Lindsey

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Lindsey se levantó de una cama blanca, parecida a la de un hospital.
Mientras ella esperaba sentada en esa cama a que algo sucediera, lentamente se abrió la puerta.
Se quedó observando la bata blanca que el doctor llevaba puesta, aterrorizada, inundada por el miedo que la consumía por todo su cuerpo, intentó levantarse para hablar con el doctor, pero su cuerpo fue incapaz de levantarse.
No sabía porque estaba en esa habitación en la que no había nada, solamente la cama y ella. Llevaba varias semanas allí encerrada sin ver a nadie y sin escuchar un simple murmullo de personas, solo escuchaba los crujidos que hacían los muelles del colchón al que ella ya consideraba parte de su vida.
Recordaba sus últimos días con sus padres y su hermano en su casa, celebrando su cumpleaños, en el que ella cumplía su decimoctavo año de vida y el último día con sus padres, porque después de eso, solo recuerda esta habitación.
El doctor se encaminó hacia una silla que había delante suyo y se sentó rápidamente.
-Lindsey Elgort Taylor
Mientras dijo su nombre fue incapaz de mirarle a los ojos, intentaba evitar cualquier comunicación visual.
Lindsey asentó con un sí con un tono aterrorizado debido que no sabía que pasaría con su vida, si moriría  o viviría, y si vive de que forma vivirá, esas preguntas ocuparon su mente durante todas esas semanas de aislamiento en las que estuvo.
-Levántese por favor - dijo el doctor con una voz fuerte y autoritaria mientras sacaba de un bolsillo delantero de su bata un pequeño estuche.
Rápidamente se levantó y pensó que era su hora, finalmente la matarían sin saber por qué.
El doctor se acercó a ella, mientras se aproximaba pudo leer en una chapa situada en una esquina de la bata su nombre, Miles Larkin.
Antes de que pudiese inyectarle la sustancia que había dentro del aparato, parecido a una jeringa pero, aumentada tres veces más, pronunció su nombre. Él se paró y retrocedió hasta volver a sentarse en su silla.
-¿Me vas a matar ahora? - Le preguntó inmediatamente después de que él se sentara de nuevo.
De pronto un silencio extravagante llenó la habitación, él no pronunció ninguna palabra ni respondió a su pregunta sólo miraba fijamente a una pata que había situada debajo del colchón para sostenerlo, parecía que Miles se hubiese quedado perplejo al escuchar su nombre.
-No, no te mataré, solo tengo que inyectarte esto, solo es para que podamos controlar tu actividad física y mental.
Después de pronunciar esas palabras con una voz ausente, se aproximó a ella y le introdujo la sustancia justo en la carótida.
-¿Mi actividad física y mental? Preguntó Lindsey mientras un escalofrío le recorría por todo el cuerpo.
-Sí, durante muchos años hemos hecho muchos experimentos y desde hace un par de años hemos descubierto que ciertas personas de la Tierra tienen cualidades especiales, tú eres una de esas personas y por ese motivo tenemos que vigilarte y cuidarte.
Aturdida y sorprendida se sentó en la cama apoyando su codo encima de la almohada con la que había dormido durante 3 semanas.
El doctor se levantó de la silla y se dirigió hacia la puerta, pero de repente se escuchó una voz suave y frágil, era Lindsey.
-¿Cuándo podré ver a mis padres?
-Tus padres están bien, no saben que estás aquí, no podrás verlos hasta que nosotros lo creamos conveniente.
Después de pronunciar esas palabras Miles se fue por la misma puerta que tanto ella había golpeado sin recibir ninguna respuesta.
Ahora volvía a estar sola en esa habitación pero, ahora sabía que no la matarían, sin embargo nunca más volvería a ver su familia.
Mientras se tumbaba en la cama mirando fijamente el techo empezó a recordar cómo era su vida antes de entrar en esta habitación, recordó los momentos con los que junto a su amiga Nathalie Morgan mentían a sus padres para ir de fiesta, en ese momento solo les preocupaba que sus padres no se enteraran de sus salidas nocturnas. Ahora todo había cambiado para ella ya no tiene ni a sus amigos ni a sus padres, estaba totalmente sola.
Han pasado 2 semanas desde la visita del doctor y seguía aquí encerrada, ya no sabía cuánto tiempo tenía que pasar para que pudiese salir de esta estúpida habitación.
Un hombre de estatura media volvió a entrar en la habitación de Lindsey, esta vez, no era Miles. Tenía el pelo rubio, liso, largo hasta las orejas y un flequillo que le tapaban las cejas y parte de los ojos, la ropa que usaba le iba muy ancha parecía que no era su talla. En su chaleco pudo observar una insignia en la que había dibujado un tigre, por ello, él formaba parte de esta extraña academia. Ese chico solo tendría un par de años más que ella.
- Hola, Lindsey - la saludó el hombre en un tono cordial, como si se hubiera cruzado con ella en la calle y no en una habitación aislada de todo el mundo.- ¿Como estas?
- Creo que podría estar mejor si no fuese porque estoy aquí encerrada - le respondió en un tono áspero y enojado.
- Dejame ver como està respondiendo tu cuerpo al chip que te inyectamos.
Él se abalanzó sobre ella mientras le colocaba una pulsera en la mano para ver cómo progresaba su actividad física y mental al chip. En ese momento ella pudo oler la colonia de hombre en su cuello por primera desde hacía mucho tiempo. Ya no recordaba esa olor, después de tanto tiempo lo había olvidado, solo recordaba el olor a sudor y humedad que hacía en la habitación.

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