Melomanía | Akaashi Keiji

Prólogo

Un dulce sonido, una melodía proveniente de un salón cercano. Están a mediados de Agosto, las ojos secas caen y entran por las ventanas cayendo suavemente a la par de los los finos dedo tocando las teclas de aquel piano. Los segundos que va contando el reloj, la suave y leve voz tarareando, una estrofa quizá; de una bella melodía.

Eran alrededor de las 5 de la tarde, la mayoría de los alumnos habían vuelto a casa, o tal vez se habían ido a vagar por la ciudad buscando con que entretenerse antes de volver a casa, otros se encontraban en sus respectivas actividades de club, como era el caso de Akaashi Keiji. Pero, solo por esa mínima ocasión se paró en medio del pasillo a escuchar y contemplar aquella delicada figura tocar con tal semblanza y tranquilidad que parecían invitar al joven Keiji a formar parte de aquel momento. A simple vista sus pequeños dedos parecían tener vida propia, bailaban al compás, todos y cada uno de ellos,en un pequeño vals. La luz de la ventana se movía junto con el viento y el cabello de la joven.

Aún si deseaba que ese momento perdurara para siempre poco a poco la melodía, el sonido se iba perdiendo abriéndose paso a un final llenó de melancolía y tristeza. Con cierto soslayo las notas pararon y el silencio se hizo otra vez, un silencio profundo y pesado que parecía arrasar con el ambiente y todo sonido emitido. Ella odiaba aquella pesadumbre que el silencio le proporcionaba. Era totalmente distinto a la calidez y el placer de sentir la música resonando en sus oídos. Él seguía ahí. Sin las palabras suficientes para expresar lo que había presenciado pero si el suficiente valor para hacer una pregunta.

—¿Es todo?

Esa pregunta fue más que suficiente para el comienzo y el fin a un dolor incomprensible para aquella chica. Incluso si había acabado algo nuevo siempre vuelve a empezar.
Se levantó lentamente de su lugar tocando delicadamente el piano como si no quisiera soltarlo nunca, levantó la mirada dejando ver sus ojos almendrados y con cierto brillo, y mostrando una débil sonrisa que el pelinegro no pudo comprender en aquel momento.
Aquella melodía sólo contaba el principio de una historia.