I

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¿No es un lindo día para estar encerrado?

— Mierda, ¿te puedes callar por cinco minutos? Acaban de freírme el cerebro y estar contigo lo empeora.

— Sabes que no puedo irme.

— Desaparece entonces.

No quiero dejarte solo, Katsuki, en unos minutos te van a llevar con los demás y ahí no me dejas hablar contigo.— el nombrado rodó los ojos por las palabras ajenas y se sentó en la fría cama que había en la habitación para luego acercar sus manos a sus orejas, tapando las mismas para ignorar la presencia a su lado.— sabes que puedes escucharme incluso si te tapas.

El rubio ceniza ignoró al contrario, sólo tenía que aguantar unos minutos más y luego le llevarían con los otros imbéciles, pediría un cigarro y se sentaría a fumarlo hasta que alguno de ellos quisiera un favor con el que tendría que lidiar.

Era siempre lo mismo desde que llegó hace tres años a ese hospital psiquiátrico del cual parecía no poder salir incluso si lo intentara.

Su registro médico marcaba sólo dos enfermedades. La principal, la que intentaban eliminar a toda costa a base de sesiones de electro shock, era su homosexualidad y como era la prioridad una vez por semana intentaban hacer que los "pensamientos impuros" se le quitaran en sus sesiones. Estaban tan desesperados que hasta intentaron realizar un exorcismo en contra de eso.

La segunda, según ellos, era la esquizofrenia paranoide, que se supone que eso era lo que le hacía tener alucinaciones tanto auditivas como visuales. Bakugo sabía que no era cierto, que no estaba enfermo, pero el decirles que tenía la habilidad de comunicarse con los muertos no era normal para los médicos ni para sus padres.

Katsuki Bakugo siempre supo que algo estaba mal con él.

Lo supo desde que su madre le obligó a visitar a su abuelo en el cementerio en el aniversario de su muerte cuando tenía seis años, y de paso era la primera vez que iba a un lugar como ese, ni siquiera había ido al entierro ya que era demasiado "joven".

Unas de las cosas que recuerda Katsuki de esa visita, aparte de haber ido junto a sus padres y unas flores, es que, al momento de entrar en el cementerio logró divisar a mucha gente vestida de manera elegante, seria, algo pálida que estaba parada frente a las lapidas, no pudo evitar sentir curiosidad al ver a tantas.

— Mamá, ese señor de ahí tiene un bigote gracioso.

Dijo mientras apuntaba a un señor alto con pelo rubio y muy largo, el peinado hacia arriba, vestía con ropa sumamente elegante en comparación a su rostro, pero tenía algunos agujeros por algunos lados de su vestimenta. El señor le miró cuando terminó de hablar, primero le dio una mirada de sorpresa y luego le dedicó una sonrisa algo incómoda, haciendo que su raro bigote se moviera de manera tan extraña que le hizo reír.

Sin embargo, su madre sólo le miró con el ceño fruncido para apretar más su mano, apurando el paso a la tumba de su abuelo.

— No seas tonto, Katsuki, ahí no hay nadie.

El señor de bigote extraño no fue el único que le miró sorprendido cuando apuntaba hacia ellos con diversión o curiosidad, incluso si su mamá le decía que nada estaba a donde apuntaba e intentaba callarle.

Al momento de llegar a la tumba de su abuelo le encontró parado detrás de su lapida, justo como el resto de las misteriosas personas del lugar. Corrió hacia él y le intentó dar un abrazo, eran cercanos cuando estaba vivo así que una parte suya le extrañaba, pero lo único que logró fue traspasar el cuerpo de su familiar y caer al suelo.

In my madness || KiriBakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora