Capítulo 11

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Mi apartamento se hallaba a oscuras, aunque no igual que si estuviésemos en plena madrugada. El amanecer había comenzado sin el sol a causa de las nubes que día y noche invadían los cielos. Afuera, a un kilómetro quizás, las avenidas estarían repletas de vehículos. Los cláxones de personas impacientes sonaron a la distancia.

Tuve un lento despertar. Primero, me habló mi consciencia para preguntarme si ya me había despertado o continuaba entre sueños. Después, fueron mis ojos moviéndose por debajo de mis párpados todavía pegados por el cansancio. Lentamente mi sensibilidad regresó y con eso, el malestar de la resaca se hizo presente. No moví ninguna parte de mi cuerpo, salvo el brazo derecho porque me dolía más que la cabeza.

Algo se apoyaba encima, lo que volvía imposible la tarea de acomodarme mejor. Me vi obligado a abrir los ojos para averiguar qué era. Y entonces, los recuerdos de lo que había pasado tan solo unas cuantas horas atrás, volvieron fragmentados.

Creí que estaba soñando...

Moon-jae me rodeaba con ambos brazos por la espalda —que me ardía a muerte—, pegaba su torso al mío y hundía el rostro en mi pecho. Parecía quererme cerca de él tanto como le fuera posible. La parte superior de mi brazo era su almohada, el otro, una manera para que tampoco se apartase de nuestro abrazo. Sus largos cabellos negros nos acariciaban.

Lo examiné rápidamente, con cierta curiosidad. No pude verle el rostro por completo a causa del cabello y nuestra posición. Dormitaba muy profundo, respiraba despacio. De los poros de su piel solo podía transpirarse alcohol; y aunque sudaba un poco, no olía a eso.

Yo no me había puesto de vuelta la ropa interior y él tampoco. Ambos desnudos, o casi. Moon-jae jamás se quitó la camiseta por más que insistí e intenté sacársela del cuerpo. Quise saber los motivos que lo orillaron a reusarse a mis peticiones, pero lo averigüé al poco tiempo.

En ese momento, la mano con la que lo abrazaba se deslizó por debajo de su camiseta para tener un contacto directo con su espalda. No se sentía tan tersa como el resto de su piel, pero tampoco áspera. Palpé abultamientos por todas partes, aunque apenas eran perceptibles. ¿Cicatrices? ¿Quería ocultarme algo que cambió en su aspecto? Quizás exageraba.

Seguí acariciándolo un rato más, hasta que despertó a medias. Me estrechó más a él, gruñó con flojera, sin abrir los ojos. Mi corazón comenzó a latir con potencia, culpa de los nervios. El viejo Moon había vuelto y yo no estaba listo para que se diera cuenta de lo que pasó.

Susurró un par de palabras que no entendí. Hablaba en otro idioma.

No tiene idea...

Volvió a abrir la boca, esta vez en un tono un poco más alto. Se acurrucó tras repetir cosas inentendibles. No supe qué contestar. En cualquier momento iba a enterarse, por más que yo desease prolongar el tiempo. Tomé aire, me dije que todo estaría bien. Si uno de los dos tenía que mudarse después de esto, sería él. Yo no iba a moverme por más vergüenza que sintiera.

—Repítelo. —Engrosé un poco la voz a propósito. Por un momento soné como Jonah.

—Duele... —Apretó los párpados.

La temperatura se me subió al rostro tras escucharle. No supe si era por la resaca o porque apenas me contuve con su cuerpo. Seguí fingiendo que era otra persona. Le acaricié el cabello y me disculpé muy bajo. Mi consciencia me exclamó que no me excediera en aprovechamiento a la situación y aclarase las cosas cuanto antes, pero yo era el peor obedeciendo.

Deslicé la mano hacia su trasero y lo apreté con suavidad. Nuestra cercanía no me permitía parar, ni calmarme. Miré hacia mi escritorio sucio y clavé la vista en él por los siguientes minutos, con los ojos bien abiertos. Contuve el aliento, pero mi corazón no se tranquilizó. Esto también llamó la atención de Moon.

El balcón vecino [BL-GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora