Ámbar

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Ámbar


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El ámbar iluminaba todo a su alrededor, el atardecer era cálido, la sangre en sus manos se había vuelto fría.

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Capítulo I

-Oye, Bunny ¡Bunny!

- ¿Qué quieres viejo? –trató de que sonara con hastío, no podía dejar que justo él descubriera lo que pensaba, el culo de un anciano no es para tanto.

-Te he estado hablando por un rato –sonrió –es hora del almuerzo –señaló el reloj.

¿Qué más hacer que organizar tus gafas para fingir desinterés? Asintió encubriendo las mariposas en su vientre, nunca admitiría la felicidad que le ocasionaba estar cerca de Kotetsu, ni lo caliente que le ponían sus recuerdos.

Ya hacía un año desde que le entregó plena confianza al tigre, ya hace pocos meses desde su primer sueño húmedo, ya hace algunos días desde que se admitió estar enamorado y ya nada pudo ser como antes; los mínimos toques, las grandes sonrisas, las desinteresadas expresiones fueron guardadas como tesoros en su mente, no había límite para lo que el viejo le causaba, tanto en sentimientos como en cuerpo, sentía que había regresado a la adolescencia que nunca tuvo, cada mañana desde hace seis meses su junior se levantaba con energía, deseoso de enterrarse en carne inexplorada ¿Debería emborracharlo? Tal vez lo que sentía no era amor, tal vez sólo era lujuria, intensa lujuria ¿Debería de probar? Sólo una vez se dijo, sólo una y estará seguro, se convenció.

Así, con actitud antipática guio el camino de manipulación, el tigre creyó que la idea de ir a beber fue suya, por lo tanto, para animar a quien parecía infeliz, bebió hasta perder cualquier signo de lo que era cordura, conciencia u autoprotección.

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¡Lo tenía en sus brazos! Su yo interno se regocijaba en bailes Odori que desconocía ¡Ah! El cuerpo del viejo se sentía tan perfecto en sus brazos, como si fuera la pieza faltante del rompecabezas que era su existencia.

Fue precavido, esquivó conocidos, esquivó a cualquier ser vivo y entró en la guarida del felino, fue como un bocado de antelación tocar los duros glúteos con intención de buscar las llaves, no fue su culpa que tardara media hora asiéndolos, olvidando por un momento lo que necesitaba para abrir la puerta.

Se creyó caballero, batallando con peso extra entre la basura, pateando las botellas, la ropa y los empaques sucios, como si fueran duendes y dragones que impedían el obtener a su princesa, a su futura reina.

Lo recostó en la desorganizada cama, comenzó a disfrutar el desvestirle, retiró pieza por pieza de ropa, acariciando lo que imaginó era suave, hundió los dedos en la piel soleada, la olfateo cual perro, la saboreó cual lobo.

La última prenda cayó al suelo, el calor que venía soportando desde el principio se extendió con más fuerza, el deseo nublaba lo que era correcto; usó la corbata para taparle los ojos, usó los pantalones para unir las manos a la cama, tan borracho como estaba no podría usar sus poderes, apagó el intercomunicador, no quería interrupciones.

Comenzó besando las mejillas, disfrutó de los labios con devoluciones de un ebrio, fue baboso e incómodo, saboreó la lengua con sabor a wiski mientras sus manos se encargaban de excitarlo; los gemidos cargados de inconciencia le hicieron endurecerse más, le abrió las piernas con desesperación, se desabotonó el pantalón a tropiezos, ahora la correa le era un estorbo, se sintió liberado al sacarlo, tan duro que podría atravesar hierro, más lo que rompería seria carne, tomo el condón en su bolsillo ¿Debería o no debería? Un plan se generó en su ahora maquiavélico cerebro, lo guardó de nuevo, volvió a besar la boca ebria, su pene se puso en dirección y empujó, fue un fracaso, su órgano se deslizó sin entrar ni un poco, la segunda vez fue igual, la tercera también, ya con cólera volteó el cuerpo, escupió en el agujero pálido y con fuerza, entró, el cuerpo debajo suyo gritó, se removió en agonía, más no lo soltó, sostuvo las caderas con fuerza obnubilado por la sensación de ahogo aunque sólo la mitad había entrado, inmovilizó el cuerpo retorcido y embistió hasta sentirse por completo adentro, sin esperar que el dolor pasara comenzó a moverse con violencia desde el principio, un olor desagradable inundó la habitación, pudo haber sido el vómito, el excremento o la sangre ¿Quién sabe? ¿A quién le importa? Barnaby ahora se estaba comiendo al viejo, un conejo comiéndose a un tigre ¿Quién lo adivinaría?

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Las embestidas continuaron salvajes, el viejo se quejaba en gemidos, la venda en sus ojos se empapó en lágrimas, sus muñecas se rasgaron por la fricción, más ni una muestra de sus poderes se mostró, estaba demasiado borracho, demasiado inconsciente, demasiado inocente; su cuerpo se movía de un lado a otro, su boca se sentía amarga y aun así algo aterciopelado se metía adentro y le acariciaba, sus piernas se sentían débiles, pero algo le apretaba las caderas y las mantenía erguidas, su ano se sentía al rojo vivo, sus entrañas dolían, como si fueran a rasgarse en cualquier momento, sus nalgas ardían por múltiples golpes, podía oír el sonido húmedo del choque de dos cuerpos, podía sentir como algo se metía en su interior, demasiado profundo para soportarlo sin vomitar, demasiado doloroso para aguantarlo en sobriedad, intentó rogar que parara el dolor, más sus labios se mantenían ocupados, intentó escapar pero sus extremidades parecían congeladas y el intruso iba cada vez más adentro, más fuerte, más rápido, más brutal.

Sus entrañas ardían y la respiración de quien le besaba se hacía más rápida, duró una eternidad, descansó por un momento al sentir el ardor del semen llenar lo profundo de sus intestinos, pero el intruso seguía duro como el metal y siguió apuñalándolo como una daga afilada, una, dos, tres, su interior se sentía demasiado lleno, ahora cada embestida sacaba los jugos que tenía adentro, podía oír el chapoteo con más fuerza, el crepitar de las burbujas, le recordó a la antigua forma de hacer mantequilla, había perdido la conciencia varias veces, el dolor era insoportable y aun así por sus piernas también resbalaba su propio semen, escuchaba las risitas de quien lo torturaba, sólo a la séptima vez, pudo caer por completo en la inconciencia y dio gracias a los cielos.

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La primera luz de la mañana iluminó su obra, lo disfrutó un poco más después del desmayo, el cuerpo entre las sabanas ya era suyo, ya tenía sus marcas, su esencia, su olor; le desató las manos y comenzó la limpieza, las sabanas estaban empapadas de fluidos además de sangre y semen, se convenció de que era normal, estaba borracho, podía vomitar, era la primera vez, podía sangrar, no estaba preparado, estaba sucio, se bañó y sanó con cuidado la parte inferior, cambió las telas, limpió el cuerpo, lo vistió y al fin retiró la corbata, los ojos estaban hinchados al igual que los labios, se le escapó una sonrisa, su viejo fruncía el ceño mientras dormía, besó la frente arrugada y se durmió manteniéndolo en su abrazo.

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Estaba acostumbrado al dolor ¿Qué héroe no lo está? Pero lo que sintió al despertar era indecible, indescriptible, no podía mover ni un gramo de su cuerpo, le dolía respirar, como si sus costillas se hubieran roto, como si todo su ser se estampara en un edificio de hormigón la noche anterior, sus ojos ardían, difícil abrirlos, no sentía los labios, la garganta era un pandemónium de sufrimiento, tal vez se ha creado un portal al más allá, su columna es gelatina, sus caderas fueron procesadas para convertirse en escombros de una nave intergaláctica que se incendia a nivel intermolecular y ese lugar secreto entre sus glúteos... no se hable de un portal, todos los infiernos estaban allí, desde los de Dante hasta lo de Yama, tal vez incluso algunos pequeños demonios le golpeaban la carne con sus garrotes y tridentes, no sentía que su cuerpo fuese suyo, más con el peso extra que le sujetaba de la cintura y la respiración de jabalí salvaje en su oreja.

Usó casi la mitad de sus fuerzas para ver a la bestia, sólo el abrir los ojos le hizo llorar o esa fue su escusa al dejar que sus ojos sudaran cuando vio quien lo abrazaba y dedujo lo ocurrido.

La niebla en sus recuerdos no desaparecería, cuando el alcohol le nublaba el juicio era otra noche en blanco, pero intuía lo que había pasado, dejo que sus sentimientos lo comandaran –volvió a cerrar los ojos –se aprovechó de Barnaby.

Ámbar [T&B] BxKWhere stories live. Discover now