Historia de mis desventuras - Pedro Abelardo

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Índice

1.-La actitud de Pedro Abelardo

2.-La Fé de Pedro Abelardo

La actitud de Pedro Abelardo

En este apartado se detallará la actitud del personaje, que no es lo mismo que la fe, ya que es muy curiosa la forma en que este personaje se desenvuelve a lo largo de sus desventuras.

Desde muy joven, Pedro Abelardo fue muy inteligente en cuestiones filosóficas y dialécticas, no sólo tenía ideas más racionales que sus propios maestros, sino que tenía las herramientas y el vocabulario para defenderlas y argumentarlas, cualidad que le trajo quizás más problemas que beneficios.

A pesar de que Pedro Abelardo sufrió variadas calumnias por parte de las personas que lo rodeaban, éste nunca perdió por completo su actitud.

A lo largo de sus desventuras, tiene rivalidades con sus maestros, que luego éstas son transferidas a los discípulos de sus maestros, quienes harán hasta lo imposible por impedir que Pedro Abelardo ejerza la docencia filosófica o teológica, Pedro no titubea en recalcar su vejez cada que hace mención de ellos, no sólo eso, también califica de torpes sus intentos por perjudicarlo. Pedro Abelardo era muy hábil para calificar la capacidad docente de quienes se le presentaban, en el tercer capítulo de sus desventuras, al conocer a Anselmo de Laón, hace una evaluación de sus saberes, calificándolo de estar sobrevalorado.

Según Pedro Abelardo, Anselmo es capaz de maravillar a todos con sus palabras, pero tiene una tremenda falta de contenido que deja sediento al verdadero conocedor, y esto es parte de su actitud, el detenerse a hacer el análisis de una materia que en realidad conoce, para después hacer una evaluación nada cordial, sino lo más fría posible.

Así como con Anselmo, Pedro evaluó muchas de las clases a las que asistió, razón por la cuál muchos contrajeron odio hacia él y en ellos nacía un profundo deseo de venganza, que tal parece en el texto, éste odio en cierta forma parece agradarle, ya que lo provee de fama.

Pero Pedro Abelardo no sólo era hábil para lo académico y teológico, también tenía unas agudas habilidades sociales y una actitud que le empujaba siempre a conseguir lo que quería, así tuviese que hacer uso de bulos o mentiras piadosas, ya que con un poco de picardía, en el sexto capítulo narra cómo es que se hace de la mano de Eloísa, la sobrina de un canónigo conocido de Pedro, era una mujer muy joven y muy ilustrada en la literatura, conocida por todo el reino. Usando sus influencias y su gran fama como letrado para conseguir ser su maestro personal, consiguió enamorarla durante las clases y, en éste único capítulo, podemos notar en Pedro Abelardo el cariño que le tenía al narrarnos la historia, haciendo numerosas metáforas de sus encuentros y detallando con cursilerías su paulatino enamoramiento por la joven, a escondidas del canónigo, pues, su trabajo y su acuerdo era ilustrarla aún más en las artes literarias.

Abelardo se entregó tanto al romance con ésta mujer que flaqueó la intensidad de sus clases, incluso, según él mismo sus clases se volvieron rutinarias, cualidad que ya había criticado en otros docentes.

Pedro, aunque muy inteligente y muy decidido a hacer su propio camino, sabía escuchar a quienes le rodeaban, tal fue el caso en el que cegado por el amor, pensaba en el matrimonio con Eloísa y ella misma, más sus colegas intentaban persuadirlo de no casarse (Capítulo siete). Las sugerencias de quienes le rodeaban le hacían ver lo duro y tedioso que era para un filósofo el contraer matrimonio, acompañadas de versículos de la biblia y de maestros de la filosofía, intentaban mantener a Pedro lejos de la vida marital y cerca de la filosofía y la literatura.

Todo estos esfuerzos fueron en vano, ya que a pesar de todos los consejos que le fueron ofrecidos, contrajo matrimonio con Eloísa.

Esto detalla en la actitud de Pedro Abelardo una sólida toma de decisiones y un carácter que aunque puede ser influenciable, este no fue el caso, ya que fueron varios los ejemplos que se le comentaron a cerca del matrimonio y no sólo eso, las incomodidades que le trae a un hombre de estudio la crianza de un niño y el cuidar de una esposa.

La fé de Pedro Abelardo:

Para un hombre debe ser difícil soportar variadas tragedias y aún así mantenerse en la fé, o en cualquier idea que esté defendiendo, Pedro Abelardo sin duda era un hombre de fé, ya que se mantenía en su idea y, cuando decenas de hombres lo difamaban y lo acusaban de triteísta, este no se tambaleaba en dudar sobre sus propias ideas.

Aunque Pedro admite tener gran orgullo, no es ésta la cualidad que le proporciona su fe, es su inteligencia y su capacidad de argumentar la que lo mantiene firme, por eso habla con mucha seguridad de que todas las personas que lo contradicen; es por envidia de sus conocimientos y habilidades, no porque él esté mal.

Sin duda, para un hombre de estudio uno de los peores pesares es el quemar su trabajo, y más si este es un trabajo reconocido, que le ha traído mucha fama y que por supuesto, llevó mucho tiempo y esfuerzo el desarrollarlo. Pedro lo vive, y además, como cereza del pastel, fue él, con sus propias manos quien arrojó el preciado libro al fuego.

Además de esta desventura, Pedro Abelardo, probablemente sufrió uno de los peores castigos que se le pueden imponer a un varón, tras enterarse el canónigo de que Pedro había llevado a Eloísa, su sobrina, a una abadía, creyendo que éste huía del matrimonio, totalmente en contra de su voluntad, irrumpieron en su albergue mientras dormía y cruelmente lo convirtieron en un eunuco.

Es notoria la vergüenza que Pedro Abelardo sintió tras este acontecimiento, aunque la gente se compadecía de él, solo podía sentir pena y desilusión.

Sus alumnos y sus maestros rodeaban su casa para intentar hacerle compañía, pero esto sólo le incomodaba más y le hacía pensar en cómo vería al público a partir de este suceso.

Además, de todo el dolor físico que le acompañaba, él tenía muy presente que, según la ley occidental, Dios repudia a los eunucos y se les prohíbe la entrada a la iglesia.

Aún después de sufrir todo este dolor y toda ésta pena, Pedro Abelardo, en el capítulo quinto afirma que la gracia divina fue la culpable de este acto:

"Yo me encontraba entregado por entero a la soberbia y a la lujuria. Pero cuando así me encontraba, la gracia divina me aportó, bien que contra mi voluntad, el remedio para ambas enfermedades. Primero me curó de la lujuria y después de la soberbia. De la lujuria me sanó privándome de aquello con que la practicaba."

Sin duda hay que tener un alto grado de fé y un profundo autoanálisis para llegar a ésta conclusión, atribuirle a la gracia divina un acto tan inmisericorde, que iba en contra de su voluntad, y encima decir que fue un bien para él, es decir, según Pedro fue un remedio.

Pedro Abelardo, además de ser muy inteligente sostuvo una gran fe, que sin duda ha sido reconocida.

Todo la fama que adquirió por su gran intelecto y capacidad de diálogo también le trajo petulancia, como se mencionó antes, cuando decenas de hombres le tenían odio y envidia, a Pedro parecía traerle placer, pues era fama y la fama inflaba cada vez más su soberbia.

La historia de sus desventuras completa fue el remedio a su soberbia.

Ya que como él mismo dice en la dedicatoria:

"Con frecuencia los ejemplos, más que las palabras, excitan y mitigan los sentimientos. Ésta es la razón que me determina ahora, después de haber tenido alguna consolación en la charla habida contigo, a escribir una carta al amigo ausente, sobre las mismas experiencias vividas de mis calamidades para que en comparación de las mías, las tuyas se te antojen naderías y las soportes más fácilmente."


Bibliografía

Abelardo, P. (1983). Historia de mis desventuras . Buenos Aires : Centro editor de America Latina .

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⏰ Last updated: Mar 30, 2019 ⏰

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