deep sea, baby

1.5K 61 12
                                    

Jueves.

[23:29]

El letrero de la discoteca parpadea con una titilante luz morada. Como su cabello. Como el esmalte de uñas oscuro que no ha dejado de mordisquearse desde que empezó el instituto. Morado, como una puesta de sol que se acerca al anochecer a una velocidad vertiginosa. Se lleva el cigarro a la boca, saboreando el humo que se desliza hacia sus pulmones. Le rodea una noche de marzo en Madrid, plagada de vida, no tan fría como para necesitar abrigo ni tan cálida como para huir de él; por eso tal vez no se ha alejado mucho de la puerta del local y ha decidido tomar asiento en unas escaleras cercanas, apoyada en una barandilla. O quizá solo está ahí porque necesitaba estar sola pero no sentir que lo estaba de verdad. Ve salir a un chico en brazos de su mejor amigo, que no para de repetirle entre carcajadas que se han pasado con los chupitos, y poco después sale un grupo de chicas que seguramente pertenezcan a su clase. Sabe que se ha cruzado con esas chicas en los pasillos del instituto, pero ninguna de ellas la mira cuando pasan por su lado. Lo entiende, en realidad. Lo sabe. Nunca ha sido fácil ser la nueva.

Quizá esa es la razón por la que observa su alrededor con la minuciosidad de un pintor que anhela captar con sus pupilas cada trazo para plasmarlo en un lienzo. Observa y escucha de forma activa, y trata de recordar todo con el más mínimo detalle, para que nunca la cojan desprevenida ni tengan que contarle las cosas dos veces. Es el único remedio que puede ponerle a ser siempre la última en llegar. Y así es como sabe que la chica que tropieza en el último escalón y se agarra a la barandilla sobre su cabeza sin reparar en que ella está debajo es Inés, que lleva siempre la ropa de moda y le gusta gustar. Y que la chica que entre risas la recoge es Iria, que todos los días pretende aparentar más edad de la que realmente tiene para que alguno de los chicos populares de la clase se fije en ella.

Joana esconde las manos en las mangas de la camiseta, viendo cómo el fuego va consumiendo el cigarro poco a poco. Debería aprovechar la fiesta para hacer amigos e intentar relacionarse, pero nadie parece muy dispuesto a intentar conocer a la nueva. Nadie lo ha hecho en dos semanas, y ni siquiera una fiesta puede hacer milagros a estas alturas. Ni siquiera sabe si debería estar allí, porque Hugo invitó a todo el curso pero nunca preguntó por su nombre. Joana se deja caer contra la barandilla y entonces la ve. Cristina. Cris. La ha visto varias veces en clase, unos pupitres más adelante, y se ha cruzado con su grupo de amigas en el pasillo varias veces, y tal vez, solo tal vez, ha dedicado más segundos de lo que acostumbra a mirarla desde lejos. La chica rubia deja el vaso en la entrada del local y da un paso hacia la calle con los ojos cerrados, tomando aire. Joana inspira con ella, observando, siempre observando con sus dos ojos oscuros. Solo sabe de ella que le gusta mucho la fiesta y muy poco los dramas amorosos de sus amigas, por lo que ha podido escuchar pegada a la barra mientras ellas reían en grupo. Joana traga saliva, acunando el cigarro entre los dedos. Sabe muy poco de ella, pero le sorprende pensar que no le importaría saber más.

O quizá no le sorprende tanto.

Cris se sienta en la escalera a unos pocos centímetros y deja caer la cabeza con una media sonrisa. Huele a alcohol y a humo. Joana da una calada al cigarro y no deja de mirarla; no ha bebido tanto como para poder justificarse con el alcohol, pero ojalá pudiera, porque hay algo en Cris que le impide apartar los ojos. Es magnética. Y Joana no es una persona que crea en el misticismo ni las energías, pero Cris está rodeada de un aura que no comprende. Porque Cris tiene amigas dentro que la estarán esperando, pero aún así ha necesitado salir sola para tomar el aire. Completamente sola. Quizá se siente tan sola como ella.

- Hola – saluda.

Cris se gira y no tarda en sonreír.

- Hola.

deep sea, babyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora