Líder

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¿En qué momento había cambiado? ¿Cuándo dejó de ser él para convertirse en aquel temido monstruo bajo título de Líder Verde? ¿Cómo terminó convertido en aquel terrible dictador que mantenía a la mayor parte del mundo subyugado bajo su mando y el de sus aliados?

Aquellas preguntas rondaban su mente hasta que la peor de todas hizo eco en su cabeza por encima de las demás.

¿Cómo pudo haberles hecho aquello a las personas que decía amar?

No era usual que tuviera aquellos ataques de conciencia, pero aquel era un día especial.

Giró su silla para apartar su vista del ventanal tras su escritorio, aquel sin duda era un día para recordar cómo había pasado de ser un ingenuo chico enamorado al despiadado líder que era ahora, su mirada se mantuvo fija en el viejo casco que reposaba sobre su escritorio, aquel casco que alguna vez había pertenecido a aquel hombre que alguna vez juró amar y quien le había sumergido en la locura.

Tord.

Su nombre aún causaba que su corazón temblara en una mezcla extraña de odio y arrepentimiento. Tord le había confesado todo una noche antes de que decidiera abandonar aquella casa que alguna vez habían compartido junto a sus amigos, trato de convencerlo de abandonar aquella vida le había rogado porque permaneciera a su lado pero sus ambiciones eran claras, recordaba haberse marchado a su habitación donde dejó que su rabia se desatará destrozando todo aquello que sus manos lograran alcázar, fueron las palabras de arrepentimiento de Tord tras la puerta que separaba a ambos lo que finalmente lo detuvo, Tord era su mejor amigo, su amante, la persona alrededor de la cual su mundo giraba rogándole que entendiera que lo único que deseaba era crear un mundo mejor forjado bajo sus ideales, en donde quería que fuera él la persona que se mantuviera a su lado mientras el resto se arrodillaba ante él.

No es que le interesaran aquellas promesas de poder, no, amaba a Tord más de lo que había amado a alguien, obligarlo a abandonar sus sueños por el capricho de mantenerlo a su lado era demasiado egoísta de su parte, fue entonces que tomó aquella decisión que selló su destino, si aquel era el sueño de Tord, él estaría a su lado hasta el fin.

Ni Tom, ni Matt hicieron demasiadas preguntas sobre su partida, las despedidas nunca fueron el fuerte de Tom y Matt, bueno, él simplemente se había borrado accidentalmente la mayor parte de sus recuerdos juntos.

Su risa retumbó en aquel enorme despacho lleno de planos y trofeos de guerra, rió recordando su ingenua estupidez juvenil, rió hasta que comenzó a gimotear y su llanto sustituyó sus carcajadas.

Realmente fue un chico demasiado estúpido e inocente por creer que algo bueno saldría de aquella decisión.

Un golpe tras la puerta de su despecho interrumpió su pequeño momento de debilidad.

—Señor... —la suave voz de su guardia llegó desde la puerta mientras intentaba entrar en su despecho.

La presencia se detuvo en el umbral mirado el arma que apuntaba directamente hacia él, podía ver el miedo reflejado en aquellos profundos ojos negros que aún conservaban aquel brillo de estúpida inocencia que tanto odiaba, sonrió antes de apretar el gatillo sin dejar de apuntar en dirección a su soldado.

Hubo un grito de sorpresa antes de que aquel cuerpo cayera al suelo.

Aquello solamente había sido una advertencia, pero eso no evitó que las puertas de su oficina se abrieran de golpe revelando a una furiosa bestia que gruñía mostrando sus blancos colmillos en una actitud amenazante interponiéndose entre él y su soldado el cual solo abrió los ojos con evidente pánico para luego lanzarse sobre la criatura para tomar el collar alrededor de su cuello, era gracioso ver como tenía que pararse sobre las puntas de sus pies para alcanzar aquel collar. Si Tom aun fuera humano no habría mucha diferencia entre sus alturas, pero las patas digitígradas de Tom y su hibridación habían agregado un par de pulgadas a su altura.

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