MUNDANO

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¿Así es cómo es estar muerto por dentro?

Como una caminata sin rumbo, con el pecho vacío mientras mis pies se ponen uno frente al otro sin descanso. Mi boca se seca, siento la necesidad de gritar arañando mi garganta y no dejo de preguntarme por qué continúo avanzando.

No tiene sentido, lo sé. Todo se terminaría si simplemente me detengo, pero cada vez que la duda golpea a mi puerta me escondo debajo de la cama, a sabiendas de que, si realmente me detengo a escucharla, cederé y todo se habrá terminado.

Mi corazón empezará a latir frenéticamente, el aire se escapará de mis pulmones y el estrés invadirá lentamente mi cuerpo en una agonía que solo incrementará hasta que ya no pueda resistirlo más.

O puede que el sol benevolente aparezca antes y rodee mi cuerpo con su abrasador calor para demolerme, convirtiendo en polvo mi piel, mis músculos y mis órganos.

Todas mis opciones se limitan a una muerte cruel que me merezco y que soy incapaz de darle la bienvenida. El paso de los años no ha eliminado mis defectos, pero si me han dejado exhausto y provocan que añore los viejos tiempos, en los que no tenía que esconderme, los alimentos eran más variados y tu estabas a mi lado.

Y no estaría aquí, en el cuarto de maquinas de un gran hotel dispuesto a dormir al tiempo que recuerdo cada uno de mis errores.

Si hubiese sido más inteligente me hubiese detenido hace mucho tiempo atrás. Cuando aún recordaba tu rostro, la forma en la que se sentía tu cuerpo sobre el mío o la melodía de tu risa.

Me habría quedado cerca, lo suficiente como para ir cada noche contigo y leerte todos esos libros que no pudiste disfrutar de primera mano. Si tan solo mi humanidad siguiese intacta me hubiera aferrado a tu recuerdo terrenal hasta el último día de mi vida y no estaría vagando, intentando protegerme de aquellos que me consideran un monstruo.

Pero negar esa parte de mí, es como si negara que te sigo amando. A través de los años, del hambre y de los sueños rotos.

Si tan solo hubiese sido menos testarudo, habría dejado que acabaras con mi vida y que llorases sobre mi tumba. Te habría dejado creer que cuando murieses, volveríamos a encontrarnos y lo sucedido solo sería un trago amargo que sería olvidado por la dulce eternidad juntos.

Una eternidad más afable a la que ahora me invade y a la cual me aferro con desespero.

Si tan solo no hubiese estado tan hambriento, ahora no estaría pasando mis noches acechando la ciudad llena de luces y propaganda de mal gusto; ahora, no estaría buscando a un alma desolada que terminaría su vida sin siquiera saberlo debajo de mi hambriento cuerpo.

De la misma manera en la que años atrás hubiese matado a una gallina, un conejo o un venado para saciar mi hambre y la de otros.

Fallé al amor que te prometí en tan poco tiempo... maldición, puede que hablar ahora de amor resulte absurdo.

Quizás, solo extraño ser un ser humano, aunque no he cambiado mucho en realidad. Después de todo sigo siento el mismo idiota que teme aquello que no puede controlar.

Quizás... solo extraño vivir el día a día con pensamientos más mundanos.

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