchar a Magui llamar en la entrada con las palmas. Le chisté a Dogo y Hugo, dos cruzas calle con vereda bastante ruidosos pero amorosos, y nos fuimos. Recuerdo que ella iba adelante porque estaba emocionada, porque tenía ganas y toda la energía arriba. En mi caso, iba a mi ritmo y ella no se podía quejar al respecto. Comencé a tener noción del día, de la mañana, de las aves y el ruido cuando llegamos a la avenida, prontamente estaríamos cerca del camino de tierra.
- No quiero que me entiendas – me dijo Magui en un momento -, simplemente necesito despejarme.
- ¿Pasó algo? – atiné a preguntar, apenas el semáforo dio el paso.
- No realmente, no te hagas drama.
Yo estaba semi-dormida, por lo tanto, el tiempo se me pasaba volando. No sentía las piernas moverse, apenas me molestaba la luz del sol intentar atravesar mis anteojos negros. La suave brisa de aquella mañana era como una caricia, la cual no me hubiese molestado sentir en mi cama con la ventana abierta. Era domingo y el tránsito era lo bastante cómodo como para circular en mi estado de somnolencia. En la distancia miré a Magui girar a la derecha, tomando el camino de tierra antes de cruzar un puente. Por un instante me pregunté por qué éramos amigas ya que, hacía menos de dos meses que nos habíamos conocido en una fiesta regional luego que mi ex nos presentara. No conocía su pasado, había aparecido de la nada en mi vida para traer sonrisas y salidas inesperadas. Es normal que en mi pueblo conozcamos la "historia" de cada uno de sus habitantes y eso es culpa del chisme que va y que viene sin filtro, en algunos casos, lo cual es normal que todos caigamos al menos una vez en él. Pero de ella me sorprendí, no había nada. Lo único que había visto, en algún lugar de su departamento, fue una foto de ella cuando era pequeña.
- ¡No te duermas! – me gritó ya pasando los hornos de ladrillo. Con toda mi flojera, le hice la señal de "ok" e intenté alcanzarla.
Es aquí donde quería llegar.
Te juro que antes de llegar al regato, ese que cruza el camino principal de tierra en medio del campo, vi a Magui detenerse. Con los ojos desorbitados y mirando a todos lados se bajó de la bicicleta. - ¿Escuchaste eso? – me gritó a la distancia. Yo, que apenas la podía escuchar, me detuve y presté atención. El cantar de las aves, el breve sonido del agua en algún canal, el ruido de mis pies en la tierra, el zumbar de los mosquitos... La miré y le respondí con un movimiento de hombros que no escuchaba nada especial. De pronto el rostro de Magui comenzó a humedecerse, de sus ojos no paraban de fluir lágrimas.
- ¡La están matando! – gritaba - ¡¿No la escuchás?! ¡Es una niña y le están haciendo daño!
No entendía nada. Me acerqué un poco más, pero te juro que no escuchaba el grito de ninguna criatura. - ¡No para de gritar y es pequeña! ¡La están matando, la están matando! – vi a Magui agarrarse el rostro y caer en forma de bolita a la tierra, la bicicleta resonó entre las piedras y yo, que no entendía qué estaba pasando me preguntaba ¿Por qué no aparecía alguien? Intenté llamar a la policía pero no había señal suficiente, daba vueltas en círculos buscando una línea salvadora. Magui gritaba y lloraba en el suelo cuando la línea sonó y pude articular, con miedo en mi voz, donde estábamos y que necesitábamos una patrulla urgente o una ambulancia...lo que sea. Corrí a donde estaba mi amiga, en medio de la desesperación ella estaba viendo algo que la estaba traumatizando y cada vez gritaba más fuerte. Mi mirada se dirigió a la misma altura que ella, en medio del alto pastizal y no había nada.
De repente la mano de Magui se aferró a mi brazo y el cielo se tornó gris, corría un viento sur fuertísimo asegurando de una terrible tormenta acercarse. Escuché. No miento al decirte que escuché el grito de una nena, era como un aullido de dolor que me calaba hasta el hueso. Sentí escalofríos por todo el cuerpo y corrí, metiéndome al pastizal, para hacer algo. Magui no mentía, alguien le estaba haciendo daño a esa criatura. Sentía tanto miedo porque no llegaba, los gritos se hacían cada vez más fuerte y no llegaba. Sentía mis pies moverse, resbalar en barro y tropezar con piedras, pero nunca pensé encontrar aquella desagradable imagen. Magui estaba al costado del canal, llorando desconsoladamente. Me acerqué a abrazarla, pero lo que había dentro del mismo fue lo peor. Ahí, en medio del barro y el cemento, una pequeña Magui se encontraba ensangrentada, con las ropas desgarradas y sin ropa interior, inconsciente. Mi amiga se había desvanecido en mis brazos y la veía ahora en el lugar de aquella niña.
Es lo último que recuerdo antes que unos hombres uniformados me separaran de ella. Todo volvió a la normalidad hasta que la vi inerte en el suelo. Estaba viva y yo, había viajado en el tiempo.
María D' Lourdes (02/01/2019)

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Región
Short Story¿Qué tanto sabemos de aquellos a los que queremos? Dos amigas se enfrentaran a los demonios internos de una de ellas ¿Podrán soportar el peso del pasado? one-shot.