RECUERDOS DEL PASADO

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Capítulo 6

Luego de la situación violenta a la que se enfrentó, Leonardo sintió mucha confusión. En aquella tarde fatídica fue obligado a pelear por su vida y por la de su hermano.
Fue en esa tarde y en ese lugar, donde por poco no la cuentan y como era de esperar, después de semejante conmoción, intentó calmarse como pudo.
Fueron muchos los días que estuvo perturbado. Tratando de recordar lo sucedido, sólo tuvo una certeza, los psicópatas recibieron su merecido castigo.

Al cabo de unas semanas, logró tener un poco de calma, dicha calma fue una mezcla de resignación y satisfacción a la vez. Resignación porqué no logró recordar lo sucedido y satisfacción porque supo que dentro de él una fuerza oculta y misteriosa lo salvaría de cualquier tipo de peligro.

Llegado el invierno, la cual era su estación preferida, la vida de Leo siguió su curso como la de un chico normal, jugando, estudiando en la escuela primaria, haciendo sus largas caminatas con algunos vecinos del barrio. Una vida común en un barrio común del conurbano bonaerense.
Y en una de esas noches donde el frío intenso se hizo sentir, Leonardo fue a dormir con la esperanza de tener un profundo y reparador sueño. No era para menos, después de haber compartido con sus compañeros de colegio, un día agitado entre juegos y estudios escolares, necesitó de un buen descanso.
Conciliado el sueño y ya profundamente dormido, aparece en un lugar desconocido para él. Provocándole en un principio mucha confusión y sorpresa.
Escuchó gritos de dolor, golpes de aceros, gente cayendo al agua y desplazándose en el barro. Se dió cuenta que se encontraba en medio de un pantano y se preguntó: 
—¿Dónde estoy?
Entre la confusión reinante y en ese caos empantanado, un grito de alerta activó sus reflejos. Algo en él despertó y se identificó con el personaje del sueño: 
—¡Atrás, Cassio!
Y accionando un movimiento ágil y veloz, bloqueó un ataque de un bárbaro sin dificultad, con la naturalidad propia de un profesional. 
Luego de una larga lucha combatiendo duramente logró escapar de la emboscada con un puñado de soldados pudiendo salvar sus vidas gracias a su ingenio.
De un ejército de miles de soldados romanos bien entrenados, sólo quedó un grupo muy reducido, aquello fue una masacre producto de una traición. El centurión romano Cassio Querea, que fue Leonardo en su vida pasada, tuvo la responsabilidad de salvar a sus subalternos. Para tal fin trató de llevarlos a un fuerte romano, donde supuestamente tenían que pasar a cuarteles de invierno.
Dicho enclave estaba preparado para abastecer a miles de soldados. Una vez dentro de la fortaleza Cassio fue tratado con mucha admiración y respeto por los pocos soldados que quedaron con vida, sin buscarlo se transformó en un héroe.
Como primera medida cerraron los portones de acceso. Luego apostó unos guardias para que vigilasen. Tratando de tal forma protegerse de alguna muy probable embestida y ser también un obstáculo para frenar el tremendo ejército de los bárbaros.
Para lograr confundir a los soldados enemigos Cassio tuvo una idea sorprendente y brillante a la vez, decidió fingir la llegada de las legiones romanas y para tal fin tomaron todos los tambores que pudieron haciéndolos sonar con todas las fuerzas que les quedaron.
Fueron tan convincentes que lograron con éxito su cometido. Engañando al ejército germano que se creyeron la parodia, los doscientos sesenta y ocho hombres que fueron salvados por el ingenio de Cassio Querea festejaron e hicieron de él una leyenda. 

El niño de diez años se despertó de madrugada y como le costó reanudar el sueño no escuchó el despertador y al ser lunes tenía que ir al colegio. Su madre Isabel golpea la puerta de su dormitorio para avisar que tenía que levantarse diciendo: 
—Dale, Leo. Levantate que se hace tarde.
Leo le respondió somnoliento: 
—¡Ya va, ma’!
Como se hizo tarde tuvo que comer su desayuno muy rápido. Y después de una caminata de cinco cuadras llegó al colegio de su barrio. Al seguir recordando el sueño, que fue muy vivido, necesitó contárselo a alguien para recibir algún tipo de asesoramiento. Fue entonces que se le ocurrió que se lo podía comentar a la maestra que más confianza le tuvo: a la señorita María. Ella, luego de escuchar muy atentamente el relato de Leo, le dijo: 
—Leonardo, creo que es una historia real. Si no me equivoco, esa fue la batalla de Teutoburgo. En dicha batalla se masacraron cinco legiones romanas al mando de Quintinus Varus. Por lo que recuerdo, las legiones fueron acorraladas entre el pantano y el bosque, sólo un grupo muy reducido de soldados se pudieron salvar.

Leonardo quedó sorprendido, nunca pensó que su sueño sería un relato histórico.

Al día siguiente fue al colegio nuevamente y se presentó un maestro suplente de Cívica y Moral. Dicho profesor, planteó una hipótesis un poco polémica a los alumnos y lo hizo de la siguiente manera: 
—Chicos, silencio por favor. Les voy a comentar una situación y quiero que compartan sus ideas al respecto.  El tema es así, si una persona golpea y mata a diez chicos, cómo el sonado caso de hace unos días atrás, en California, Estados Unidos, donde el individuo fue condenado a muerte casi automáticamente luego de un juicio demasiado breve. La pregunta es la siguiente: ¿Ustedes que opinan? ¿Está bien la condena a muerte?
Leonardo no tuvo muchas ganas de contestar la pregunta, ya que se dió cuenta de la dirección argumental del nuevo profesor, pero la suerte no lo acompañó en ese caso, ya que le tocó responder y ante esa pregunta capciosa, dijo lo siguiente: 
—Acá, en Argentina, no es legal la pena de muerte, por tal motivo no aplica esa pregunta en particular. Y lo qué opino sobre esa gente que asesina y mata, es que son irrecuperables por muchos motivos, que no vale la pena aclarar ya que estaríamos horas debatiendo y no se llegaría a ningún lado. Considero que la pena de muerte sería algo que a ese tipo de criminal en particular lo beneficiaría, ya que es mejor a que se pudra en la cárcel.
Automáticamente todos los chicos aplaudieron, mostrando estar de acuerdo con Leo.

Al profesor no le gustó esa respuesta y le respondió indignado: 
—No te conozco, pero me pareces una persona agresiva y violenta. ¿Estas de acuerdo con esa aberración? ¿Estás de acuerdo con el asesinato por parte del estado, de un ciudadano, que necesitó el apoyo de toda la sociedad? ¡La sociedad generó su patología, todos somos culpables de su conducta!
Leonardo, no se la dejó pasar y categóricamente le respondió al profesor: 
—En primer lugar quiero que recuerdes, ¿que dije sobre la pena de muerte? Si, si, exacto… Que estoy en desacuerdo, entonces no pongas argumentos que no dije, no me metas dentro de una discusión que no busqué.
Además creo que si el individuo mató, es su responsabilidad y tiene que pagar por sus crímenes respondiendo ante la ley por los daños que provocó.
Aparte, ¿que culpa tiene la sociedad de la maldad de un monstruo? ¿Que culpa tengo yo, que soy un niño de sólo diez años? En todo caso, hay que replantear otras cosas, otros temas.
Lamentablemente con sus ideas retorcidas, muchas veces dejan sueltos a psicópatas asesinos irrecuperables. ¿Por qué pretendés que nos hagamos cargo de esas escorias? ¡Para colmo, querés que sintamos culpa! ¿Por qué?
Si tanto te gusta ese tipo de individuos "incomprendidos", llevatelos a tu casa y recuperalos vos a tu gusto.
Para terminar, tu obligación es enseñarnos una materia específica, no meternos en la cabeza tus propias creencias.
No te juzgo por tu forma de pensar, veo que tenés muchas ganas de hacer cosas, pero pensalo bien. No te dejes engañar.
Quizás nos encontremos en otro momento y podamos hablar más profundamente, la vida es cambio y vos también podés cambiar cuando vos lo decidas.

Todos los compañeros aplaudieron apoyando los dichos de Leonardo, mientras tanto el profesor quedó desconcertado y medio aturdido por el lógico planteamiento de un niño, sólo atinó a decir lo siguiente: 
—Nunca voy a cambiar, mis principios son sólidos como una roca y aparte sé muy bien lo que quiero para mi vida.
Leonardo contestó: 
—Nunca digas nunca. Se nota que sos un buen tipo, con buenas intenciones, sólo que estás mal enfocado.
Al escuchar esto el profesor quedó perturbado y guardó silencio por no saber qué responder. Ante el silencio evidente, Leonardo continuó diciendo: 
—No sigas a un líder, se vos tu propio líder. Trata en lo posible de abrir la mente a nuevas ideas y como dijo mi abuelo, cuestiona todo, absolutamente todo.
No leas un sólo libro, leé todos los que puedas. Se libre de cualquier tipo de dogma y sectarismo, no seas un cordero, se un lobo.

El profesor se retiró sin decir palabra alguna. Quedó shockeado, como si algo por dentro suyo se estuviera derrumbando.
Se aprende de los errores.

       ADN. LE-ON                                       Donde viven las historias. Descúbrelo ahora