Valeria se despertó agitada mientras su corazón seguía latiendo nerviosamente en su pecho por culpa de un extraño sueño. ¿Des de cuándo ella tenía ese tipo de sueños? Volvió a repasar mentalmente todo mientras recordaba perfectamente todos los detalles que habían ocurrido, incluso el fuerte olor a tierra mojada y fertilizante, incluso el color amarillento de las velas contra los arboles o el tono de los edificios.
Pero era extraño, nunca recordaba el contenido de sus sueños, por lo que no sabía si sentirse feliz por ello, aunque la angustia parecía no desaparecer por mas segundos que pasasen. Aun sentía el cosquilleo, la desesperación por no poder moverse. Recordar un sueño había sido algo que había envidiado de sus compañeras. Le hubiese encantado ser una de las que contaba historias soñadas en el orfanato después de despertarse.
La habitación estaba iluminada gracias a los primeros rayos de sol. Dio un par de vueltas en la cama pero pronto vio que no podría volver a dormir, así que decidió levantarse.
El pequeño apartamento donde ella vivía des de dos días atrás, tenía apenas una pequeña habitación, una sala de estar que estaba unida a una pequeña cocina y un pequeño lavabo. Valeria estaba orgullosa de su pequeño espacio y aunque podía disponer de uno mejor, disponía de pocas cosas, y si tuviera algo más grande, este se le haría demasiado.
En cuando su pie toco el suelo, noto lo frío que estaba, el invierno que se encontraba fuera parecía haberse estacionado en su apartamento.
Fue hacía el baño, queriendo sacarse el sueño que aún tenía. En cuando encendió la luz, una cara soñolienta la recibió, con el pelo enmarañado y castaño, con la poca luz que había parecía negro.
Se deshizo la cola enmarañada y con la otra mano se revoloteó el pelo mientras sentía los pequeños enredos entre sus dedos. Su facilidad para enredarse y su poca traza para peinarse eran la causa por la que siempre lo tenía suelto o como máximo recogido en una coleta. Con un suspiro, decidió apartar la mirada del espejo y encendió el agua de la ducha.
Media hora después, sentada en uno de las sillas de madera que había en la cocina, sostenía en una mano una taza de chocolate demasiado caliente como para tomársela de solo golpe. Valeria iba soplando mientras leía el diario matinal. La chica no podía negar que quería un trabajo que le permitiese notar cómo el día pasaba rápido. Pero, ¿Qué podía hacer? No había asistido a ninguna universidad prestigiosa ni había hecho ninguna carrera a causa de que en el Orfanato solo asistía a clases impartidas por las cuidadoras y no quería irse de allí por la simple y vergonzosa razón del temor a perderse.
Quería como trabajar por la mañana, así podría visitar su antiguo hogar durante la tarde.Con un suspiro y viendo que su chocolate aún estaba templado, se fue a la habitación a cambiarse. Después de eso, por fin consiguió tomarse su desayuno y salió a pasear.
La nieve había ido cuajando y se había acumulado en las aceras. Un par de niños pasaban cada minuto corriendo y bajando con trineos improvisados, hechos con troncos de árboles caídos, a causa de los vientos de los días pasados o haciendo pequeños muñecos de nieve.
Valeria llevaba media docena de currículums improvisados aunque, a causa del tiempo de los días pasados, la mayoría de las tiendas estaban cerradas y las que encontraba abiertas no necesitaban ningún trabajador. En cierto sentido se alegraba de eso ya que había tenido que inventar alguna que otra cosa en su curriculum, como que había dado clases a niños y había sido camarera en dos lugares. Aunque en el fondo era cierto, desde pequeña se había encargado de enseñar a los niños más pequeños y siempre se encargaba de preparar los cubiertos y los platos para todos los niños del orfanato, pero se sentía sucía por mentir. Incluso había investigado sobre una escuela y un instituto de otra ciudad para que no supiesen que había estado en un orfanato. Sabía que si les decía que había vivido en uno no la cogerían.
YOU ARE READING
Zaiseis
Teen FictionLas leyendas dicen que los sueños son puertas a épocas pasadas. A momentos de la historia olvidados y lejanos. Sueños que una vez despierto olvidas esa sensación de agobio, locura y temor. Los zaisei se encargan de velar los sueños y asegurarse de...