Capítulo especial
Jen, la chica a la cual me acerque con el firme propósito de destruir, de arruinarle la existencia. Quería venganza. ¿Por qué? Después de que Renata me dejara de esa forma, sin ningún porque con mentiras y tratándome peor que a un perro. Desde luego que tenía que haber un culpable. Jen nunca me vio con buenos ojos, siempre mostro desplantes, rechazos e indiferencia.
–Ella es así, no le hagas caso.
Eso solía decir Renata. Pero yo sabía que ella nunca me había querido cerca de su hermana. No habiendo respuestas, todo parecía apuntar a ella.
Jen, la chica que acudió en mi ayuda en dos ocasiones, la misma que acepto convertirse en el reemplazo de su hermana. A quien tome dos veces por despecho. La chica a la que molestaba porque disfrutaba ver su cara de enfado, pero que nunca se negaba cada vez que le llamaba. ¿En qué momento cambiaron las cosas? No estoy seguro. Tal vez fue la noche en la que la lleve a un bar de mala muerte, cuando la vi aferrarse a mi brazo y pegar su cuerpo al mío, por miedo. Utilizándome como refugio, cosa que me hizo verla a ella y no a su hermana, me hizo anhelar ser su escudo, cuando la vi golpear al tipo que la molestaba. Cuando la vi desnuda sobre el buró de mi habitación, cuando escuche sus gemidos de placer que me resultaban embriagantes, enloquecedores, cuando la sentí entregarse a mí. La misma que me provoco, miedo, dudas y que evite con la esperanza de que esos sentimientos desparecieran, pero que cuando me sedujo la tome de la forma más desesperada, porque la deseaba tanto, porque la anhelaba. Sus labios, su cuerpo completamente mío, no por obligación, si no por deseo propio. Y que desde ese momento se metió en lo más profundo de mi corazón. La que me lleno de miedo, cuando la vi caer al mar, la que velo mi sueño cuando estaba enfermo. La chica impulsiva, celosa, pero a la vez desconcertante, transparente e inocente. Que me mostro más de una ocasión sus sentimientos, pero ¿Por qué no pude mostrar los míos? Dudas, aún tengo dudas. Lo que empezó como una venganza, se me ha ido de las manos. Además que aún no estoy seguro de haber olvidado a Renata una mujer difícil, una mujer seductora. La contraparte de Jen, dominante y manipuladora que se metía en cada gota de mi sangre como una especie de veneno. Que amenaza con matar a Jen. A quien quiero proteger. Proteger del caos que es nuestra relación, del caos de mis sentimientos, del caos de mi vida.
–Tienes que aceptar ese compromiso y no es una petición es una orden.
Eso me dijo mi padre, sin embargo yo tenía una firme idea deshacerme de esa mujer. Y ese era el plan pero nunca espere las palabras que ella pronuncio.
– ¿Qué crees que pase si sus padres se enteran de su relación? ¿Qué le pasara a esa chica…? ¿Cómo se llama Jen?
–No se dé qué rayos hablas.
– ¿A no? ¿Qué crees que diría la misma Renata de saber que estas con su hermanita? ¿Qué diría el señor Kim? –No podía creerlo, ella estaba al tanta de todo.
– ¿Qué es lo que quieres?
–Veras, es algo muy fácil, quiero a un lindo prometido, que haga todo lo que yo le pida. Eso quiero.
Si quería proteger a Jen, tenía que seguir el juego de esa mujer, que desde luego era una mujer astuta y calculadora. Ya que más tarde me pidió vernos a la hora del almuerzo en la cafetería, estaba seguro que ella sabía que Jen estaría ahí.
–Vamos querido –dijo aferrándose de mi brazo.
–Creo que estas exagerando tu teatro.
– ¿Tú crees? Desde luego que no, así será mejor que sonrías y no intentes soltarme.
Entramos al lugar y preferí no ver la expresión de Jen, aunque podía imaginarme su reacción, le había pedido confiar, esperando terminar con aquello sin que ella fuera testigo de nada, pero mis planes se veían frustrados por esta mujer que me tenía atado. No pude evitar ver irse a Jen, vi su rostro una expresión de furia contenida, tenía que hablar con ella. Pero aunque insistí sus celulares estaban apagados. Tenía que encontrar la forma.