Temía estar sola, hasta que aprendí a quererme a misma.
Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso cuando me convenzo de que no puedo hacerlo.
Temía lo que la gente me juzgara, hasta que me di cuenta de que de todas formas van a opinar.
Temía me rechazaran, hasta que entendí que quien quiera estar a mi lado me lo demostrará.
Temía al dolor, hasta que aprendí que sin él no sé valorar aquellos momentos de felicidad.
Temía a la verdad, hasta que descubrí que las mentiras solo sirven para cegarnos al mundo.
Temía a la muerte, hasta que aprendí que no vale la pena tenerle miedo a un hecho inevitable.
Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es más que ignorancia.
Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mis torpezas.
Temía crecer, hasta que comprendí que al hacerlo, me sentía más libre.
Temía al pasado, hasta que comprendí que gracias a lo que he vivido he aprendido que estar triste no quiere decir que sea el fin.
Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de la luna.
Yo temía ( y le temo ) a muchas cosas, pero me di cuenta de que, a veces, temer es necesario para crecer.