— Mattsuuuun — el peli-rosa llamó a su compañero de departamento con un tono cargado de estrés — Necesito una abrazo — continuó con sus quejas con un susurro lo suficientemente fuerte para considerarse voz y no sólo pensamientos, al tiempo que tomaba lugar dentro de su casa.
Dió unos cuantos pasos con dirección al sofá de la sala que quedaba justo en frente. A su paso iba despojándose de todo lo que le cubría. La mochila por aquí, las llaves por allá, el suéter colgado en alguna parte y los zapatos tirados fuera de su alcance, etc.
Hacía un par de años que había terminado de estudiar la universidad, tan sólo tres semanas después se encontró con su mejor amigo de la preparatoria. Por alguna extraña razón, no tan extraña en realidad, terminaron juntos y ahora vivían en el mismo sitio.
Makki generalmente se sentía a gusto con la compañía ajena, aunque muchas veces prefería estar solo. Cuando comenzó a tener pequeñas "citas" con Mattsun, casi inmediatamente, este se volvió su persona favorita. Con el tiempo se convirtió también en su sostén emocional y algunas veces económico, aunque no estaba seguro qué tipo de relación tenía con el pelinegro.
Si alguien le preguntara si él y Mattsun eran novios, Makki no sabría qué responder. Lo había pensado varias veces. No eran amigos simplemente, pues hacían cosas más allá. Pero tampoco tenían algo así como un noviazgo, al menos él no recordaba haber llegado a hacer alguna pregunta de ese tipo en ningún momento, mucho menos recibirla.
Su situación lo confundía, es verdad, pero otra cosa cierta es que estaba a gusto con lo que tenía ahora. No sabía si el contrario tenía a alguien, ni le interesaba demasiado. Lo único que conocía con certeza, es que le encanta abrazarlo, acariciarlo, besarlo, mirarlo dormir, su aroma después del trabajo y el que tiene al salir de una ducha, contornear los músculos de su espalda y abdomen con la mirada, verlo cocinar algunas mañanas, algunas veces incluso le gustaba mirarlo jugar con su mascota...
— ¿Mattsun? — llama una última vez al azabache intrigado por la ubicación de este — ¿Habrá salido? — se cuestionó a sí mismo.
Dado por vencido, dejó de lado la idea de tirarse en el sofá, así como el anhelo de ser recibido con un abrazo, aunque eso le habría regresado mil años de vida. Se encaminó a la cocina. No tenía mucha hambre, pero si la suficiente como para ir a robarse algo del refrigerador.
En el camino tuvo que cruzar la puerta, abierta por cierto, de la habitación que compartía con Mattsun. Generalmente ambos dormían ahí, pero por si algo ocurría, ambos tenían su cuarto propio. Y, con el rabillo del ojo, logró distinguir una silueta tendida en la cama.
Rápidamente se detuvo y asomó la cabeza por la puerta. "Ahí estás", pensó, y una sonrisa se dibujó en su rostro.
Con cautela, innecesaria a decir verdad, se introdujo en la habitación y se sentó en el colchón, bastante cerca de la cabeza ajena, todo para poder mirarlo mejor. Sus largas y crespas pestañas cerradas agitándose levemente debido al movimiento del azabache al respirar. Su nariz hundida en un cacho de almohada. El armónico movimiento del tórax ajeno cada vez que inhalaba o exhalaba. Sus labios entre abiertos, con un ligero toque de saliva haciéndolos brillar por la luz que entraba de las ventanas. Una vista común, si alguien más estuviera en su lugar, pero una maravilla para el corazón confundido de Makki.
El peli-rosa no supo cuanto tiempo se había quedado ahí, analizado, observando, admirando. Hasta que el contrario abrió los ojos y levantó la mirada, haciendo que ambas se encontraran.
— ¿Cuánto tiempo llevas ahí? — fue lo primero que dijo el moreno una vez se incorporó.
— No lo sé, llegué hace rato, te ví y decidí quedarme contigo — mueve sus hombros hacia arriba como diciendo "da igual".

ESTÁS LEYENDO
MatsuHana y ¿Hámsters?
FanficSi alguien le preguntara si él y Mattsun eran novios, Makki no sabría qué responder. Lo había pensado varias veces. No eran amigos simplemente, pues hacían cosas más allá. Pero tampoco tenían algo así como un noviazgo, al menos él no recordaba haber...