Era bien sabido entre todos los miembros de la diplomacia británica que, si su majestad, el rey
Guillermo IV, tenía un problema, nadie excepto sir Darien Shields iba a hacerse cargo del caso. Ninguno
de ellos tenía la más mínima posibilidad.
Era cierto que sir Darien, de treinta y cinco años, tenía a sus espaldas una década llena de éxitos
diplomáticos; que estaba soltero y sin compromiso, y ansioso por tener su propia embajada, por lo que
no tenía ningún reparo en ir a cualquier parte del mundo para defender a su rey y a su patria.
Aunque también era cierto que su lealtad y su sentido del honor eran incuestionables. Pero ahora que
en Europa reinaba la paz, eran pocas las ocasiones que un diplomático tenía de dejar huella, y los
colegas de sir Darien deseaban que el embajador favorito de su majestad se retirara a su finca de
Elysion y les diera a los demás una oportunidad.
El problema entre turcos y griegos era un claro ejemplo. Éstos eran capaces de poner a prueba el
temple de cualquier diplomático, así que, cuando una pequeña discusión amenazó con convertirse en
una guerra en toda regla, a nadie le extrañó que sir Darien viajara a Anatolia. Pero lo que sí sorprendió
fue que apenas dos semanas después de su llegada a Constantinopla, se le ordenara ir a Gibraltar.
Todos los jóvenes diplomáticos cruzaron los dedos, rezando para que por fin sir Darien Shields hubiera
cometido un error y hubiera dado al traste con su intachable carrera.
Darien sabía que su trabajo había sido impecable, pero tenía que confesar que no tenía ni idea de por
qué le habían pedido que se fuera de Oriente.
—¿Y por qué a Gibraltar? —se preguntó en voz alta, mientras estaba sentado en su camarote del Mary
Eliza, uno de los barcos más veloces de la flota de su majestad. A medida que la embarcación cruzaba
el Mediterráneo, estudió el mapa de Europa que ocupaba la mesa frente a él—. ¿Qué significará todo
esto?
Su ayuda de cámara, Andrew, levantó la vista de la camisa que estaba cosiendo.
—Tiene que ser algo muy importante. Si le han llamado con tanta urgencia, algo grave estará
sucediendo.
—No se me ocurre qué puede ser. Ahora mismo, la única crisis importante es la de los turcos, y me han
sacado de allí en mitad de las negociaciones. ¿Con qué fin?
—Lo único que yo sé es que es una lástima. Acabábamos de llegar a Constantinopla, y justo cuando
nos habíamos instalado para una larga estancia, en un abrir y cerrar de ojos van y cambian de opinión.
Y aquí estamos, navegando de nuevo. —Andrew, apenado, sacudió la cabeza—. Es una lástima —
repitió—. Las mujeres turcas parecían muy atractivas, con esos pantalones y esos velos que hacen que
un hombre se pregunte qué se esconderá debajo. El sultán iba a regalarle una de sus esclavas, ¿lo
sabía?
—Andrew, un auténtico caballero británico jamás aceptaría una esclava. Es una costumbre propia de
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Casi princesa
FanfictionSerena es la bella y conflictiva hija ilegítima de un príncipe italiano. Es irreverente y descarada, y está convencida de que la vida sin amor no merece la pena. Por eso, cuando ordenan casarla con un noble inglés para establecer una estratégica ali...