-Preciosa, ¿lavaste los platos?
Asintió repetidas veces y sonreí, acercándome y subir mis manos hasta su suave cabello, desordené éste haciendo que soltara un suspiro acompañado de su pequeño quejido, se veía realmente hermosa cuando se enojaba conmigo.
Cheryl es mí hermana, sí, ese es su nombre.
Tal cual cómo una cereza cuando la sangre subía hacia sus mejillas. Ella no era específicamente inocente, la mayoría de veces en las cual se sonrojaba era por el hecho de que yo entraba a su cuarto mientras salía del baño, digo. Siempre he querido ver más allá de su toalla, el pecado corre por mis venas si se trata de ella, pero lo tengo muy escondido, la última vez que entré a su habitación me gritó entonces desde ahí nunca volví a entrar, el miedo de que le dijera a mamá me asfixiaba totalmente, me había amenazado. Dudaba muchísimo que Cheryl pensara que la quiero cómo algo más, estoy muy seguro de que sólo pensaba que lo hacía para molestarla, y aún tengo miedo de que la segunda persona que se pueda enterar de ésto sea ella.
Dejó de escapar un gran bostezo mientras se tapaba los labios con sus pequeñas manos, admiré aquella escena desde el otro lado de la mediana isla, hasta que desperté escuchando mi nombre que provenía de la castaña.
—Jeon.
fijé mis ojos en los de ella y ladeé mi cabeza hacia el lado derecho en forma de pregunta.
—Dime, princesa.
—Desde la última vez que entraste te advertí algo, ¿verdad?
Asentí empezando a sentir cómo las manos me sudaban de lo nervioso que me había empezado a sentir con tan sólo una frase.
Puesto a lo que me dijo hizo referencia a lo otro.
—Me di cuenta de algo.
Continúa, continúa.
— Habías tratado de ver algo más,¿verdad?
qué.
