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Reproduzcan el loop:



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Nuevamente estaba allí, hacía ya cuatro días que habían enterrado al joven.

En el fondo se alegraba, prefería que ya descansara en paz a que siga conectado a las máquinas de aquel hospital.

Era tranquilizante dejar de ver tubos y agujas clavados en su piel, viendo como le chupaban su vitalidad y su alma.

Si tan solo hubiese sido él.

Y es lo que todos decimos cuando perdemos a alguien importante en nuestras vidas, querríamos dejar nuestra vida por la otra persona sin saber si la otra persona dejaría su vida por nosotros, y es injusto.

Pero en el caso de Min, sabe que tanto Park como él dejarían su vida por el otro, y en este momento le daban tantas ganas de estar muerto.

Se dejó caer por quinta vez en el día, escuchando los pasos del guardia del cementerio, seguramente vendría a decirle que ya debía irse y que estaban por cerrar. Se levantó a duras penas, sin dejar de ver aquel nombre grabado sobre el mármol.

Park Ji Min.
"El chico más feliz del mundo.
Que descanse en paz.
Amado por su familia y amigos".

Creyó que sería fácil y se olvidaría rápidamente del que fue su mejor amigo y pareja, al menos los primeros días, pero se encontró con él aún mirando con un aura triste y melancólica la tumba de su difunto novio.

Tomó la última rosa que prometió dejarle, al menos este mes, y la depósito en los lindos floreros de cerámica a los lados de la lápida. Con un triste beso que se volvió frío al tocar el arquitectónico lugar, se despidió por última vez y abandonó la estancia.

Desde ese día, prometió vivir su vida tal y como querría Park.

Feliz.

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