La idea del matrimonio es un tema habitual en las conversaciones del pequeño grupo de amigos de Katsuki, el joven rubio era el más interrogado, después de todo, a lo largo de los años que llevaban de conocerlo, nunca fueron testigos de alguna relación duradera en la vida del de ojos carmesí. Ante ellos responde no tener contemplada la opción de casarse ahora ni en el futuro. Sabe bien que es atractivo y podría tener a cualquiera sin problemas, pero basta una noche y el tratarlo, para darse cuenta del pesado carácter que posee. No es tonto, tiene presente que debido a ello suele asustar a quien pone su interés en él, pero poco le importa, o eso aparenta.
La única verdad es la siguiente: desea hallar ese alguien que le haga gritar "¡Por la mierda, quiero pasar el resto de mi jodida existencia a su lado!", una persona que lo complemente, por la cualidad sienta la estúpida necesidad de dar hasta la vida y este sentir fuera recíproco. Afortunadamente y muy a su desconcierto, dicha persona llegó a su vida.
Conoció a Izuku Midoriya una mañana de primavera en pleno Abril. Con 27 años creyó ser testigo de uno de los mayores descubrimientos de la humanidad. Frente a sus ojos tenía un ángel divino, bañado en pecas surcando su rostro, salvajes rizos verdes, tan vivaces e imposibles de ignorar, ¿cómo era eso posible? ¿Acaso serían igual de suaves a como se ven?
Aquél hermoso ser yacía durmiendo bajo un árbol situado en uno de los tantos parques de la ciudad, con lo que parece un libro entre sus brazos. El corazón le aceleraba a cada segundo, ¿de qué color serían sus ojos? ¿Podrían ser tan bonitos como él? Sin saber en qué momento sucedió, para cuando se dio cuenta ya estaba de pie frente al muchacho. Se agachó a la altura del contrario, a esa distancia se le permitió una mejor vista de sus facciones: lindas y delicadas. Los cerezos caían sin cesar sobre ambos, ¿a esto le llaman amor a primera vista? Porque oh mierda, estoy muerto.
Poco a poco los párpados de Izuku fueron abriéndose, ¿cuándo se había quedado dormido? Se regañó mentalmente, no volvería a ver una película de terror en el resto que le quedara de vida, por culpa de esa magnífica idea no logró dormir lo suficiente a causa del temor provocado ante cualquier mínimo ruido.
Se estiró al tiempo que soltaba un profundo bostezo. Frotó sus ojos para ir enfocando la vista, aún era de mañana, al menos no durmió tanto rato; sin embargo, una segunda presencia captó su completa atención. Alzó la mirada para toparse con un hombre de cabellos rubios, ciertamente este individuo lo descolocó demasiado, agregando el hecho de que su vestimenta solo aumentaba el miedo que comenzaba a crecer en su interior: chaqueta de cuero, camisa negra ceñida a su torso y pantalones a juego, aunque por si eso no fuera suficiente, lo que más le interesó fueron esas brillantes piedras en sus ojos, de un tono rojizo vibrante.
—Hola —habló Bakugō. La voz grave terminó por cortar los pensamientos del peliverde, logrando que diera un pequeño brinco ante la sorpresa.
—Hola... —respondió de manera entrecortada, sin poder corresponder a su mirada, ¿qué buscaba? ¿Dinero acaso? Ni siquiera tenía mucho, no recordaba tampoco haberse metido con alguien como para que lo mandaran a golpear. ¿Entonces qué hacía ese hombre hablándole?
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Gracias por ser mi ángel. | KatsuDeku
FanfictionOne-Shot. Bakugō es consciente de su carácter de mierda. Sus amigos le dicen constantemente que aquello será la causa de su soltería eterna y poco le importa, o al menos eso aparenta. Porque la única verdad es que, la idea de compartir la vida junto...